La poesía siempre está luchando contra bestias de alambre
que la quieren devorar. Rasga con sus manos de estrellas el falso cielo y atraviesa
con su aliento las oxidadas telarañas que impiden respirar al pecho.
Cada cierto tiempo, se arremolinan inviernos a mi alrededor que
nublan la vista y agrietan los labios. Y ella queda al otro lado y no le abro
las pesadas puertas. Los brazos son ahora de gelatina y el corazón tiene exceso
de aire contaminado. Voluntad ha escapado de mi boca y de mi sangre.
Y mientras mueren primaveras, mis células gritan de hambre.
Y ella, de quien soy indigna, sigue luchando por llegar hasta mí, por inundar
todo y a todos los desterrados como yo.
Y a veces, un breve momento nos encontramos y vibra un poco
el pecho, que pronto vuelve a su estado vegetativo. Nunca es suficiente para respirar
de nuevo.
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