30/3/16

Esperanza

El azabache logró emerger, empujando con fieros besos las plomizas nubes de rencor. Pero, una vez en la superficie, se volvió suave y permaneció apenas tintineando. Después comenzó a cristalizar hasta convertirse en perla que una lluvia azul de notas hacía crecer.

Danzaba mi pecho, sonreía mi antes gris alma. Pero algo estaba cambiando. Los duendes y demás criaturas, que tanto amaban el azabache, se habían esfumado. La perla seguía enorme y brillante, pero ya no era contemplada por un jardín de seres risueños.

Intenté encontrar su rastro, pero solo hallé, en el suelo, rasgadas, pequeñas sombras. De repente, al alzar los ojos, comprobé que, en lugar de la perla, había una grieta. Al asomarme, no vi el inmenso y bello vacío de antaño, sino una inmisericorde nada que me atravesaba con su mirada diabólica.

Y cuanto más grande era mi anhelo por volver a soñar, más lo era también el terror. Hoy no sé quién triunfará con su presencia. Pero mientras haya luz en mis ojos para contemplar la grieta, tendré esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario