Hace ya tiempo me propuse iniciar un proyecto de divulgación
centrado en dos objetivos: 1) facilitar a las personas, independientemente de
su formación e intereses, conocimientos básicos de lingüística para contrarrestar
los efectos negativos de la propaganda difundida incluso en el propio sistema
educativo y que sirve a la mentalidad funcional, pero que no tiene ningún tipo de
fundamentos y 2) fomentar el pensamiento crítico en una época en la que priman
los mensajes excesivamente breves, sesgados, carentes de matices, los cuales
llevan al atrincheramiento ideológico, a la búsqueda infinita del sesgo de
confirmación, a las etiquetas fáciles y a la incapacidad de aprender algo
nuevo.
Antes de entrar a explicar las conclusiones a las que he
llegado tras todo este tiempo, es preciso hacer una aclaración. Más adelante,
quizás, desarrolle la idea que planteo ahora. Se trata de mi visión acerca del
enfoque que debemos dar a los saberes y el conocimiento. El que prima
actualmente es el ya mencionado de la mentalidad funcional, la cual ha sido
impuesta desde la mecánica de la dominación, que implica la utilización de los
seres humanos como mercancía de una manera más sofisticada que en el pasado. Desde
este enfoque, los conocimientos que el individuo debe adquirir dependen
exclusivamente de las necesidades del Estado y del mercado, con lo cual, todos
los demás son considerados inútiles. Además, establece una jerarquía irreal
según el nivel socioeconómico que se puede alcanzar con cada rama del saber, lo
cual es variable, pues está sujeto a las necesidades del mercado en cada
momento y a los objetivos del Estado. Si se me permite la expresión, este
enfoque lo que hace es prostituir el conocimiento, que es una búsqueda intrínseca
del ser humano. Las criaturas humanas, explica Casilda Rodrigáñez, nacen con
curiosidad y, en un mundo no dominado por la mentalidad funcional de la
explotación, esta nunca se agotaría. Fue esa cualidad innata, la curiosidad, la
que llevó a los humanos del pasado a mirar el cielo y elaborar teorías acerca
de la mecánica del Universo, y también a mirarse a sí mismos y a los demás y a
buscar explicaciones acerca de todo lo concerniente a nuestra vida en este
planeta. Pero no solo eso, pues, precisamente, dado que vivimos en este planeta
y tenemos unas necesidades que necesitamos cubrir, nuestros antepasados no
dejaron de pensar en innovaciones que ayudaran a facilitar esta tarea. Una etapa
interesante fue la llamada revolución industrial en la Edad Media.
No podemos negar que estamos viviendo un momento de
desarrollo tecnológico. Sin embargo, este está siendo llevado a cabo por la
élite financiera, en connivencia con los Estados e instituciones transnacionales,
y busca sencillamente un mayor control de la población, cuyos miembros, al
mismo tiempo, son anulados y aplastados por el sistema educativo, por el ocio hegemónico
y, en fin, por la forma de vida impuesta (como dice Félix Rodrigo Mora, la
naturaleza del Estado es fundamentalmente militar). A esas personas se dirige
mi trabajo de divulgación. Cuando comencé el proyecto, tenía la esperanza de
contribuir, al menos un poco, a fomentar el pensamiento crítico, las
reflexiones pausadas, el silencio interior, la lectura profunda... Pero se
plantea aquí un problema. Y este es: ¿hacia dónde va la divulgación que tiene
mayor repercusión? Esta utiliza las mismas formas de comunicación a las que nos
ha llevado el desarrollo tecnológico implementado por las mencionadas élites.
