26/10/17

En los días de niebla

La sombra enredadora amenaza con lacerar de nuevo el pecho, y me trae palabras viejas que mi cuerpo, hoy cansado, no puede esquivar. Camino por bosques de cristal y humo. Y debate el vestiglo con mi sangre.

Pero, esta vez, vence la pureza. Se posa como un suave sol en mis rincones, sin quebrar telarañas, convirtiendo el polvo en destellos.

Y olvidan mis manos esas que sostienen cantos monocordes disfrazados de blues, o tintineantes danzas en concurridas calles. Promesas de explosiones bajo cuencas vacías que me niego a llenar, aunque me sobre fuego.

Y se van las palabras cargadas de escorpiones. Las derrite el beso de la ondina, que se sumerge en caudalosos ríos sedientos siempre de paisajes. Y teje la prudente, mientras bebe ocasos. Perdonándose a sí misma por dejar en los días de niebla su labor. Porque no es fácil ser Penélope y Ulises al mismo tiempo.


23/10/17

El beso del huracán

Manos que quieren encerrarme, atraparme en cajas de terciopelo. Convertir mi voz en un monótono canto. Eliminar mi cielo para instalar su techo.

Ven en mí algodón, quietud, cristal. Porque no se han atrevido a enfrentarse a su propio espejo. Y si las dejo aproximarse, me reprochan que sea, sobre todo, aire y fuego. Y un aire caprichoso, además, a veces brisa, a veces impetuoso viento.

Cabezas que pretenden fracturarme, despojarme de mis mares revueltos. Su motor inmóvil les lleva a dividirme, sin aceptar que pueda ser lágrima y sol al mismo tiempo; que me vista hoy flor delicada, mañana desnudas tinieblas que enredan mi cuerpo, tembloroso y firme, manantial y hielo.

Adjetivo y verbo. Loco querer. Serena pasión que me desangra. Beso impávido ante las sombras del tiempo, ante los monstruos hechos de zarzas.

Y sigo mi sendero trazado por el vuelo de una flecha que me lleva a donde quiero y no quiero.