Llevo años haciéndome esta pregunta y nunca he llegado a un sentido de
España como unidad. Las diferencias regionales, no políticas, sino de
idiosincrasia, son grandes. Y supongo que también existe una
idiosincrasia común de los españoles, pero ¿no estaría compuesta por los
diferentes rasgos? Por un lado, los ya citados, por otro, los que son
consecuencia de la historia, pues hemos de tener en cuenta que en el
territorio que llamamos España han vivido muchas culturas, sin hablar
del intercambio que ha habido con otras durante la época imperialista.
Para algunos, eso sería España: el imperio del pasado, pero yo no
encuentro nada natural, esencial en esta idea.
Hablábamos entonces de la existencia de una idiosincrasia española, sin
embargo, dudo que sea suficiente para dar una definición completa de
España. La idiosincrasia, pues, sería tan solo uno de los aspectos de la
idea de España.
Parece que todas esas personas que se emocionan cuando la selección de
fútbol gana un Mundial, que cuelgan esas banderas en el balcón tienen muy claro lo que es España, así como quienes se ofenden ante la
pretendida independencia de Cataluña. Pero, de nuevo, sigue sin
convencerme, porque no veo nada real en esto.
Sabemos algunas cosas sobre lo que no es España: no es su lengua, ya que castellano, catalán y gallego, así como otras lenguas romances peninsulares (asturianoleonés, aragonés...), se
desarrollaron al mismo tiempo, y el euskera estaba antes del nacimiento
de las lenguas romances. Tampoco existe algo así como una raza española.
Entonces, ¿qué es España? ¿Sus costumbres? Esto nos acercaría de nuevo
al aspecto idionsincrásico.
Pensaba que al introducirme en el siglo XVIII lograría entenderlo, pero
ha sido el XIX (¿padre filosófico del XX?) el que me ha dado la
respuesta.
En el siglo XVIII comenzó a haber una especie de exaltación identitaria
(sin llegar al nacionalismo aún), que era en realidad una manera de
diferenciarse de nuestros vecinos franceses. Después, en el XIX, con
París como la gran ciudad europea, España se divide aún más entre los
casticistas y los profranceses. Y llega esta división a tal extremo que, unida a otros desencadenantes, da lugar a varias guerras.
Una vez puesta en juego la violencia, parece que esta solo puede ir a
más, y así, en el siglo XX nos encontramos con una guerra aún más
sangrienta y cruel; una guerra alimentada por la irracionalidad, como es
encarcelar y fusilar a alguien por tener determinadas ideas, por negarse a matar...
Fue entonces cuando, leyendo a escritores decimonónicos como Larra (s. XIX) y a
los posteriores de la Generación del 98, lo comprendí. Comprendí que
España es un grito ahogado por el ruido de disparos, es un poema leído
en mitad del desierto, un pensamiento aniquilado. Y lo peor de todo es
que esto ha cambiado en la forma, pero no en el fondo. Los políticos,
sádicos sedientos de sangre mental (pues esto les importa más que el
dinero), no hacen otra cosa más que promover campañas de odio al
otro (financiadas algunas por el bolsillo de todos los españoles). Los
que dicen que apuestan por el cambio, los llamados progresistas, solo
progresan en su carrera hacia la dictadura ideológica, donde por
decisiones personales en las que el Estado no debería intervenir, las
personas son tachadas de fascistas, y por lo tanto de enemigos que deben
desaparecer. Los verdaderos fascistas lo que hacen es reducir las cosas hasta el punto de que cualquiera que no acepta la idea impuesta e irracional de España es para ellos un progre, un comunista, un enemigo de España, en definitiva, sin hacer distinción entre un político que apoya el sistema y un anarquista.
Lo que hay, de nuevo, es irracionalidad, maniqueísmo y reducción al absurdo.
Y así sigue España, llorando, temiendo por nuevos ríos de sangre.
Lo que hay, de nuevo, es irracionalidad, maniqueísmo y reducción al absurdo.
Y así sigue España, llorando, temiendo por nuevos ríos de sangre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario