La enfermedad de amor se estudiaba en los tratados de la
Edad Media y estaba relacionada con la teoría de los humores. Voy a explicaros
en qué consistía según estos tratados y qué remedios proponían.
Los humores son cuatro: sangre, flema, bilis
amarilla o cólera y bilis
negra o melancolía. Se fabrican en el hígado y son irrigados por todo el
cuerpo a través de la respiración, incluido el cerebro, que está dividido en
tres apartados:
- Facultad imaginativa: es común a todos los seres, racionales e irracionales, y se nutre del conocimiento sensitivo del mundo. No se refiere, por tanto, al concepto más extendido en la actualidad de “imaginación” como capacidad de fabricar imágenes fantásticas, sino que las imágenes son las que recibe el sentido de la vista. Tiene que ver con el instinto.
- Razón y voluntad
- Memoria
Las tres últimas facultades (razón, voluntad y memoria) solo están
en el ser humano.
Cuando hay un desequilibrio en los humores, es decir, cuando
hay un exceso o defecto en alguno de ellos, se produce la enfermedad. En el caso de la enfermedad de
amor, el problema está en un exceso de bilis negra. Es, por tanto, una
enfermedad melancólica.
En esta época, se consideraba que el amor era un instinto común
en todos los animales y su objetivo era la procreación. En los animales no
humanos funciona bien porque no tienen razón y voluntad. Y el medio para caer
en la enfermedad es el placer, otorgado por Dios o natura (el mayordomo
de Dios).
Como el ser humano tiene voluntad, puede elegir buscar el
placer antes que la procreación. Y es el placer precisamente el que puede
llevar a los pecados capitales. Podemos poner una similitud con el acto de
comer: los animales no humanos solo comen por instinto de supervivencia. En
cambio, el ser humano, como tiene razón y voluntad y consigue placer comiendo,
puede caer en la gula.
Del mismo modo, en el amor se puede llegar a la obsesión por
el ser amado. Mediante la facultad imaginativa (sensorial), percibimos el
objeto de nuestro deseo. Un puma o un halcón perciben mediante los sentidos (vista,
oído, olfato...) al objeto de su deseo sexual, que es puramente instintivo. En
el caso de la poesía del “amor cortés”, los sentidos que priman son la vista,
sobre todo, y también el oído. El ser humano puede decicir, sin embargo, cuándo
practicar ese acto instintivo debido a la voluntad. Y la memoria le permite
imaginar al ser amado cuando no está presente y llevarle de nuevo al deseo. Si
esto se convierte en un pensamiento obsesivo, comienza el desequilibrio de los
humores y la enfermedad, que, como ya he señalado, es de tipo melancólico.
Uno de los tratados que ofrecen remedios para la enfermedad
de amor es el Lilium medicinae. Estos son de tipo psicológico y
fisiológico y algunos de ellos se basan en el principio de curar por contrarios.
Por ejemplo, como el desequilibrio está causado por un exceso de bilis negra,
que produce sequedad y frío, se propone provocar al enfermo humedad y calor:
- Beber vino sin llegar a emborracharse
- Tomar muchos baños
- Practicar el coito, pero no en exceso; en intervalos
Los remedios psicológicos son una especie de “tratamiento de
choque”: advertirle de los peligros de su obsesión, azotarlo, contarle cosas
tristes, y si esto no funciona, alegres. Hay que mantenerle ocupado o hacer que
se enamore de otras mujeres. Si sigue sin funcionar, Avicena proponía valerse
de viejas que se dedicaban a vituperar a la mujer amada ante el enfermo con el
fin de desidealizarla. Existía también el remedio de mostrarle la sangre menstrual
y otras prácticas por el estilo.
Si nada de esto resultaba efectivo, la obsesión se convierte
en una manía, se cae en la locura, porque la voluntad ya no está sujeta a la
razón: el enfermo se olvida de cómo se come o se bebe, tiene comportamientos
ridículos... Esto lleva a la locura y finalmente a la muerte. Además, el hecho
de haber logrado el último de los grados de amor, que es el coito, no implicaba apagar
el deseo, sino que podía provocar aún más obsesión.
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