30/7/19

Tengo rabia y no sé pintar

Los seres humanos somos tan inmaduros. Tenemos rabia: a insultar a alguien por internet. Tenemos miedo: lo extendemos para que otros también lo sientan. Las emociones que veo válidas para "salpicar" con ellas a los demás son la alegría, por supuesto, y la tristeza, porque es necesario compartirla. Además, cuando otro nos ayuda, mediante su empatía, a llevar por un rato esa carga, a ambos nos hace más humanos. La tristeza nos recuerda que no somos perfectos, que a todos nos duelen ciertas cosas.

La rabia no es mala, es una emoción más, pero nos inunda por dentro y no podemos contenerla, así que se la vomitamos al primero que pasa. Algunas personas que han estudiado el tema de la inteligencia emocional, proponen crear un "espacio sagrado" y liberar allí las emociones que pueden perjudicar a otros. Víctor Brossah, por ejemplo, habla de utilizar el arte como terapia, y creo que tiene mucho sentido. Obviamente, este no es un artículo científico, pero si encerrarte en tu habitación y "pintar" tu rabia te ayuda a canalizar esa emoción y evitas transmitírsela de manera perjudicial a otras personas, aunque no esté demostrado científicamente, ¿por qué no hacerlo? Si a ti te funciona, me parece válido. Aquí no estamos debatiendo si es algo científico o no. Tampoco importa si la ciencia demuestra o no que dar y recibir afecto te hace sentir bien. Es tu experiencia. No todo es ciencia. Cuando hablamos de la ética y de lo humano, no es imprescindible la demostración empírica.

¿Por qué estoy escribiendo? Porque tengo rabia y no sé pintar. Porque tengo mil improperios adentro que no quiero escupir frente a una cara ni a través de una pantalla, y la escritura es mi "arte"; no porque la maneje correctamente, algo que probablemente nunca lograré, sino porque está enredada con mi carne desde que era una plántula.

¿Cómo liberar esta rabia sin hacer daño a nadie? Todos estamos apestados, decía Camus. ¿Cómo podemos vivir con la peste sin contagiar a otros? 

Tengo una imagen en mi cabeza, una imagen que deseo pasear por las calles envuelta en una vaharada de hiriente sarcasmo. Para recriminarles, reprocharles, vengarme, mostrar, hacer sentir, morder, arrancármela, quemarla, oler sus cenizas, limpiar después mis pulmones, mis fosas nasales y respirar. Y sentarme y sentirme libre. Y quedarme en un nido mío, sola, protegida, en calma.

Quiero decirles "aquí estoy" y quiero pasar desapercibida. Quiero que entiendan, que sepan que debajo de toda piel hay un corazón que late y que no importa la envoltura. Quiero llorar sola, como siempre. Quiero llorar con ellos, por una vez, un llanto que disuelva el corpóreo error. 

Quiero quejarme al Cielo en el que no creo, porque me hace tener fe en algo que se desvanece. Quiero llevarme mi canto, borrarlo de oídos que parecen despreciarlo y entregárselo solo al bosque, como antes. Quiero que se vayan todos, menos los pequeños duendes a los que ese tal Cielo me pidió cuidar. Quiero quedarme en mi nido, donde no haga frío, donde mis manos sean más que una decepción.

Quiero olvidarme de esa necesidad de fundirme con no sé qué o con no sé quién. Quiero querer fundirme solo con las estrellas. Quiero dejar de ver lo "real" y sumergirme en lo único que me acoge desde siempre. Quiero ser un roble, un arroyo, una roca, el viento, la tormenta, la luciérnaga de aquella noche. Pero ya no más un pecho humano, un pecho que desea, que anhela, que siente lo que no debe. No quiero ser pies que se enredan en mares ciegos.

O puedo ser solo palabras, las que yo elija. Vivir en un libro, acompañar a almas cansadas.

Pero ya no quiero volver a oír esas falsas carcajadas, esas voces huecas, que aplastan a quien mantiene el brillo de sus ojos. Llévate, Cielo, si existes, las flechas. No quiero que se las devuelvas. Si no van a llorar, si no van a sentir, al menos mantenlos alejados de mí, como si fuésemos distintas esferas que no se pueden tocar. ¿Recuerdas? Hace años ya hablé de esto. Ellos caminan, yo camino por la misma calle, pero no nos tocamos. Solo vemos nuestras formas, nuestra superficie, como si fueran masas difusas que no tienen el poder de hacer sentir nada al otro. Nada bueno, nada malo.

¿Por qué me pones entonces este sentimiento? No quiero más flechas. 

Y después de tantas palabras sigue sin irse la rabia. ¿Y la imagen? Puede irse si ocupa en mi mente su lugar una esperanza, la esperanza de volver a conectar con los verdaderos átomos de mi cuerpo, que fueron desterrados; los que no duelen al respirar, los que me besan por dentro.

Solo quiero mis labios y el viento. Me canso de este pecho humano, apestado, que solo atrae desolación. Que mis manos solo quieran tocar las hojas que alimentan el suelo.

¿Por qué vi el brillo de mi lugar sagrado en un rostro humano? ¿Para ponerme a prueba? No, esta vez no quiero tirarme por ningún acantilado. Estoy cansada de tantas flechas, cansada de dejar entrar. No quiero dar. No quiero recibir para después despertar del sueño. Quiero conservar mi perla adentro y, quien de verdad la valore, que la encuentre. Yo ya no lucho. Ya no soy más el caballero ni el trovador de nadie.

¿Se ha ido la rabia? Parece que sí. Se ha quedado una tristeza un tanto amarga, pero es inevitable. Y ha quedado espacio para sueños míos, sueños en los que mis alas no están en peligro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario