Cuando hablamos de vientres de alquiler, no podemos partir
de la premisa de que todo el mundo tiene derecho a ser padre o madre, porque refleja
una mentalidad basada en el egoísmo, y no se puede criar a un hijo desde ese
sentimiento. Es el sistema capitalista el que nos hace creer que la obligación
del mercado es ofrecernos todo aquello que necesitemos, o que sencillamente se nos
antoje.
Hace tiempo me comentaba un amigo hasta dónde llega el mercado
de las necesidades afectivas en Japón. Un ejemplo es el alquiler de seres
queridos, cuyos servicios van desde aparecer en una foto o en un evento hasta
cumplir un rol con cierta frecuencia. El propio fundador de la empresa dedicada
a esta actividad <<lleva varios
años haciéndose pasar por el padre de una niña de madre soltera>>. (https://www.elespanol.com/mundo/asia/20171227...).
Pero esto no sucede solo en Japón. Desde hace algunos años, la
plataforma estadounidense Rent a Friend pone en contacto a
personas que buscan compañía con otras que la ofrecen a cambio de dinero.
<<La propuesta es sencilla: permitirles a las
personas, que por cualquier motivo estén solas, en su ciudad o en cualquier
parte del mundo, encontrar a alguien simpático y comprarle “horas de amistad”,
en efectivo o con tarjeta de crédito, para compartir todo tipo de salidas y
actividades>>.
No me quiero detener demasiado en estos ejemplos. Sé que
caigo en el subjetivismo, pero creo que cualquier persona que ha tenido una
vida emocional más o menos saludable entiende que aquí hay algo que cojea. Estamos
hablando de comprar afectos. Todos a
veces nos hemos sentido solos, necesitados de alguien que nos escuche o nos
acompañe (dejamos de lado el mercado de las apariencias nipón), pero al vernos
enfrentados a ese sentimiento desagradable, hemos tenido que aprender a resolver
el conflicto por nosotros mismos. Y en ese proceso, no solo somos conscientes
de lo que sentimos y pensamos, sino que también nos volcamos en el otro,
aprendemos que otros seres humanos tienen las mismas necesidades emocionales
que nosotros. Parece mentira tener que explicar estas cosas, y sin embargo, en
nuestra época somos testigos de la decadencia a la que es sometido el sujeto
por parte del sistema capitalista. Sería interesante analizar en otra ocasión
las razones por las que el sistema se esfuerza tanto en mantenernos aislados,
atomizados e incapaces de solucionar nuestros problemas.
Volviendo al comienzo del artículo, insistimos en que la premisa
de que “todo el mundo tiene derecho a ser padre o madre” es absolutamente
errónea y proviene de la mentalidad del sujeto descrito: atomizado, alienado,
sin empatía ni capacidad de entrega, sin iniciativa ni autonomía; mejor dicho,
la autonomía se la da su potencial económico, pero no sus capacidades
interiores. En “La
incontenible infantilización de Occidente” (Revista
Disidentia), explica Juan M. Blanco: <<Va desapareciendo la
cultura del pensamiento, de la reflexión, del entendimiento y es sustituida por
el impulso, la búsqueda de la satisfacción instantánea. La infantilización se
impone>>. Esa es la clave: la búsqueda
de la satisfacción instantánea.
(Disculpadme si a partir de este momento soy aún más dura).
¿Que me siento solo porque jamás he desarrollado la capacidad de iniciar una
amistad y no estoy dispuesto a soportar, y mucho menos aprender de esa soledad?
Pues pago a alguien para que se tome un café conmigo. ¿Que me apetece mucho ser
padre porque me he creado unas expectativas, tal vez irreales, o tal vez no, de
lo que eso significa, y no quiero pasar por un proceso de adopción*? Pues compro
un hijo. Ya no basta con llenar nuestros espacios vacíos con la telebasura, con
los nuevos objetos tecnológicos, con su exceso de luz, ruido y movimiento. Ahora
también compramos los afectos.
*El tema de las adopciones es, desgraciadamente, muy turbio, estando la raíz también en el sistema capitalista y en la propia avaricia del ser humano (Casi 20000 niños huérfanos españoles no pueden ser adoptados https://extraconfidencial.com/noticias/casi-20-000-ninos-huerfanos-espanoles...).
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