29/11/13

Encontré dónde está la avería

El papel delante de mí. Ya he escrito acerca del muro que me limita a la hora de solidificar la danza de letras que baila en mi mente y desciende hasta mi mano, pero ahí se queda.
Sé que sólo la fuerza de voluntad y el derribar el muro desde su raíz pueden dejar libre la magnificencia de mi alma para inundar mi asfáltica vida material.

Busco un tema. Cuando voy por la calle mi cabeza está llena de poesía, de historias de maravilla, pero a la hora de llevarlo al papel, ya se ha esfumado; tal vez me lo he fumado.

Últimamente, entre las hadas que bailan en mi mente al pasear, está su noche. Me he dicho: "no voy a escribir sobre él". Pero nadie sabe quién es y él no lo va a leer. Las personas que pueden saberlo, no comprenden el misterio encerrado en este mandala literario, así que puedo hablar con libertad.
Sí, la noche de sus ojos es un buen tema. Más parecía un ser de fantasía, mitad ent, con olor a bosque y a sangre, al que le cedí mi despiadado ego para que lo pastoreara, porque no dejaba salir a mi alma. Y ya veis, algo consiguió y aún así, no acaba de salir mi alma del todo.

No era un ser perfecto, no lo endioséis. Pero con la libertad que me da el anonimato resaltaré algunas de sus cualidades, cualidades que cualquiera con la visión limpia, sin gafas que distorsionan los objetos, podrá ver. Sí, es cierto también que tenía sus propias ataduras, sus propias heridas, pero siento una conexión especial con ese tipo de seres, quizás porque son como yo, porque eso es lo que nos une, porque nos hemos convertido en alquimistas de nuestra propia mugre.
Y tampoco diré que lo supe tratar siempre bien y que no lo ensucié con el veneno de mi boca. Eso es algo sobre lo que él me aconsejó y que, por más que he intentado, no me sale. Así que ya he renunciado. Tan sólo espero, con práctica, llegar a controlar el veneno para expulsarlo sólo en los momentos y con las personas apropiadas.
Yo no soy buena persona, y si alguien me lo echa en cara, al fin y al cabo yo nunca dije que lo fuera. No soy responsable de la imagen que otros se forman de mí.
Va llegando la hora de mis responsabilidades asfálticas, justo cuando empiezo a entrar en calor. Esta es otra de las maneras en que se manifiesta mi muro para que no me exprese, pero todo va a cambiar, porque he encontrado el tornillo que hay que apretar, he hallado la raíz de la avería y estoy en ello. Pronto tendréis mi arte hasta en la sopa.

Dije que resaltaría algunas de las cualidades de este misterioso y magnífico ser. Se me acaba el tiempo, quizás después. De momento sólo puedo deciros que me enseño bastante sobre la libertad, aún encadenado, aún yo encadenada. Lo más importante que aprendí es que yo soy mi dueña y yo soy mi esclava. Si tengo cadenas, que sean sólo las mías. Así era él. Nadie jamás le encadenó sino sus propias heridas, sus propias decisiones. 

Pero no creáis que me rindo, que si apenas tengo energía es porque la gasto toda en hallar el modo de librarme de mis cadenas; cadenas que ya nacieron conmigo. Los ancestros nos dejan tareas que debemos convertir en oportunidades. A veces me cabreo con ellos, pero en el fondo saben que llegaré a la meta, y yo sé que ellos, dentro de sus posibilidades, me ayudan.

Quizás os cuente más sobre este ser de fantasía, mitad ent, que contiene en su mirada la abrumadora oscuridad sobre la que reposan millones de estrellas y galaxias.

Espero que nos veamos pronto.
¡Feliz libertad!

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