<<Espuma cenicienta>>, comienza el poema que hoy
no quiero escribir. Es la espuma que salía de mis manos al principio -al principio
de ayer; al final de hace siglos-, arrastrando los restos de tus alas. Unas
alas rotas por ti o por otros, que no quieres recomponer, porque evitas
mirarte, aunque te ves. Y como te ves, matas.
Y mataste el viento que me llevaba a tu océano, convertido
en ocre charco.
Pero yo deseo vivir, y al volar me olvido de la estela
robada de fénix imperfectos. Y ya vacío el corazón de ausencias, encuentro, al
navegar en el mar de modernas amapolas sin tallo, un velero, acompañado siempre
de su Rocinante. Estrella de adarga cabizbaja. Triste figura que adorna mis
laberintos.
Y acabo mi canto por un momento, mientras esperan mis ondas
los ecos de las aspas del molino.
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