Se deslizan perlas por grises laberintos sin hilo ni fin. Savia
que se choca, como siempre, contra un muro. Manos ancladas en mares de
plástico. Ni siquiera hay a la vista acantilados a los que temer. Cucarachas en
lugar de aves. Ladrillos y no hojas.
Hoy, ni una luz real a la que aferrarse.
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