31/10/14

Vuela mi mente con esta mariposa. Mariposa repentina, más bien intermitente. Permanente su estela. Y el río hecho piedra en mis entrañas que no puede fluir, preguntándome por qué. Por qué no puedo ser yo mariposa y estar en ti con mi estela. Rutina.
Me encierro-y me entierro- en la rutina, y enredo mi mente para mantener los ojos atados, no sea que me distraigan las estelas y la piedra se convierta en plomo. Y aunque evito el espejo, estos susurros a mi diestra me devuelven un esperpéntico reflejo, que sabiendo que no es real, me ata con más fuerza al suelo.
Y luego vienen los hechos, ¿hay algo más real? Para mi yo crédulo son verdad irrefutable, pero ¿y si Unamuno tenía razón y sólo es real lo eterno? ¿Qué hay de eterno en mí? ¿Lo has visto tú? ¿Es estela o podredumbre?
Contradicciones, sí. Y certezas. La certeza de que dentro de mí hay río de piedra que emana hiel que te salpicó, que te agujereó, que destruyó la única posibilidad de ser para ti mariposa.

Y un yo acepta la “realidad” y continúa abrazando la rutina, pero otro silencioso como el brillo de una estrella me habla de un secreto manantial que tal vez pudo ir humedeciendo tu alma, y me muestra imágenes de primavera. Y entonces no sé si permitir que la mar derrita esta piedra o mirar el reloj y fundirme con el asfalto.