23/11/19

Más sobre individualismo y gregarismo

Ya he escrito sobre este tema, pero es algo que debemos tener muy presente. Este texto es sobre todo un recordatorio que me hago a mí misma y que comparto por si a alguien le resulta útil.

Llevo tiempo criticando duramente esa actitud de los seres humanos que, como expliqué en Cómo nos convencen los políticos, nos convierte en personas fácilmente manipulables. Solo hay que ver experimentos como el de Solomon Asch, en el que se comprueba que una mayoría de nosotros es capaz de renunciar a sus propias verdades o dudar de sí mismo por su necesidad de pertenencia al grupo.
"El ser humano, como ser social que es, necesita una sociedad en la que vivir y desarrollarse (esto es así para todos los primates)". Francisco Orozco Guerrero
Nacemos en un ambiente determinado, en una cultura determinada, en la que nos alimentamos de una serie de creencias que son las aceptadas mayoritariamente por todos. Sin embargo, en una sociedad hay individuos críticos, personas que sienten que no encajan o que se dan cuenta de que muchas de esas creencias con las que hemos crecido son muy cuestionables.

Y eso está bien. El problema reside en que no podemos vivir ajenos a nuestra propia naturaleza, que es compleja, ya que tenemos varios componentes, y el emocional posee mayor fuerza que el racional. La vida, en realidad, comporta un constante esfuerzo en equilibrar esos dos aspectos y en salir de la esclavitud de las emociones, e incluso llegar a convertirlas en nuestras aliadas. Personalmente, pienso que solo ellas, a través de lo racional, pueden llevarnos a la sublimación.

Pero también puede pasar que, debido a las incontables experiencias negativas con la mayoría a causa de nuestro pensamiento crítico y nuestro cuestionamiento de lo socialmente aceptado, e incluso por ser diferentes desde la infancia, hayamos adquirido serias dificultades a la hora de relacionarnos con esos demás, esa mayoría que se aferra a creencias que seguramente nos perjudican a todos.

Y, si no hemos tenido una buena capacidad de gestionar las emociones derivadas del rechazo y la incomprensión, corremos el riesgo de padecer el otro mal de nuestra época: el individualismo e, incluso, la misantropía.

¿Tenemos razones para ser misántropos? Muchas, y sin embargo, no es la opción más apropiada. En primer lugar, porque no beneficia a nadie, ni siquiera a nosotros mismos. En segundo lugar, porque es precisamente uno de los objetivos del sistema.

Lo único que de verdad teme el sistema, además de la rebeldía, es el amor. El amor puro hacia nosotros mismos, que nos lleva a superarnos, a contemplar sin miedo nuestros errores, lo que subyace en el inconsciente, nuestra pestepara contaminar cada vez menos y a menos personas. Y el amor también hacia aquellos que hemos decidido que formen parte de nuestro círculo íntimo, algo que tampoco es fácil, ya que las relaciones (de amistad, de pareja, familiares...) están también contaminadas por esa peste que reside en todos los seres humanos.

Y para no caer en la misantropía, bastaría con sostenerse en la idea de que todos los seres humanos somos dignos, algo que nos hizo recordar un profesor de Filosofía en una clase, hace muy poco. ¿Cómo es posible que lo olvidemos tan a menudo? Seguramente porque vemos demasiado dolor e injusticias cada día.

La continuación de este texto la tenemos que hacer cada uno de nosotros, primero en nuestro interior y después exteriorizándola.

Tan solo lanzo una pregunta: ¿es el gregarismo perjudicial per se?

No hay comentarios:

Publicar un comentario