El verde caos, el guiño infinito de la noche, el velero de
mis calles que es del viento, y no mío.
Lo que queda del plomo. Y yo a ratos dejándome tragar por
las arenas movedizas en lugar de asirme. ¿A qué? ¿Cuál es mi fuerza?
La voz de las estrellas llega tan apagada y mis oídos ya no
son los mismos.
Si encontrase un elixir que los convirtiese de nuevo en
selva.
No pediría más. No quiero ayuda para alzarme.
Me basta con descubrir el nombre de mi savia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario