Elige a veces el alma
caminos de plástico
para mostrar sus hojas;
puertas gigantes que atrapan,
que absorben la savia
y consumen manantiales;
olvidando las oquedades
entre zarzas, susurradas en
el silencio primigenio.
Pierde a ratos la costumbre
del respirar lento,
de dejarse mojar
las entrañas
por las lágrimas del cielo.
Pierde el ritmo, el latido
del Universo.
Pero siempre vuelve a
recordar, como un ave
nocturna que se subleva
contra el cruel carro de fuego
y retoma los pasos
hacia el bohemio destino
donde solo reina Caos.
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