Veo venir negra la orilla mientras la maquillan truenos y rayos.
Sínkope
En esta eterna lucha a veces logro escapar del humo que me
aplasta. Y conmigo salen de su encierro los gorriones -a veces me parece que
van olvidando la capacidad de volar-. Entonces se separan y se entrelazan y dibujan
alegres nubes con su canto. Se acercan con la fresca caricia que provocan hacia
un viejo roble. Pero este sacude sus ramas, desprendiendo aún más hojas. Y sus
crujidos ahogan la melodía. Y abre la boca el carcelero, que lleva en sus dedos
mi nombre. Y obligo a los pajarillos a volver conmigo al seco invierno. Y, otra
vez, acaba venciendo el plomo.
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