28/3/18

Mar


Un camino. Siempre los caminos en mis ¿versos? y las malditas carreteras en mis besos.

Y ahora tú; el velero de tu sonrisa mojando la seca Castilla de mis calles, el bosque de ladrillos que me recuerda la jaula en los ojos, en las piernas, en los rebeldes pétalos que luchan contra este invierno de plástico. La risa del reloj en las ojeras.

Pasan los árboles a sesenta, setenta, noventa kilómetros por hora. Huyen mientras el pecho se engancha en las tijeras del horizonte. Ya que no puedo evitar el tirón, ¿por qué no va más rápido?

Pero no, ya no. Exhalaciones de primaveras secuestradas. Jadeos de un verano. Uno.

Siglos en blanco, iluminada por dos pequeñas ventanas que se hacían grandes como escaleras a promesas inciertas. Tan inciertas que se disolvieron en una turbulenta cascada.

Y ahora tu mar suave, tus pasos firmes que me dicen ¿dónde vas?, pero respetan mis charcos. Y hay días que tu sombra se pierde y mi río se ahoga y mi fuego sin leña se sube por las paredes.

Y otros días tu respiración besa mis dedos, y no hay carreteras. Solo tu mar, cierto.

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