La
puerta de salida para la creatividad está cerrada. Una y otra vez
subo al desván y allí está mi secreter, con algo de polvo. El
papel resplandece iluminado por la luz del sol, que se refleja
también en la punta de la pluma, deseosa de contar historias,
misterios, aventuras... Hay suficiente tinta y papel. Todo está
listo para comenzar a crear nuevos sueños, pero entonces, al
acercarme, un sólido muro aparece entre el secreter y yo. Por más
que golpeo, el muro no cae. Y allí me quedo, frustrada, viendo el
reflejo del sol sobre la punta de la pluma, oliendo la tinta que no
podrá cumplir su objetivo.
Vuelvo a la rutina,
aún más cansada, desilusionada, sabiendo toda mi creatividad
perdida.
Ya he ido tantas
veces y siempre se repite.
¿Volver a subir? No
lo sé... Sólo deseo poder sentarme y escribir, escribir,
escribir... que jamás muro alguno me impida crear.
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