Hoy os traigo algunas claves fundamentales para el
desarrollo del pensamiento crítico. En primer lugar, tenemos que hablar del
lenguaje, un componente esencial en la adquisición de conocimientos.
El lenguaje: una de
las funciones superiores del cerebro
El lenguaje es una de las funciones superiores del cerebro.
Aunque la información que voy a compartir ahora la podéis encontrar en
distintos libros y documentos, yo estoy utilizando en concreto un pdf elaborado
por el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Universidad Nacional
Autónoma de México. En la página 20 nos habla de las funciones superiores:
Estas siete funciones cerebrales tienen, por tanto, un papel
imprescindible en nuestro desarrollo. Pero ¿cuál es el del lenguaje?
Además, el manual de Lingüística coordinado por M. Victoria
Escandell (El lenguaje humano) explica que: “El lenguaje se asocia a una capacidad
de abstracción que permitió desligar la comunicación de la pura mímesis y del
entorno inmediato; y permitió, igualmente, recuperar, transmitir y estructurar
el conocimiento”.
El conocimiento de la realidad
Como estamos viendo, el lenguaje es imprescindible para
conocer la realidad. Y nuestro conocimiento de la realidad va a determinar cómo
nos relacionamos con ella. Cuanto mayor y más exacto sea ese conocimiento,
mejor podremos gestionar nuestra vida.
Cuando leemos o
escuchamos una palabra, es imprescindible que conozcamos a fondo su
significado, pero no solo el literal. Porque por un lado está ese significado
denotativo o literal y, por otro, todas las connotaciones que se asocian a esa
palabra.
Ejemplo: rojo
- Significado denotativo: color
- Significado connotativo: adjetivo que se empezó a usar
para referirse a todo miembro perteneciente al bando republicano durante la
guerra civil española y que, en determinados contextos, está cargado de un
matiz despectivo, ya que se utilizó y se sigue utilizando para insultar a
personas que tienen determinadas ideas.
Cuando no se tiene un conocimiento cultural o histórico, no
se puede llegar a ese significado connotativo, con lo cual, la información es
insuficiente.
Entonces, ¿qué necesitamos para interpretar correctamente un
mensaje?
1. Conocer con la mayor exactitud posible el
significado denotativo de las palabras: es una buena práctica recurrir al
diccionario de vez en cuando. Además, ahora ya lo tenemos en formato de
aplicación para el teléfono móvil. Para ampliar el vocabulario, también es
imprescindible tener un hábito lector.
2. Conocer, asimismo, el significado connotativo: hay
que tener un conocimiento de la cultura en la que se vive, de la Historia... Es
el conocimiento enciclopédico o lo que llamamos cultura general. Este
conocimiento enciclopédico se va adquiriendo a lo largo de toda la vida: “nunca
te acostarás sin saber algo nuevo”.
3. Pero no solo hay que conocer el significado de
las palabras. También es imprescindible tener en cuenta cuál es la relación que
tienen las palabras entre sí, esto es, la sintaxis. Por ejemplo, el nexo “y”
establece una relación de suma entre los elementos que une; el nexo “o”, de
opción entre varias posibilidades; el nexo “pero”, de contraposición; etc.
Entre las oraciones, puede haber coordinación o subordinación, etc. Por eso es imprescindible
manejar la sintaxis, así como la gramática en general. Cuanto más profundo sea
nuestro conocimiento de la lengua, más certera será la interpretación que
hagamos de un mensaje.
4. Por otro lado, es muy importante saber interpretar
correctamente la intención del hablante, esto es, el proceso inferencial. Y en
este proceso es tan importante el lenguaje oral como el gestual, y todo el
contexto en el que se está emitiendo el mensaje. Cuando hablamos de intención
del hablante, no nos referimos a la intención de la persona. Me explico: imagina
que estás siendo víctima de un estafador. Esta persona que desea engañarte
pondrá todos sus esfuerzos en hacerte creer que dice la verdad y que es una
persona de confianza. Para ello, utilizará determinados recursos (gestuales,
lingüísticos, etc.). A esto se le llama ostensión:

Por tanto, la intención comunicativa del hablante, de este
hipotético estafador, es la de generar confianza. Una persona perspicaz y
experimentada verá, por un lado, esa ostensión a través del proceso inferencial
(qué me quiere comunicar el emisor), y, por otro lado, verá indicios que le
lleven a sospechar de la voluntad del emisor de engañarle. Pero el estafador
intentará que ese engaño no se pueda inferir de sus palabras y gestos.
Pongamos otro ejemplo en el que no está presente la voluntad
de engaño: una pareja, vamos a llamarles Luisa y Juan, va a ir al cine. La
película empieza a las siete, son las siete menos diez y Juan no ha terminado
de prepararse. Luisa entonces le dice “son menos diez”, seguramente con una
expresión ligeramente enfadada y señalando con su dedo índice su muñeca. La
ostensión es clara. De sus palabras y sus gestos se extrae su intención
comunicativa, que en este caso es exhortativa: la de que Juan se dé prisa para
que lleguen a ver la película a tiempo.
En este caso, no hay dobles intenciones.
Como estamos viendo, la comprensión de la realidad se
distribuye en distintos niveles.
<<los niños (...)
comienzan usando la palabra "babau" para un perrito determinado,
aunque sea de peluche, y poco a poco la van aplicando a más objetos y animales
hasta que alcanza nuestra categoría "perro" >>. (¿Qué son
las lenguas?, Enrique Bernárdez)
El lenguaje va de lo sencillo
a lo complejo y esa complejidad se va alcanzando a lo largo de nuestra vida. En
ese proceso, vamos estableciendo relaciones semánticas que nos sirven para
estructurar el conocimiento.
