18/7/15

"Quiero vivir, vivir... y ser yo, yo, yo..."

¿Por qué siento mi ser tan ancestral como los escalones en los que reposo el vuelo de mis pensamientos? Tal vez porque mi alma fue pensada antes de la fundación del mundo, tal vez porque es una flor extraña diseñada por un jardinero e insertada en carne de cemento y ceniza, que constantemente la quiere sepultar.

Y claro, claro que me contamina, claro que he de cortar diariamente estas zarzas de alambre que solo sirven para herir. Pero que nadie diga que no existe esta fragancia que cosquillea mi cuerpo e ilumina mis ojos.

¿Que no me pertenece? Eso ya lo sé. Sé que es un don, entonces dejadme disfrutarlo. Porque no quiero fundirme en la nada, porque son estos esbozos dorados los que mantienen viva mi esperanza, porque incluso los copos de nieve son todos diferentes entre sí.

Es mi clamor repetido: "dejadme ser, dejadme ser yo, dejadme ser más". Y no, yo no quiero ser Dios, pues Él es más bello y complejo de lo que yo seré nunca, solo una pieza de su gran puzzle, el sendero de un bosque que pasea junto a un arroyo dentro de un mundo infinito que recoge todas las maravillas conocidas -un manto de innumerables olas de arena en cuyo centro hay un oasis, grandes cascadas peinando un imponente verde, altos árboles tropicales, refugio de coloridas aves- y las que aún no han sido ni siquiera soñadas.

Pero no, no matéis el paisaje de mi alma. Yo no soy culpable de que no sepáis escucharos a vosotros mismos, respiraros. Quizás Él os hizo así por un motivo.
El sentido de la vida, y aun de la vida eterna es existir. Si quisiéramos fundirnos con la nada, entonces cambiaríamos de Dios y de creencias. Por tanto, dejadme, dejadme ser yo, cada día más y más, para eliminar el desguace que me aprisiona y convertirme en lo que siempre debí ser, en el propósito original.

Solo quiero ser.

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