19/12/15

La última hoja

Amado cuervo, ven y pósate sobre mi mástil. Dame una razón para no huir de este barco de leyenda, que es cada noche más frío y acumula redes de seda, cárceles para mi pecho.


Ya se acerca el marinero envuelto en sol. A cada paso me invita a subir a su nave, una sencilla embarcación que huele a hierba y a lentas caricias. 

Aún soy joven. ¿Cómo obligar a mi alma a morir en nuestro barco? Me cubre el polvo. Ni siquiera has prometido tu regreso. ¿Qué fuiste a buscar a esa cueva subterránea? Te esperó la calidez de mi vientre, pero ya ha empezado, junto con el resto del cuerpo, a perder sus hojas. He conocido muchas especies de aves. Me abrazaron los cuatro vientos. Caí en la emboscada de las tormentas y fui herida por un despiadado rayo. Pero sobreviví, y a partir de entonces, he ido aprendiendo a navegar. Sin embargo, no he avistado tierra.

Ya oigo el saludo del marinero brillando en medio de su rostro. Ya viene con su piel palpitante y su pecho de lava. Se quiebra la mañana con el callado grito que me golpea desde adentro. Y en lo más profundo, el paisaje de tu alma que se convirtió en tinta. Siento que no eres pasado o futuro. Solo una ineludible eternidad.

¿No me queda otro remedio más que incendiarme en este barco? Triste Penélope que no sabe tejer. Abatido Teseo que ha perdido su hilo. 

Extiende el marinero su mano. El viento mece la última de mis hojas.


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