8/11/19

8-XI-2019

No puedes oír mi bosque y se alejan las manos que salvan los instantes. Se cierra la puerta y se retuerce el reloj, que gira tan rápido que parece quieto.
Ya no hablo de las palabras que me ahogan. Desde ayer son esa manta que, aunque no calienta, no me quiere abandonar.
Te vas. Y yo callo por culpa de la certeza de verte mañana. 
Y la seda que sale de mi pecho desfallece antes de llegar a mi piel.
Cierro los ojos. Ya estoy lejos. Lejos de las lágrimas. Lejos de mi pecho. Lejos de ti.

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