13/2/21

Un ángel extraño

Buscadora insaciable de esencias y sombras que mecen océanos, solo me he parado algunas tardes tristes a exhalar torbellinos para hacer como que beso la savia que soy o creo ser. 

Y en ese sucederse los pasos, con una mano apuñalo torpe al reloj y, con la otra, me despojo de la seda y los harapos que roban mi alfabeto. 

En esa suma de tropiezos, me he encontrado con algún que otro duende que ayudaba a identificar los falsos nombres mientras agujereaba el verdadero. 

He sangrado tinta, me he hecho amiga de las piedras, de mi propia impotencia; para qué caer de bruces si puedes limitarte a reptar en algunos tramos. 

Acariciada por el limo y el diamante, me topo en la esquina con un ángel extraño. Aunque grito a su rocosa mirada, algún rincón de apariencia inaccesible emana susurrantes cascadas, dulce tálamo para mi alma negra y mis histriónicas fatigas.

Me convierto en un barco cuya deriva es el compás formado por el anhelo de su halo y el hiriente chirriar omnipotente, omnipresente, devorador de estrellas.

Breves quizás sugieren si no habré quedado atrapada por el imán de la brújula, estancada en un descerebrado y descorazonado norte.

La única respuesta es seguir pateando laberintos, riendo locuras y llorando carbón.

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