Él llama a su destino “ninguna parte” y los hombres del siglo
XVIII lo llamaban el “no sé qué”, pero ¿a dónde nos quiere llevar Fernando
Fernán Gómez?
Nada más abrir el libro (sin contar con el prólogo de José
Luis Alonso de Santos) nos encontramos con incertidumbres que surgen del
monólogo interno del narrador, quien, pocas líneas después, empieza a contar su
historia. Una historia de supervivencia en un medio hostil, una historia de adioses
y esperanzas.
Esa voz pertenece a Carlos Galván, cómico ambulante nacido
en el teatro, al igual que el propio Fernán González. El director y actor principal
de la Compañía Iniesta-Galván, nacido "en una carreta de cómicos",
es su padre, don Arturo, quien muestra una gran profesionalidad que no es tomada
en serio por la sociedad en la que vive.
Y es que los cómicos tienen una mala reputación. A lo largo
de la novela se usan distintos calificativos para referirse a ellos: vagabundos,
herejes, malvados... La propia palabra “cómicos” se utiliza como insulto. Esto
sucede porque los miembros de la compañía y el resto de la sociedad tienen un
concepto opuesto de lo que es la dignidad. Para el mundo que les rodea, coincidiría
con la tercera acepción que aparece en el Diccionario
de la Lengua Española de la RAE: "Gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse". Sin embargo, la
lección que nos enseñan Arturo y Carlos Galván, sobre todo, es que la dignidad consiste
en mantenerse en pie venga lo que venga (problemas económicos, rechazo de los
espectadores, carencia de recursos a la hora de representar, fallos de los
actores...). Incluso, en un determinado momento, Maldonado, el administrador de
la compañía, propone suspender la función, y el resto se escandaliza como si se
tratase del pecado original, porque lo importante es regalar risas al
espectador. Pero a este no le basta ya el humor ofrecido por los cómicos, pues
vive obnubilado por las nuevas modas: el cine y la radio.
A los obstáculos externos se suman los propios problemas de
la compañía, causados por la complejidad de las relaciones humanas y de los
sentimientos individuales. A lo largo del viaje, Carlos tiene que decir adiós a
algunas personas. Nos muestra de este modo el autor que los personajes no solo llevan
una vida ambulante en lo referido al espacio (van recorriendo distintos pueblos
de La Mancha), sino también en cuanto a sus afectos; que nada es estable o,
mejor dicho, que lo único estable es la dignidad, la actitud ante la vida, en
la que el sentido del humor es esencial.
Podemos concretar que el tema de la novela es la
supervivencia de los personajes en un mundo repleto de circunstancias adversas;
sin embargo, según avanzamos en la narración, podemos ver que, en realidad, esto
ha sido solo una excusa para plantearnos una idea más profunda: la difusa línea
entre la mentira y la verdad o, como el título de este blog, entre la realidad
y la fantasía. Y es que el autor ha estado jugando todo el tiempo con nosotros
y le vamos viendo (o se va dejando ver) el plumero de manera paulatina,
haciéndose del todo evidente al final de la novela, donde se nos lleva de nuevo
a la incertidumbre. Es decir, lo que se hace evidente es que el autor ha jugado
con nosotros, pero no se nos resuelve el dilema de la naturaleza de lo que
hemos leído. ¿Es un pacto ficcional entre el autor y el lector, igual que lo
hay entre los cómicos y los espectadores? ¿Dónde acaba el teatro y empieza la
vida para quien representa?
"El viaje a ninguna parte" me ha parecido un
claro homenaje al "Quijote" en el que, a pesar de compartir
planteamientos similares (límite entre realidad y ficción, importancia del
humor y de la dignidad...), el destino no es el desengaño, sino que Fernando
Fernán Gómez nos ha llevado, tras recorrer los pueblos manchegos y pasar por
Madrid, a la esperanza; la esperanza de que Maldonado, que es la voz de la conciencia,
no tenga razón.
La novela es tan rica que podría dedicar bastantes párrafos más a explicaros todo lo que he encontrado en ella (sobre el contexto social e histórico, el autobiografismo, la técnica narrativa...), pero prefiero que lo descubráis por vosotros mismos.
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