Quiero poner en orden mis ideas. Me cuesta la cita con el papel
en blanco. Y huyo del centro de mi pecho enredándome en grises letras .
Y acabo siempre en este río salpicado de tormentas de los
tiempos. Porque echo de menos, quizás. Y no sé cómo traer los momentos
brillantes para dejar de extrañar y llenar este vacío.
Alguien, algo y yo misma... me arranqué las flores, las
montañas que me arropaban, el cielo limpio, la sonrisa, la fuerza del alma, las
canciones, las charlas del infinito, descubrime, descubrir bajo piedra pétalos
palpitantes.
Aprendí el lenguaje de los árboles, los nombres de las
estrellas; aprendí la verdad de mis raíces, el veneno entre mis poros. Tan valiente
para enfrentarme a todo tipo de monstruos y ahora se han adueñado de mi cuerpo
y de mis ojos. Ahora no me encuentro entre tanto pasado que arreglar.
Me quería torpe, imperfecta, espontánea, alegremente loca,
triste a veces. Ahora no consigo quererme con esta madurez impostada. No me
quiero porque no estoy, porque no soy yo, porque me han vencido las heridas,
porque no entiendo.
Porque anhelo mis fantasías. Ojalá pudiera cerrar los ojos,
volver a creer, olvidar la norma que nos obliga a ser “rigurosos”, correctos...
La verdad, lo científico. ¡Esta no es mi verdad!
Mi verdad está bajo las piedras y en la savia de los árboles;
permanece en la risa de los duendes y en las alas de Pegaso. Solo tengo que
buscarla. Y lo esperanzador es que no necesito mover los pies. Puedo salir de
esta cárcel de ladrillo solo bajando los párpados. Porque mi verdadero ser no
está en el pasado. Y es más fuerte que estas sombras que se han empeñado en
atraparme.
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