25/7/20
Cartas al olvido (8-VII-2002)
14/7/20
"Fahrenheit 451", la resurrección de lo humano
Hace unos días terminé
de leer la novela de Ray Bradbury "Fahrenheit 451", y he encontrado
en ella justo lo que esperaba.
Aunque está en la
línea de "Un mundo feliz" y "1984", no he podido evitar ver
ecos de "La peste" de Camus, publicada solo seis años antes.
El protagonista de la
novela es un bombero que no se dedica a apagar fuegos, sino a crearlos, ya que
en el mundo distópico inventado por Bradbury, los libros están prohibidos.
¿Qué es lo que lleva a
Guy Montag a sentir curiosidad por esos objetos que quema? En mi opinión,
aunque no lo muestre claramente la narración, la joven Clarisse – que quizás
sea un precedente de La Maga de “Rayuela”- tan solo despierta algo que ya estaba
latente en Montag.
Casi desde un
principio la novela nos plantea la cuestión de por qué unos sí y otros no, qué
lleva a algunos personajes a preferir su mundo de exceso de ruido y
superficialidad, a cerrar los ojos al horror de ahí afuera. Y entonces
Bradbury nos traslada a nuestro propio mundo, en el que pasamos de ver a inocentes
asesinados en una guerra por el petróleo a aplaudir el último gol del ídolo
deportivo del momento.
Bradbury escribió su
novela en 1953 y, sin embargo, vaticinó la época actual, en la que unas
pantallas nos distraen de la realidad y empezamos a tener más contacto con
personas en dos dimensiones que con nuestros familiares, vecinos y amigos.
Todo es ruido en el
mundo de Guy Montag y en el nuestro. ¿Cómo se ha llegado a esa situación?
Quizás por no hacerlo cuando hacía falta, quizás por callar cuando era
necesario actuar. Pero nunca es tarde para hacer lo correcto. No falta en la
novela el anciano que busca su redención a través de un último acto heroico.
Ni tampoco faltan las
citas. “Fahrenheit 451” es un homenaje a los libros dedicado por un lector
voraz, como fue Bradbury, y amante de las bibliotecas públicas, sentimiento con
el que me siento identificada.
Pero el autor conocía
el secreto de los libros. Él sabía que lo realmente valioso no es la
encuadernación ni las páginas. Bradbury, al igual que Camus, sabía qué somos
los seres humanos. Ambos lo plasmaron perfectamente en sus obras.
Bradbury sabía que el escritor
no se dedica solo a inventar mundos ficticios o a hacer rimar versos. Como buen
profeta, había descubierto lo que encierran nuestros cuerpos y lo que guardan
las palabras.
Lo que debemos
preguntarnos una y otra vez es cómo los conciudadanos de Montag permitieron que
se perdiese y, sobre todo, cómo estamos perdiéndolo en este mismo instante.