Este gris que a veces me asola. ¿Por qué dura
tanto el invierno que ni siquiera ha comenzado? Se me vuelve insípido el color
de las hojas y me da por preguntarme si toda la vida he estado luchando por
dibujar una sonrisa, si acaso no poseo esa cualidad de manera innata. Entonces
me entristezco aún más.
Quisiera pensar que la alegría, hija de Febo,
habita en mí y que los años siempre han ansiado oscurecerla; que en mis días lo
que prevalece no es el gris, sino la lucha. Y desearía oír un susurro del cielo
llamándome luchadora, más aún que vencedora, porque para vencer hay muchas vías,
pero la lucha lleva en sus venas la dignidad.
Sé que las nieves de mi alma que hoy parecen
eternas, mañana se habrán fundido. Durante las noches el humo de mis ojos se
disipa y el invisible sol vuelve a abrazarme al alba. Y dejaré de preguntarme
por el origen de mi sonrisa. La plenitud produce certeza. Pero ella, como el
frío manto, tampoco es eterna.
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L'enlèvement de Proserpine, Simone Pignoni |
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