Yo soy la flor que has sepultado bajo tu colección de
escombros. Tú eres mis lágrimas, que se elevan de mis ojos y purifican bosques.
Tú has convertido mis recuerdos en arenas movedizas, los has
envuelto en azufre. Yo guardo en mi manantial tus catedrales y cementerios,
porque me sobra coraje para amar precipicios y edenes.
Sale, o salía de tu rostro una luz que atravesaba el pecho.
Pero mi luz dispara sus dardos hacia dentro y hacia fuera, dejándome al
descubierto cada lirio y cada ortiga, deshaciendo toda máscara que tenga la
tentación de ponerme.
Tú encierras tu noche en un búnker y en mi cielo no hay ni un
gramo de acero, ni una valla. Y vive la piel junto al alma. Y la tuya la he
perdido.
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