Promesas como puntiagudos cristales amenazando mis pies. Eran
falsos los soles, era todo hiedra el verde, sin ojos de sombra, sin fuertes ramas
a las que susurrar pájaros. Habría sido cárcel para mi torbellino azul.
Y ahora se mezclan en el nido de arenas movedizas ecos que
ya no palpitan, la última gota de sol de una copa hecha de niebla, notas que
componen lápidas con estelas de inalcanzables Mercurios que lanzan sonrisas
como ganchos.
Y no sangra la boca porque no doy un paso, porque no digo
una palabra, porque sigo en mis trece mientras la lluvia pétrea horada el pecho
haciéndome comer cuevas de plástico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario