Ya nadie recita versos de memoria; nadie saluda
ni sonríe por la calle; la amabilidad fue sustituida por cosméticos gestos, a
veces también plastificados. Los niños tienen prohibido jugar y encuentran cerrada
la puerta del vecino. Ya no se aman tierras, sino ideologías; ideologías
universales donde no cabe la variación ni la duda. Ya no se piensa, ahora se
procesa.
¿Cuándo se automatizó la vida? ¿Cuándo se
desacralizó el amor? Las manos ya no tienen grietas, pero no tocan. Las bocas
están perfectas, sometidas a correcciones desde la infancia, pero ¿quién besa
de verdad?
Se sustituyó también la amistad por la
desconfianza; en lugar del hoy por ti,
mañana por mí, ahora el mí se ha
convertido en vanidoso ayudador y al ti se
le acusa de miserable aprovechado. Hoy está mal visto tener problemas, aunque abundan
más que nunca. Ayer te prestaba un poco de leche tu vecino; hoy se lo pides al
Estado, burocracia de por medio, todo bien etiquetado, que se note que eres
pobre.
Explosión de grisú, Simonin, 1869 |
¿Y qué me dices de hombres y mujeres? Tanto
monta, monta tanto la “democracia” como Franco. Un siglo de guerra de sexos,
uña y carne que anteayer trabajaban juntos por sacar su hogar adelante. Hoy se
nos obliga a nosotras a presumir, amparadas por el omnipresente Estado, y a
ellos a ser esclavos, a sentirse culpables, a olvidar todas las muertes en la
batalla, regresos mutilados, separados del calor durante tantos años; los
trabajos ¿no forzados? para llevar un mendrugo de pan a sus hijos. ¿Privilegiados?
¿Que ha habido represión hacia todo lo que se
salía de lo convencional? ¿Quién lo niega? La pregunta no es esa, sino, ¿quién
ha ejercido la represión? ¿De verdad que ha sido una ideología? Pero hemos
confiado nuestra liberación a los gobernantes, y pensamos que porque llamen casta a los otros gobernantes y los
desbanquen, van a solucionar los problemas del pueblo. La tierra, el agua...
todo se envasa, todo tiene precio, y si te apropias de ello, te conviertes en
criminal, tanto para unos gobernantes como para otros. Aunque unos digan proteger
a las familias y los otros a los pobres. Ellos solo protegen las instituciones,
el sistema de vida que conocemos.