Para captar la atención de personas cuyas capacidades cognitivas (que no se
malinterpreten mis palabras, por favor) han sido deterioradas deliberadamente,
que no pueden leer más de unas líneas sin cansarse, y además su nivel de lectura no pasa del
literal, por lo que no pueden comprender los textos en toda su complejidad; a
las que se ha acostumbrado a buscar el sesgo de confirmación y a desechar toda
aquella idea diferente a través de la etiquetación, esto es, de meter todo
lo que suene a... en un mismo saco sin ir más allá, sin buscar los matices,
pues creen que al leer algo o escuchar un mensaje estás suscribiendo ese
mensaje, cuando, por el contrario, para poder hacer una crítica profunda es imprescindible
conocer cuidadosamente ese mensaje y así desmontarlo con argumentos (un ejemplo
es lo que hace Juan Carlos Moreno Cabrera con el nacionalismo lingüístico
español. ¿Cómo podría él exponer sus falacias sin examinar detenidamente sus premisas
y su uso retorcido del lenguaje?)
Así, me encuentro con el obstáculo de que para que mis
mensajes lleguen tengo que adaptarlos hasta un extremo absurdo, prácticamente
tendría que mutilarlos y ceñirme todo lo posible a los siguientes criterios:
1º) Es preferible el formato vídeo al escrito
2º) El vídeo tiene que ser dinámico, captando la atención
del espectador con expresiones (verbales o gestuales) cómicas, partiendo de un
tema de interés, a poder ser de moda (una serie de la que hable todo el mundo,
por ejemplo).
3º) El título y la miniatura, que normalmente incluye una
breve frase, deben ser una síntesis de todo el contenido del vídeo.
4º) Este, el contenido, debe ser simple, acompañado de
imágenes y animaciones.
5º) La duración debe ser corta. No más de diez minutos, si
es posible.
Y podríamos añadir más. Sobre el 5º punto es relevador observar
la tendencia de las redes sociales, en las cuales lo que más se fomenta son las
stories (Instagram), estados (WhatsApp), shorts (Youtube),
etc. Y ya de paso podríamos mencionar la terrible tiranía del like y los
efectos que produce, cognitivos y espirituales. Porque sí, también es imprescindible
hablar de espiritualidad, la cual no se reduce a fantasmas, seres de otro
mundo, experiencias paranormales, etc. De hecho, es totalmente compatible tener
una vida espiritual y ser ateo. ¿Qué significa “espiritualidad”? Podríamos
definirla como una dimensión del ser humano que se centra en el lado inmaterial
de la vida. Pero es que la esperanza es inmaterial, así como el amor, los pensamientos
y sentimientos, y muchos otros conceptos abstractos (libertad, coraje, justicia,
perseverancia...), y estos no tienen nada que ver con lo paranormal.
En cuanto a los perjuicios cognitivos, diría que el más
notable es la ruptura del equilibrio entre esfuerzo y recompensa: las
recompensas son abrumadoras y el esfuerzo es mínimo. Esto es lo que sucede cuando
te hacen la síntesis de un mensaje en el título y la miniatura de un vídeo en
lugar de que tú te molestes en prestar atención, comprenderlo y ser capaz de
sintetizarlo, reflexionar sobre él, contraargumentarlo, etc. Y es que la
contraargumentación y la crítica profunda se han sustituido por reacciones
emocionales (dislikes y comentarios brevísimos guiados por prejuicios y una
lectura -o escucha, me refiero a textos hablados o escritos- literal). Sería
tema de otra reflexión los mecanismos que hay detrás de esas reacciones
emocionales. Los perjuicios espirituales, por su parte, tienen que ver con el
desarrollo del sujeto, que ya no se conoce a sí mismo, porque no tiene el “espacio”
mental suficiente, ya que su propia mente se ha convertido en una especie de memoria
USB que acumula datos, muchas veces irrelevantes (me refiero a las numerosas publicaciones
que ve cada día) y que son rápidamente sustituidos por otros nuevos. No estoy
hablando de la memoria como tal, que nos sirve para aprender las tablas de
multiplicar, el alfabeto, etc. y que sigue otros procesos, sino del mero
consumo de información instantánea, obtenida con un simple clic o deslizando un
dedo. El like, por su parte, sirve para alimentar el ego, es decir, una
falsa imagen que hemos creado de nosotros mismos, y conseguir una falsa
sensación de autoestima. No podemos olvidar tampoco la dimensión social, pues,
por mucho que se llamen redes sociales, lo que hacen es aislar al sujeto y
destruir los lazos, y este es uno de los objetivos de la crisis actual, tomando
el término que emplea Esteban Vidal -se refiere a otras causas y no en concreto
a las redes sociales, pero la consecuencia es la misma- “laminar el tejido social”.
Hay otro factor que influye en la difusión de los mensajes y
es la competitividad, pues los medios digitales están diseñados de tal manera
que son millones de mensajes los que compiten por captar la atención del usuario.
Creo que no es necesario que mencione los criterios que hay que cumplir para
lograr tener visibilidad, porque estos consisten simplemente en amoldarse a las
exigencias del mercado (y los intereses de los poderes fácticos, pues van de la
mano), las cuales son cambiantes en su forma y métodos, pero no en su finalidad
principal: la concentración de riqueza en pocas manos (Facebook compra
WhatsApp, Amazon compra Twitch, Bayer compra Monsanto; desaparecen los agricultores
y ganaderos locales mientras Mercadona y otras cadenas de supermercados se
enriquecen; echan el cierre definitivo pequeños negocios a la vez que empresas
como la ya mencionada Amazon ven aumentar desmesuradamente sus cifras...).
Además de todo lo expuesto, en última instancia, la
obtención del saber y el desarrollo de las capacidades cognitivas, entre ellas
el pensamiento crítico, dependen del propio sujeto, debido a que existe el
libre albedrío. ¿Significa esto que debemos dejar de divulgar y de compartir
nuestras reflexiones? En absoluto. Sigo considerando necesario que los
mecanismos de la “comunicación persuasiva” sean
expuestos, que las nociones de lingüística estén al alcance de todos, pero no
sacrificando el mensaje, porque, de alguna manera, ceñirse a los criterios
impuestos por la visión funcional del mundo, no solo modifica la forma del
mensaje, sino que mutila su contenido, al simplificarlo en exceso. El
conocimiento (todo tipo de conocimiento, también el del ámbito artesanal, pues ya
hemos dicho que la jerarquía impuesta es irreal) debe estar disponible para
todo el mundo, pero es la persona la que tiene que poner su esfuerzo en ir
hacia él. Por ejemplo, hay bibliotecas públicas llenas de libros, pero hay que
ir hasta allí y, sobre todo, leerlos y entender lo que se lee. Del mismo modo,
los conocimientos que yo (y muchas más personas) divulgo están accesibles,
insisto, no solo en mis blogs, sino también en libros, conferencias o en el
propio objeto de estudio, que son las lenguas naturales (y para acceder a ellas
no es necesario permanecer en una biblioteca, sino escuchar a la gente, sobre
todo del rural, gracias a la cual se conservan las lenguas estigmatizadas por
el poder a través de sus falacias). Del mismo modo, aunque no estoy en absoluto
en contra de la adquisición de conocimientos teóricos, para aprender sobre los
animales, las plantas, los ríos, etc. qué mejor que observarlos. Tales
perspectivas, teórica y experiencial son totalmente compatibles, pero la teórica
sin la experiencial está incompleta.
A modo de conclusión, me reafirmo en mi decisión de no
adaptar mi mensaje a los “nuevos tiempos”, estando en todas las redes sociales,
haciendo pequeños vídeos y stories, tomando como hilo conductor un tema
de moda, etc., ya que el efecto sería contrario al que busco. Frente a la forma
de comunicación impuesta por el poder, hemos de reivindicar una comunicación que
nos permita desarrollarnos como individuos y como seres sociales. En el primer
caso, a través de la dimensión cognitiva y espiritual (reflexión, silencio
interior, observación...) y, en el segundo, practicando la escucha, la empatía,
la disolución del ego., etc., que son actividades opuestas a las ofrecidas por las
redes sociales.
- Balboa de Paz, José Antonio (1992). Ferrerías
bercianas, CDN Ciencias de la Dirección.
- Gimpel, Jean (1995). La Revolucion Industrial En La
Edad Media, Taurus.