16/12/15

Tu dulce destierro

¿Cuántas veces habré de pedirte que me expulses de tu memoria? Arriban a esta orilla las olas transportando el eco de tus pensamientos. ¿Acaso creen que soy un puerto? Tú sabes que ni encrucijada de caminos ni suave y amena playa se pueden encontrar en mí, pues te asomaste tímidamente al mismo acantilado al que se le antojó hacerte huir.

¿Pero qué vienes buscando ahora? Intentas seducirme con promesas de un calmado futuro, ignorando aún el vendaval con el que se viste mi pecho. Y mi cuerpo es agitado testigo de cómo das palos de ciego. Ven, escucha: si tanto te interesa convencerme, sedúceme con la extasiada danza de desconocidos seres arbóreos entre tu sangre y tu piel, atráeme con los nudos de mar que un afortunado día aprendiste a deshacer, no busques ocultar el alfabeto perdido de tus raíces, muéstrame los colores que te parieron, embriágame con la savia del bosque sagrado, si es que ha sido ella la que ha ido añadiéndole palmos a tu ser.

Pero no, no me recuerdes si la chispa de la vida nunca rozó tu corazón, si tu nombre no tiene fragancia, si no hay magia en tus manos. No me pienses como el gorrión que descansa en su nido, sino como el águila que besa el viento. No me sueñes si te asustan los acantilados, si en ti murió la sensatez del mundo y la locura de los días. No me sueñes si para ti las palabras son conjuntos de letras y las melodías una serie de notas.

Si en ti no hay paisajes, destiérrame de tu memoria, deja que mi eterna ausencia cubra las huellas y busca una serena playa en la que seguir jugando a vivir.

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