Susurras mi nombre con tu
fresco aliento. ¿Dónde estás?,
me dices, y hasta me parece oír cómo extiendes tus brazos hacia mí.
Ven pronto. Mis frutos casi están ya listos ¿y quién
sino tú podrá apreciar mis latidos en cada bocado?
Esta mañana desperté
contento, pero enseguida me sentí vacío; me faltaba tu canción.
¿Quién me amará? Dime. ¿Quién será capaz de poner sus ojos en
aquellos rincones que sólo tú percibes?
Cuánto
yo quisiera estar allí contigo, embriagarme con tu néctar, sentarme
a tus pies. Pero cómo, cómo iré. Canto alto para que el eco te
haga llegar mi canción y no la olvides. Quiero de nuevo dibujar con
mis dedos sobre tu piel, coleccionar tus fragancias y mirar el brillo
de tus ojos en la noche, arropada por tus guardianes. Quizás pronto
tu corazón pintará mi piel y volveré a nadar en tu sangre
cristalina. Por el momento, aquí tus primos me cuidan bien y me
animan a continuar mi misión. Dejemos pues, que las hadas hagan de
mensajeras entre nosotros y que las arañas vayan tejiendo un puente
para el día en que al fin pueda regresar a ti, mi eterno amor.
A los bosques y ríos que un día conocí y jamás dejaré de amar.