Los
universales de la comunicación
En el artículo Cómo nos
convencen los políticos expliqué cuáles son los universales de la
comunicación y cómo se utilizan desde la política, la publicidad y los medios
de comunicación que sirven a los intereses de los políticos, para manipularnos.
Hagamos un repaso:
·
Esclavitud de la
imagen
·
Teoría de la
disonancia cognitiva
·
Reciprocidad
·
Gregarismo
·
Previsibilidad
·
Principio de
economía cognitiva
·
Sumisión
Estas son conductas humanas
innatas que conocen y utilizan a su favor aquellos que desean ejercer poder
sobre nosotros cuando aún no somos conscientes de ello. El origen de estas
conductas está en nuestros primeros pasos como especie. Son "comportamientos
heredados tras millones de años de adaptación y que se reflejan,
fundamentalmente, en las respuestas emocionales que tienen una importancia
vital en la comunicación". (Principios
de comunicación persuasiva, Javier de Santiago Guervós).
Aunque todas ellas son
importantes para el tema que estamos tratando, vamos a centrarnos en la
disonancia cognitiva.
La disonancia cognitiva es el
“malestar psicológico o tensión interna que percibimos cuando una creencia
personal se ve cuestionada por una nueva información incompatible o
contradictoria”. (https://www.psicoadapta.es/blog/que-es-la-disonancia-cognitiva/)
Para resolver esta tensión,
podemos hacer dos cosas: descartar la nueva información etiquetándola como
ridícula, pseudocientífica, etc., sin llegar a comprobar si es cierta o no, o
comprobar su veracidad y, si es necesario, hacer un reajuste en nuestras
creencias.
La reacción más cómoda es la
primera, pero para desarrollar el pensamiento crítico es imprescindible llevar
a cabo la segunda opción: examinar la nueva información recibida y comprobar su
veracidad. Este no es un proceso sencillo, ya que vivimos en un mundo que es
una red de mentiras y de medias verdades. Los pasos que debemos seguir en esta
parte de nuestra búsqueda dependerán del contexto concreto. Por ejemplo, si
escuchamos una afirmación científica, tendremos que comprobar quién la hace, si
tiene intereses, si para llegar a esa conclusión se ha seguido el método científico,
etc. Y cuidado aquí, ya que en múltiples ocasiones el poder recurre a
científicos para dar a una afirmación
una pátina de autoridad (la sumisión es uno de los universales de la
comunicación) y, basándose en ella, poder ejecutar leyes o medidas con las que
restringen nuestros derechos fundamentales. Por lo tanto, un título científico
o una revista de renombre no son indicativos de que una afirmación sea
científica. Lo único que pueda dar veracidad a una teoría o hipótesis es la
propia naturaleza del estudio por el que se llega a esa teoría o hipótesis: si
el investigador ha seguido o no el método científico. No todos los resultados
de investigaciones son publicados en revistas de renombre.
Con las afirmaciones de
carácter histórico sucede algo similar. Hay algunos historiadores interesados
en dar una visión sesgada de determinados acontecimientos del pasado, así que
es imprescindible distinguir entre un artículo o libro histórico de otro que no
lo es. En el primer caso, encontrarás constantes referencias que se pueden
consultar y comprobar. En el segundo, puedes encontrar o bien solo elucubraciones
sin ninguna referencia o un discurso manipulado en el que sí se te ofrecen fuentes,
pero solo aquellas que sirven para reforzar las ideas que se quieren difundir,
mientras que se te ocultan deliberadamente aquellas que refutan lo que se dice.
La mala noticia es que aunque
vayamos con pies de plomo, podemos equivocarnos alguna vez y, diciéndolo de
manera coloquial, nos la pueden colar sin que nos demos cuenta. Por eso es muy
importante estar siempre dispuesto a revisar aquello que creemos verídico sin,
por ello, dejar de tener los pies en la tierra.
Conclusión
Mantener un espíritu crítico
es relativamente sencillo. Alcanzar la verdad (o las verdades) no lo es, pero
eso no nos exime de renunciar a ella. El desarrollo del pensamiento crítico es
un proceso que dura toda la vida y que comienza en la infancia, cuando
empezamos a descubrir el mundo que nos rodea y a organizar la realidad a través
del lenguaje. Por lo tanto, una de las claves de este proceso es estimular esta
función superior del cerebro, llegar, poco a poco, desde una comprensión
literal de los mensajes que recibimos hasta una comprensión mucho más profunda,
teniendo en cuenta tanto el significado denotativo como el connotativo. Pero,
además, hemos de analizar la intención del hablante, tanto la comunicativa como
la personal y aprender a descubrir las dobles intenciones.
Necesitamos asimismo un
conocimiento cada vez mayor del contexto, de la realidad histórica, social...,
tener una cultura general que nos permita interpretar correctamente los
mensajes recibidos, tanto de manera oral como escrita (un tuit, un cartel publicitario,
una publicación escrita o audiovisual en facebook, etc. también son mensajes).
Otra clave del proceso es la
del autoconocimiento, la de identificar nuestras conductas humanas universales
(esclavitud de la imagen, teoría de la disonancia cognitiva, reciprocidad, gregarismo,
previsibilidad, principio de economía cognitiva y sumisión) y observar si nos
están impidiendo de algún modo llegar a un conocimiento más profundo de la
realidad. Pero lo más fundamental es la práctica, pues así es como
verdaderamente se aprende.