25/4/19

Desterrada


Estas interminables paredes del laberinto. Estas garras de humo que consumen los jirones de mis alas. Este alambre de espinos que presiona el pecho. 

El reloj, intrépido señor de la parálisis; el veneno se queda y los días huyen espantados.

Ya no importa descubrir el origen de tanta podredumbre. 

Estoy desterrada en las lindes de mi alma.

Porque cabalgué desiertos mares sin temor al fangoso abrazo. Porque no me importaron pozos ni acantilados. Siempre encarando el desgarro. Siempre siguiendo el sendero de amarga apariencia, buscando la perla que habita el invisible arroyo. 

Buscando la perla

me perdí.

Creyendo oír el arroyo

perdí el sendero.


Me perdí.


Y quiero beberme el brillo de los días.

Y sigo desterrada en las lindes de mi alma.

12/4/19

"La peste", un libro humanista


La realidad que se nos presenta en las primeras páginas de la segunda novela de Albert Camus es desoladora: un mundo vacío, donde el individuo vive en soledad interior. Se nos dice: “la ciudad, en sí misma, (...) es fea” y se nos menciona el “aspecto frívolo de la población y de la vida”, pues se vive por costumbre.

Sin embargo, el narrador no se deja arrastrar por el estado del escenario que describe. Enseguida comienza a mostrar escenas en las que se va a centrar a lo largo de su crónica: las de amor. Un amor que pronto va a ser obstaculizado por la epidemia de peste que sufre la ciudad de Orán y por las medidas que se tienen que implementar y que sumen a la ciudad en el aislamiento. De repente, las familias y las parejas de amantes se encuentran separadas e incomunicadas, ya que ni siquiera se permiten las cartas y telegramas. 

La muerte se extiende sin freno y ni las medidas ni el esfuerzo empleados son suficientes. Ante esta situación, existe una reacción que acepta lo que sucede, pues se considera que proviene de la voluntad de Dios y que es fruto del pecado; por lo tanto, es necesario resignarse. Y, opuesta a ella, está la postura que rechaza todo lo que haga morir o lo justifique. Los protagonistas de esta historia, y a su vez, cronistas, luchan contra la muerte en la medida de sus posibilidades.

Ellos son el médico Rieux y Tarrou, un hombre de curiosa personalidad y cuyas notas usa el narrador para contar los hechos. Dicho narrador nos habla en realidad a través de las crónicas de otro narrador que “será conocido a su tiempo”, lo que se nos recuerda durante casi todo el relato y nos mantiene en suspense. Pero no es esto lo más notable de la novela.

Camus consigue tocar el corazón del lector, no de una manera suave y superficial, como una canción simplona, sino de modo punzante, poniéndonos delante la realidad, mostrándonos siempre el lado humano de la situación. Y esto lo hace porque el narrador dice explícitamente que va a mantenerse el margen de lo que cuenta. No hay valoraciones personales. Conocemos a los enfermos, sobre todo, a través de Rieux. Y al conocer su enfermedad, se nos habla también de sus historias de amor, de sus esperanzas e inquietudes. Pero no solo las de los que han contraído la peste. También conocemos el sueño de Grand, que trata de encontrar las palabras adecuadas para su obra; o el de Rambert, un periodista que se queda atrapado en la ciudad y separado de la mujer a la que ama.

La peste es, en realidad, una metáfora de aquello que infecta al ser humano y constituye uno de los asuntos principales que trata la novela, además del amor, que ya hemos citado. “Cada uno lleva en sí mismo la peste”. Por eso Tarrou, que ya había conocido la infección anteriormente en otra de sus formas, trata de no infectar a nadie: “Al fin comprendí, por lo menos, que había sido yo también un apestado durante todos esos años en que con toda mi vida había creído luchar contra la peste”; “Sé únicamente que hay que hacer todo lo que sea necesario para no ser un apestado”. Y la manera de hacerlo en el momento de la narración es dedicando su tiempo y sus fuerzas a atender a los enfermos, tarea a la que se suma incluso uno de los personajes que sí que aceptan la muerte.

Al principio, la imagen que se nos da de Tarrou es la de un hombre con el corazón seco, y por eso nos descolocan su actitud y sus palabras en el resto del relato. Sin embargo, pronto entendemos que son las situaciones vividas las que le han dejado esa huella, como le pasará a Rieux, de quien se nos dice que le empieza a invadir la indiferencia: “su corazón se cerraba sobre sí mismo”. Es cierto que no actúa con patetismo: en una de las muertes más trágicas, la de un niño, no hay reacciones apasionadas por parte de Rieux y el resto de personas presentes; pero no se trata de indiferencia como sinónimo de dejadez. Rieux simplemente hace lo que tiene que hacer, no porque se lo imponga una religión o lo obligue alguien, sino por propia voluntad. Es el hombre el que se hace a sí mismo.

La novela termina de una manera paralela a como empieza: si al principio se nos habla de “esta ciudad sin alma”, ahora se nos dice: “este mundo sin amor es un mundo muerto”. Y nos cansamos tanto de las injusticias que al final solo exigimos “el rostro de un ser querido y el hechizo de la ternura en el corazón”.

