1/6/20

La plaza del distrito F. Capítulo 1

Cada vez que Estrella veía esa plaza, se intensificaba la sensación, una especie de zumbido que subía del estómago al pecho y que la acompañaba durante todo el día. No era un lugar emblemático de la ciudad. Un poco de césped y algunos bancos que solo usaban los empleados de la zona para comer rápidamente su almuerzo eran los elementos más destacables.

En ese momento, un hombre daba los últimos bocados a su sándwich mientras la voz del reloj le advertía del tiempo restante para volver al trabajo. Como todos los residentes del distrito F, llevaba un uniforme azul. No pasaba a menudo por allí, ya que ella vivía en el C y no era frecuente que los ciudadanos saliesen de su distrito, salvo por cuestiones de trabajo.

Estrella solía respetar las costumbres, sobre todo porque nunca se había planteado la necesidad de no hacerlo. Tampoco conocía a nadie que las incumpliese. Sí que se escuchaban rumores de personas que habían desaparecido de un día para otro por incurrir en un comportamiento incívico. Algunos decían que los llevaban a un distrito especial, accesible solo para las autoridades. Pero bien podría ser una leyenda.

Tenía amistad con algunos Agentes del Bienestar, el grupo encargado de proteger la ciudad, y nunca habían oído hablar de ello. Los jubilados tienen demasiado tiempo libre y por eso se inventan historias, le decía Jaime, uno de sus amigos.

El reloj de Estrella sonó de repente. Se había distraído observando al trabajador de azul y tenía que regresar a la oficina en veinte minutos. Al principio, se regañó a sí misma, pero al instante se justificó: el uniforme azul le recordaba mucho a su padre. Además, esa plaza le producía un ensimismamiento incomprensible.

En su memoria, no había escenas importantes vividas en ese lugar. Era una plaza más, no muy diferente a otras de la ciudad. Mientras volvía a la oficina, seguía pensando en su padre. A pesar de los veinte años pasados desde su muerte, se acordaba con claridad de sus rasgos amables y su voz. No podía decir que su vida presente fuese desagradable, pero sabía que la felicidad de aquella época no volvería nunca.

No solo su vida, sino la de toda la ciudad había cambiado en ese tiempo. Cuando era pequeña, no existían los distritos. Muchos domingos, iban a visitar a amigos que vivían a bastante distancia de su casa. Le gustaba porque había un parque cerca donde se juntaban muchos niños para jugar.

Pero, ahora, apenas se oían esas alegres voces. Quizás se debiera a que no había tantos niños. O a que las costumbres eran diferentes. No obstante, las personas eran felices, solo que se trataba de una felicidad diferente. Se habían adaptado a los tiempos.


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