En “La moral anarquista”, texto que no llega a las cuarenta
páginas, el teórico ruso Piotr Kropotkin pone de manifiesto, de manera clara y
sucinta, cuál es el principio moral que rige la vida de las personas; pero no
solo de estas, sino también del reino animal, e incluso de las plantas.
Desde el momento en que abrimos el libro nos damos cuenta de
que la intención de Kropotkin en estas líneas no es reflexionar para sí mismo,
tarea que ha llevado a cabo con anterioridad, sino transmitir a los lectores
cuáles son las conclusiones a las que ha llegado, aportando ejemplos y
razonamientos que sirvan como columnas a sus ideas, guiándolos así por las
avenidas de su pensamiento y evitando los recovecos y rodeos con los que
seguramente se haya encontrado, haciendo, en consecuencia, más fácil el acceso.
Parte de la moral que tenía trascendencia en su tiempo: en
primer lugar, la de mayor tradición, la religiosa, además de otra que parece
unida a esta, la educación familiar y la costumbre; pero también se refiere al
imperativo categórico kantiano y a las ideas utilitaristas.Y comenta cómo la
juventud de su tiempo estaba rompiendo con esas ideas establecidas y logrando
una moral más libre y elevada, ya que la moral por obligación lleva a la decadencia: <<hacen lo
que pueden para acomodar exteriormente sus actos a lo que dicen profesar; y el
nivel moral de la sociedad desciende cada vez más (...) Todo lo que había de
bueno, de grande, de generoso, de independiente en el hombre, se enmohece poco
a poco>>.
Propone entonces la moral de estos jóvenes, la moral anarquista.
Para introducir al lector en el concepto, expone algunas de las preguntas
básicas que surgen. Por ejemplo, habla del altruismo y el egoísmo y nos
traslada una cuestión que creo que muchos nos hemos planteado alguna vez: ¿ayudamos
por puro altruismo o porque, al hacerlo, obtenemos una satisfacción y nos
evitamos un sufrimiento? Y llega a la siguiente conclusión: <<Cualesquiera
que sean sus actos, el hombre busca siempre un placer o evita un dolor>>.
Por ejemplo, lo que mueve a alguien a dar su último bocado de pan a un niño
hambriento es la consecución del placer, algo que no encaja en la moral
religiosa. Pone, además, ejemplos del mundo animal y vegetal, como ya he
adelantado, pues a todos los mueve el mismo principio:
<<Buscar el placer, evitar el dolor, es el hecho general
(otros dirían la ley) del mundo orgánico: es la esencia de la vida.
Sin este afán por lo agradable, la existencia sería imposible.
Se disgregaría el organismo, la vida cesaría.
Así, pues, cualquiera que sea la acción del hombre, cualquiera
que sea su línea de conducta, obra siempre obedeciendo a una necesidad de su
naturaleza>>.
Enlaza esta idea con la del bien y el mal, recurriendo a
situaciones del reino animal para mostrar cómo este es principio un natural.
Y llega, de este modo, al principio esencial que va a
desarrollar a partir de ahora, al que va a llamar principio de igualdad: <<Haz a los otros lo que quieras que
ellos te hagan en igualdad de circunstancias>>.
También dedica algunas líneas a distinguir entre acciones
conscientes e inconscientes, y creo que es sobre todo desde este momento cuando
empieza a dejar hilos sueltos, no por despiste, sino porque, como dije al
principio, trata de ser directo y de transmitir unas ideas de forma sucinta, de
hacerlas comprensibles, para que sea el propio lector quien, al asaltarle las
dudas, reflexione sobre esas cuestiones que van quedando pendientes.
Considero que La moral
anarquista es un libro imprescindible para todo aquel que quiera adentrarse
en esta filosofía social, y sobre todo para quien desee participar de ella.
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