19/6/21

Tengo un monstruo

Hay un monstruo que se come las rosas nacientes impidiendo que lleguen a su destino. Será, tal vez, que soy toda bosque, toda silvestre como el diente de león que construye mis células. Hija del sol y de la triste vejez de las montañas en la que juegan solo los rientes. Mi boca es gris como las nubes que acechan tantos días el pecho.

¿Dónde están las rosas? ¿Por qué no puedes amar las flores de mis zarzas? Yo las veo tan hermosas. Algo me dice que el monstruo es una sombra de afuera. Viene y se nutre de la condensación del azabache que me bebí hasta envolverme yo también en roca.

Pero ¿no ves las estrellas que iluminan esta cueva, vetusta como el mar que exhalas? No, tú buscas rosas y yo solo tengo el diente de león, las débiles amapolas, las indomables zarzas, los pequeños pedazos del sol desparramado por la ladera. Yo tengo un monstruo que me acompaña y se come los pétalos del pecho y se traga a galones mis manantiales, evitando que se sacien los dedos.

Y yo te enseño en primavera las flores de mis zarzas y tú pierdes la sonrisa mirando hacia la ausencia de rosas.




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