1/4/19

1-IV-2019


La poesía siempre está luchando contra bestias de alambre que la quieren devorar. Rasga con sus manos de estrellas el falso cielo y atraviesa con su aliento las oxidadas telarañas que impiden respirar al pecho.

Cada cierto tiempo, se arremolinan inviernos a mi alrededor que nublan la vista y agrietan los labios. Y ella queda al otro lado y no le abro las pesadas puertas. Los brazos son ahora de gelatina y el corazón tiene exceso de aire contaminado. Voluntad ha escapado de mi boca y de mi sangre.

Y mientras mueren primaveras, mis células gritan de hambre. Y ella, de quien soy indigna, sigue luchando por llegar hasta mí, por inundar todo y a todos los desterrados como yo. 

Y a veces, un breve momento nos encontramos y vibra un poco el pecho, que pronto vuelve a su estado vegetativo. Nunca es suficiente para respirar de nuevo.

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