25/2/15

Quería escribirte, noche


Escribir quería a la noche
y animarla a soltar sus nubes
de plástico iridiscente.
Pero entendí que también
mi ser exige pureza.
Pureza que a veces se cansa
de brotar quebrando piedras.

Chocamos de frente con las
dos fuerzas que nos componen;
mas solo una de ellas
nace en la higuera del miedo.

Y cuánto yo quisiera que
este árbol me cortaran.
Que se abrieran mis rosas y
que la brisa probara esa
pulpa cristalina que
palpita en mis entrañas.

No es que yo desee, noche,
dejar de escribirte, pues
pureza atrae a pureza,
y mi estrella busca tu abrazo.
Pero ¡cómo! dime, cómo,
si para fundirse noche
y luz, han de atravesar
nubes  y  asfalto.
 
 

12/2/15

12/II/2015

En estas noches calmadas, tras el gramático trajín, me pregunto por qué he de amar.

Amar a quien no me ama, amar a quien no me aprecia.

Yo no planté este amor, que más parece un yugo. No es libre. Y si no es libre, no es amor.

A través de la ventana me despeina la dorada historia de la eterna ciudad -esto sí es amor-, y de repente tintinea una alegría que despierta de su invierno. Viene envuelta en otro amor, amor por el conocimiento, amor por tejer las ideas para esbozar la verdad.

Verdad y mentira tienen la misma forma, susurra el viento

Y se traslada esa batalla a mi interior. La danza de hojas comienza a abrirse hueco en esto que soy, o creo ser, y la perla nocturna desfallece de nuevo.

Pero entonces se levanta la conciencia, defendiéndola con fiereza. ¿Por qué, por qué mi conciencia ama tanto a la perla? 

¿Y por qué habría yo de luchar por algo que acumula capas y capas de nieve y ceniza? ¿Por qué no dejar que este sabio sol que anuncia primavera polinice mi flor, que se cansa de estar cerrada?

Ojalá no conociera los nuevos nudos del tapiz. Ojalá Ariadna cortase el hilo.




1/2/15

Se me ahoga la poesía...

Se me ahoga la poesía en esta espiral de afilados dientes.
No quiero llamarlo desgarro. No. Las pasiones que me desgarran abrazan en encendidas llamas mi pecho cuando amenaza el desfallecimiento.
Si existe una palabra para esto, aún no la conozco. Es un alambre de espinos que aprisiona mi alma, y hace que rezume ennegrecida hiel.
Salpica, erosiona mi integridad. Mi presente.

Es una batalla entre el puño del pasado y la danza de un pincel que conoce el misterio de los colores. Perdí de vista el pincel. Y la líquida pena de mis ojos no me permite comprobar cómo ha quedado mi piel. Y es que las lívidas manchas que deja el pasado no pueden mezclarse con la paleta del pintor. Pertenecen a distintas esferas.

Cómo concluir. Yo no soy profeta. Solo quiero dormir. Tal vez entonces un ángel me alimente.

Pintura de Juan Antonio de Frías y Escalante