Ven a rescatar mi rosa. Clamo a ti día y noche.
No alcanzo la esperanza, se ha disuelto el material de los sueños. No, no puedo
soñar.
Tan lejana que escapa a mi vista, o tal vez es
el humo que me envuelve, que adormece mis manos y ahoga mi pecho el que la
aparta de mis sentidos, pero en realidad está a un centímetro de mí, flotando
en su cielo –lo puro no puede vivir en un aire contaminado-, esperando la
espada que rasgue esta lona.
Dónde, dónde está la brisa. ¿Hace cuántos siglos
perdí las estrellas? Ven a rescatar mi perla, no siento la llama, y aun así no
hace frío. No, no hay brisa, aquí no hay nada.
Llorar por mi volcán, echar de menos… nada. No
puedo hacer nada. Ha muerto mi cuerpo, solo es un amorfo conjunto de harapos
vacío por dentro.
Necesito tanto mi alma. Ven, ven a rescatarla,
baja a los infiernos, vence a las fieras. Yo no tengo fuerzas, quedé enredada
en mi veneno. Mi rosa está sucia, mi rostro arrugado, mis manos son escarcha,
mis pies están anclados. Y yo solo quiero vivir, beber la luz del cielo,
arroparme con los colores del arco iris.
Ven, ven a rescatarme.
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