Se me juntan las palabras con los torrentes, las raíces con
las olas; y la savia anda desorientada en un bosque sin luna ni crujir de ramas.
El huracán me lleva a tus pasos y se choca contra un muro;
otro más, que parece que espanto a las ventanas y a los nidos. Y en mis pies
también suenan piedras.
Pero ya no me engancho con las tijeras del cielo. Ahora se
posa el peso del alma sobre campos de algodón que no se inclinan. Y tampoco se
secan, aunque me cuesta llover y aunque a veces se tropiezan mis ojos con la
sombra de tus huellas.
Ya no sé si la estela que atraviesa las nubes proviene de
fénix o de cuervos, ya no sé qué persigue mi torrente. A veces pienso que solo
busca los muros.
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