20/7/19

La enfermedad de amor en la Edad Media


La enfermedad de amor se estudiaba en los tratados de la Edad Media y estaba relacionada con la teoría de los humores. Voy a explicaros en qué consistía según estos tratados y qué remedios proponían.

Los humores son cuatro: sangre, flema, bilis amarilla o cólera y bilis negra o melancolía. Se fabrican en el hígado y son irrigados por todo el cuerpo a través de la respiración, incluido el cerebro, que está dividido en tres apartados:

  • Facultad imaginativa: es común a todos los seres, racionales e irracionales, y se nutre del conocimiento sensitivo del mundo. No se refiere, por tanto, al concepto más extendido en la actualidad de “imaginación” como capacidad de fabricar imágenes fantásticas, sino que las imágenes son las que recibe el sentido de la vista. Tiene que ver con el instinto.
  • Razón y voluntad
  • Memoria

Las tres últimas facultades (razón, voluntad y memoria) solo están en el ser humano.

Cuando hay un desequilibrio en los humores, es decir, cuando hay un exceso o defecto en alguno de ellos, se produce la enfermedad. En el caso de la enfermedad de amor, el problema está en un exceso de bilis negra. Es, por tanto, una enfermedad melancólica. 

En esta época, se consideraba que el amor era un instinto común en todos los animales y su objetivo era la procreación. En los animales no humanos funciona bien porque no tienen razón y voluntad. Y el medio para caer en la enfermedad es el placer, otorgado por Dios o natura (el mayordomo de Dios).

Como el ser humano tiene voluntad, puede elegir buscar el placer antes que la procreación. Y es el placer precisamente el que puede llevar a los pecados capitales. Podemos poner una similitud con el acto de comer: los animales no humanos solo comen por instinto de supervivencia. En cambio, el ser humano, como tiene razón y voluntad y consigue placer comiendo, puede caer en la gula.

Del mismo modo, en el amor se puede llegar a la obsesión por el ser amado. Mediante la facultad imaginativa (sensorial), percibimos el objeto de nuestro deseo. Un puma o un halcón perciben mediante los sentidos (vista, oído, olfato...) al objeto de su deseo sexual, que es puramente instintivo. En el caso de la poesía del “amor cortés”, los sentidos que priman son la vista, sobre todo, y también el oído. El ser humano puede decicir, sin embargo, cuándo practicar ese acto instintivo debido a la voluntad. Y la memoria le permite imaginar al ser amado cuando no está presente y llevarle de nuevo al deseo. Si esto se convierte en un pensamiento obsesivo, comienza el desequilibrio de los humores y la enfermedad, que, como ya he señalado, es de tipo melancólico.

Uno de los tratados que ofrecen remedios para la enfermedad de amor es el Lilium medicinae. Estos son de tipo psicológico y fisiológico y algunos de ellos se basan en el principio de curar por contrarios. Por ejemplo, como el desequilibrio está causado por un exceso de bilis negra, que produce sequedad y frío, se propone provocar al enfermo humedad y calor:

  • Beber vino sin llegar a emborracharse
  • Tomar muchos baños
  • Practicar el coito, pero no en exceso; en intervalos

Los remedios psicológicos son una especie de “tratamiento de choque”: advertirle de los peligros de su obsesión, azotarlo, contarle cosas tristes, y si esto no funciona, alegres. Hay que mantenerle ocupado o hacer que se enamore de otras mujeres. Si sigue sin funcionar, Avicena proponía valerse de viejas que se dedicaban a vituperar a la mujer amada ante el enfermo con el fin de desidealizarla. Existía también el remedio de mostrarle la sangre menstrual y otras prácticas por el estilo.

Si nada de esto resultaba efectivo, la obsesión se convierte en una manía, se cae en la locura, porque la voluntad ya no está sujeta a la razón: el enfermo se olvida de cómo se come o se bebe, tiene comportamientos ridículos... Esto lleva a la locura y finalmente a la muerte. Además, el hecho de haber logrado el último de los grados de amor, que es el coito, no implicaba apagar el deseo, sino que podía provocar aún más obsesión.

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