un borrador gigante que deje el
lienzo en blanco,
que apague las estrellas, que diga
que no hay nada.
Que no quiero paisajes ni dáimones
ni perlas,
ni tinta en mis venas, ni savia en
mis ramas.
Que quiero esconderme en letras de
cartón,
en el asfalto que cada día me aplasta.
Y ahora es la lluvia que creí mi
amiga
la que horada la roca de mi mar
loco.
Y mis ojos tan ciertos ignoran los
truenos
y siguen siendo el viento libre de
siempre.
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