9/4/19

Estaba equivocada

(Apuntes sobre el individualismo en lo social y en lo afectivo)

A veces este mundo me parece una fábrica de humo de colores, de luces de discoteca, de paraísos de cartón que nos embelesan y nos distraen de la vida. Pero ¿qué es la vida? ¿qué es vivir? No soy quién para predicar mi pensamiento ante los demás despreciando el suyo. Quizás mi camino no es el camino correcto, quizás otros sí viven y mi definición de vida es también una quimera. Y aun así, si tomamos una decisión con base en el resultado de la introspección y el análisis profundos de nuestra situación actual, de nuestras circunstancias presentes y pasadas, de nuestra experiencia y la observación de lo que nos rodea, buscando el difícil equilibrio entre la objetividad y la subjetividad, hemos de ser coherentes con tal decisión, pues eso no impide que seamos flexibles a la hora de mejorar o corregir nuestro análisis y sus consecuentes nuevas decisiones. Esto sucede porque pensamos y porque estamos abiertos a cambiar nuestra forma de ver las cosas. Sí que podemos tener unos principios morales (siempre fruto de nuevo de nuestra reflexión y elección) que sean inamovibles, como el respeto al prójimo y otras virtudes humanas esenciales. Pero evidentemente somos seres en constante construcción. Tenemos emociones y pensamientos que a veces nos arrastran hacia donde no queremos (nos controlan), tenemos vivencias duras, tenemos la capacidad de análisis, de cierta objetividad, tenemos voluntad y la posibilidad de llevar a cabo cambios en nuestra actitud.

He basado mi vida hasta ahora en dos pilares: 
  • La búsqueda (activa y no solo teórica) de mi verdad interior y de la verdad del mundo y de las cosas en la medida de lo posible.
  •  El disfrute sensorial y espiritual: la belleza de los paisajes, de la música, de las fragancias, de la poesía, del amor erótico... Teniendo en cuenta que la vida también conlleva sufrimiento. Este punto, junto con el anterior, me ha llevado a mi afición primordial, que es la creación literaria.
Pero he dejado de lado un aspecto esencial, que es el del afecto y las relaciones humanas. Ha sido una decisión consciente, aunque basada en duras experiencias desde la infancia, que ha venido impulsada además por una incapacidad de aceptar las conclusiones a las que llega el experimento de Solomon Asch: el conformismo con respecto al grupo. Siempre mis ideas propias han primado sobre las creencias colectivas, y ni siquiera entre personas con las que compartía mentalidad, lo he llegado a hacer al cien por cien (algo que no es posible, obviamente).

El hecho de tener un pensamiento siempre tan distinto al resto, me ha llevado a una situación de cierto aislamiento social con episodios de mayor o menor intensidad a lo largo de los años. Y aun así, en todos esos episodios he mantenido relaciones afectuosas con personas cercanas, en las cuales ha habido algo tan simple y necesario como son los pequeños favores del día a día. Yo nunca he sido una persona de las que se quejan por hacer favores y que no te los devuelvan, por ser mis relaciones poco numerosas, pues siempre me he alejado, a veces por razones injustas, de todos aquellos con quienes no me sentía cómoda. Esto reduce significativamente el número de favores que te piden. Además, siempre he tenido tendencia a evitar pedir yo favores. Y a esto hay que sumarle un incomprensible sentimiento de estar en deuda con los demás.

Pero la situación empeoró cuando pasé de un cierto aislamiento social al aislamiento afectivo casi total debido a situaciones de un fuerte desgarro emocional. Inmersa en él, tomé una decisión firme: la de no depender de nadie en ningún aspecto de mi vida (no necesitar ningún favor, apañarme yo sola para todo). Al principio me sentía muy orgullosa de mí misma, aumentó mi autoestima, etc. Conocí las verdaderas consecuencias de mi decisión cuando la vida, a través de los sentimientos, me puso delante la oportunidad de establecer de nuevo vínculos. Y descubrí que ahora estaba incapacitada, que había algo que no me dejaba, un muro, unas cadenas. Comenzó entonces una batalla dentro mí, porque había dos fuerzas opuestas que querían guiar mis pasos y dominar mi lenguaje y mis manos. Yo deseaba establecer libremente ese vínculo, pero durante el aislamiento afectivo había creado una bestia en mi interior que tenía poder sobre mí. La única salida que me quedaba era sacar más fuerzas de las que creía tener. Y el empujón definitivo para hacerlo vino del consejo de una persona que además me recomendó la visualización del documental "La teoría sueca del amor". Fue entonces cuando me di cuenta de que había tomado la decisión incorrecta, que tener pensamiento propio y no dejarse absorber por la mentalidad grupal es compatible con la existencia de vínculos afectivos y sociales (me refiero, respectivamente, a relaciones más íntimas y otras un poco más lejanas, pero cordiales e igualmente necesarias), y que tales vínculos conllevan una interdependencia, no solo en los aspectos más tangibles (los favores del día a día que comentaba), sino también en algo que antes consideraba trivial como la compañía, y en el amor.

