El exceso y rapidez de la información nos están robando el
tiempo y el espacio necesarios para reflexionar, lo que nos convierte en presas
fáciles de los vendedores de humo. Eso explica el auge de partidos políticos
que pescan seguidores usando como cebo eslóganes. Lo mismo sucede con
ideologías que se extienden como la pólvora, llegando a implementarse en las
leyes, en la enseñanza y, finalmente, en la vida cotidiana, aunque carezcan de
validez científica.
Internet, bien usado, es un arma muy poderosa que nos ofrece
autonomía, ya que pone a nuestra disposición fuentes de conocimiento a las que
antes solo podíamos acceder inscribiéndonos en academias, escuelas, talleres,
etc. Ahora podemos aprender a tocar un instrumento, a fabricar objetos con materiales
de reciclaje, a hacer reparaciones en casa... Hay también vídeos y artículos
sobre Historia de la Filosofía, Física, Astronomía, Arte, Literatura,
Matemáticas... Algunos de ellos, como en el caso de los youtubers Jaime
Altozano, Martí Montferrer, Areh, José Luis Crespo, Aldo Narejos o de proyectos
tan interesantes como Khan Academy exponen tales conocimientos con claridad,
fiabilidad y la capacidad de entretener (prodesse
et delectare). Del mismo modo, nosotros podemos compartir lo que sabemos
con el resto del mundo de manera libre y gratuita.
El problema de internet es que contiene muchísima
información, tanto útil como innecesaria. Por eso, la mente del receptor necesita
unos filtros para identificarla, usarla correctamente y desechar la que no le
sirve. ¿Qué inconveniente se añade a esto? Que quien debería aportar esos
filtros es el sistema educativo. Sin embargo, la manera en que se tratan las
nuevas tecnologías en las aulas consiste en instalar una pizarra digital,
facilitar el uso de tablets y otros dispositivos electrónicos, etc., pero sigue
sin enseñarse a filtrar la información. ¿Por qué no sucede esto? En mi opinión,
porque el sistema educativo está en manos de los mismos que nos quieren mantener
absorbidos con sus eslóganes e ideologías acientíficas: el Ministerio de
Educación y Ciencia, cuyo nombre es solo una excusa para ejercer el control
sobre la población. Todavía no he conocido ningún Gobierno al que le preocupe formar
a sus jóvenes en la capacidad reflexiva y la autonomía del pensamiento. Mejor
fomentar (eso sí, indirectamente) el consumo de alcohol y la ludopatía.
Como expliqué en mi primer vídeo, el lenguaje nos ayuda,
entre otras cosas, a conocer el mundo. Desde niños, les vamos dando nombre a
las cosas: de lo concreto a lo abstracto (perro-felicidad), de lo simple a lo
complejo (triciclo-motor; cielo-atmósfera), de lo que está más próximo a
nosotros a lo más alejado (partes del cuerpo-hidrografía de Japón). Asimismo, existen
varios niveles de comprensión lectora. La comprensión literal es el nivel más
básico y nos permite ver nada más lo que aparece explícito en el texto; por lo
tanto, no podríamos captar algo tan necesario como la ironía, el doble sentido,
etc. Los siguientes niveles son el de comprensión inferencial y el de
comprensión crítica, que es la que, finalmente, nos da la capacidad de elaborar
“argumentos para sustentar opiniones” (http://molayay.blogspot.com/2012/12/los-niveles-de-la-comprension-lectora.html).
Pues bien, en internet hay muchísimas personas dando su
opinión con una comprensión lectora que deja mucho que desear. Continuamente
encontramos noticias que nos indican que nuestro país tiene graves deficiencias
en este aspecto (https://ctxt.es/es/20180103/Firmas/17094/compresion-lectora-espana-UE-educacion.htm)
. Y aun así, en lugar de imitar la humildad socrática y reconocer nuestras carencias
antes de dar un paso, salimos a la calle con pancartas, apoyamos campañas en
las redes sociales, pero solo cuando hay una organización política moviendo los
hilos. Sin embargo, para protestar contra el aplastamiento de nuestros derechos
básicos, ya no como súbditos de un Gobierno, sino como habitantes de nuestro territorio,
para eso, no se nos pasa por la cabeza movilizarnos. O si se nos pasa, ni
siquiera nos atrevemos.
Quedan pocas semanas para unas nuevas elecciones. Los
partidos están en plena efervescencia de patrañas y demagogia. Antes de repetir
como loros sus eslóganes, sus promesas vacías, sus acusaciones entre sí, retirémonos,
apaguemos el ordenador, el móvil, busquemos ese rincón de silencio y, cuando
hayamos vaciado nuestra mente de afirmaciones absurdas, pongámosla a trabajar
para identificar nuevas mentiras.
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