Esto sí que me parece esencial. Mis primeros noviazgos fueron relaciones de "dependencia negativa", por darle un nombre, en las que el abuso psicológico era lo normal. Tras salir del estado de dependencia emocional y conocer otro tipo de relaciones, construí mi verdad sobre este aspecto en la creencia de que en el amor hay que ser independiente, es decir, no hay que necesitar a nadie, que se puede ser feliz por uno mismo. Y no es del todo incierto. Es necesario tener un espacio de libertad interior y tener desarrollada la personalidad, pero obviamente necesitamos el amor de los demás e influyen en nuestra felicidad, al igual que nosotros influimos en la suya, por lo que es muy importante que sepamos tratar al otro correctamente (mediante la empatía).

Es algo que resulta evidente, y sin embargo, estamos consumiendo este humo de colores que es la idea de la independencia afectiva que se nos trata de vender. Pienso que hay un interés detrás. Si se favorece tanto el individualismo, el hedonismo mal entendido que nos ofrece el capitalismo feroz, es porque nos quieren solos y amargados. Si se destruye el sistema de apoyo mutuo (material y afectivo), nos volvemos independientes de la gente y dependientes del Estado.
 


2/4/19

El camino de la locura

La vida nos ofrece dos caminos: uno es abierto y luminoso y el otro puede resultar algo siniestro y no esconde sus peligros.

Pienso que si uno está atento, es capaz de percibir en qué momento es necesario elegir entre uno u otro. Sin embargo, cada vez, como ya comenté, requiere un mayor esfuerzo encontrar momentos de silencio en los que podamos analizar nuestras circunstancias y a nosotros mismos, y tomar decisiones al respecto. Y esto se debe a que la sociedad actual nos predispone a un hedonismo mal entendido, a buscar el placer para una personalidad con la que nos identificamos, pero que no somos. Y cuanto más se apodera esa personalidad de nosotros, menos fuerza tiene nuestro verdadero yo.

"Hemos de tener en cuenta que el inadaptado suele ser muy diferente al resto desde la infancia"

Entre la multitud, siempre hay algún loco incapaz de adaptarse al mundo que nos viene dado, y es muy duro negarse a ser absorbido por la masa, ya que el camino va a ser solitario y, si no hay ningún tipo de apoyo, lo más seguro es que a esa persona le invadan las dudas, que pierda la confianza en sí misma y que tenga una baja autoestima debido a que no puede cumplir las exigencias de una sociedad que no entiende. Hemos de tener en cuenta que el inadaptado suele ser muy diferente al resto desde la infancia, lo que le lleva a recibir críticas e incluso violencia.

En muchas ocasiones, a esto hay que añadirle episodios traumáticos en el propio hogar. En realidad, creo que todos nosotros guardamos alguna herida más o menos severa, pero no cualquiera tiene el valor suficiente para enfrentarse a ello. La mayoría prefiere enterrarla en lo más profundo del subconsciente y presentarse al mundo con la falsa personalidad creada.

Quizás alguien que lee esto ahora se ve identificado con los locos que menciono y está dudando de sí mismo o se siente culpable por algunas actitudes inconscientes que no sabe cómo frenar. En ese caso, es importante que entienda que el crecimiento personal es un proceso gradual y permanente Mejorar de forma voluntaria es una batalla dura y es normal sentirse en algunos momentos saturado.

"obviamente no nos vamos a sentir cómodos en un mundo que rechaza lo que somos"

No obstante, si seguimos haciéndonos responsables de nuestra vida, podemos ir superándonos a nosotros mismos.

Es cierto que estamos en el mundo y vamos a encontrar muchos obstáculos, empezando por la críticas y la incomprensión de quienes se niegan a sí mismos vivir porque han tomado el camino aparentemente atractivo, el camino del bienestar y la seguridad. Y a veces vamos a creer que somos personas ineptas para la convivencia, pero si bien debemos mejorar nuestras aptitudes sociales (porque, como ya he mencionado, el crecimiento personal nunca acaba), obviamente no nos vamos a sentir cómodos en un mundo que rechaza lo que somos, pero sí que podemos y debemos tener relaciones afectuosas con personas que también han elegido el camino de aspecto siniestro.

Termino con las palabras del loco que ha inspirado este artículo:

https://www.youtube.com/watch?v=Vhkm2vLLTVw

1/4/19

1-IV-2019


La poesía siempre está luchando contra bestias de alambre que la quieren devorar. Rasga con sus manos de estrellas el falso cielo y atraviesa con su aliento las oxidadas telarañas que impiden respirar al pecho.

Cada cierto tiempo, se arremolinan inviernos a mi alrededor que nublan la vista y agrietan los labios. Y ella queda al otro lado y no le abro las pesadas puertas. Los brazos son ahora de gelatina y el corazón tiene exceso de aire contaminado. Voluntad ha escapado de mi boca y de mi sangre.

Y mientras mueren primaveras, mis células gritan de hambre. Y ella, de quien soy indigna, sigue luchando por llegar hasta mí, por inundar todo y a todos los desterrados como yo. 

Y a veces, un breve momento nos encontramos y vibra un poco el pecho, que pronto vuelve a su estado vegetativo. Nunca es suficiente para respirar de nuevo.