31/7/18

31-VII-2018



Me vais a permitir que ignore sucios prensiles de alcahuetas flores.
Sínkope


Mis pies corriendo hacia el azul y el antisilencio haciéndome soñar zancadillas. Mientras la niebla permanezca inasible, y no alimente las arenas movedizas que a ratos me detienen, podré seguir mi camino, aunque con alguna que otra lluvia y enredón.

La roja punta de tus dedos parece que quiere arrebatarme lo que ni siquiera tengo, y se disfraza y lo abraza con cadenas invisibles que dejan cicatrices bajo la piel.

Y yo, con mi pozo seco, me muevo igual; continúo en mi silencio adornado de pájaros. Y me pregunto si no sería mejor gritar mi vendaval antes de que tus sucios prensiles lo atrapen. Pero la voz de las estrellas que por fin oigo me dice que solo siga, sin mirar a los lados, corriendo hacia el azul.

30/7/18

Despertares


Promesas como puntiagudos cristales amenazando mis pies. Eran falsos los soles, era todo hiedra el verde, sin ojos de sombra, sin fuertes ramas a las que susurrar pájaros. Habría sido cárcel para mi torbellino azul.

Y ahora se mezclan en el nido de arenas movedizas ecos que ya no palpitan, la última gota de sol de una copa hecha de niebla, notas que componen lápidas con estelas de inalcanzables Mercurios que lanzan sonrisas como ganchos. 

Y no sangra la boca porque no doy un paso, porque no digo una palabra, porque sigo en mis trece mientras la lluvia pétrea horada el pecho haciéndome comer cuevas de plástico.

21/7/18

El nombre de mi savia


El verde caos, el guiño infinito de la noche, el velero de mis calles que es del viento, y no mío.

Lo que queda del plomo. Y yo a ratos dejándome tragar por las arenas movedizas en lugar de asirme. ¿A qué? ¿Cuál es mi fuerza?

La voz de las estrellas llega tan apagada y mis oídos ya no son los mismos.

Si encontrase un elixir que los convirtiese de nuevo en selva.

No pediría más. No quiero ayuda para alzarme.

Me basta con descubrir el nombre de mi savia.

19/7/18

Adanes


Derribando pseudosoles de cartón, con esta suavidad de últimamente. Alejándome de los rayos que acarician mis pétalos porque no sé si al mismo tiempo se secan mis raíces. No, no sé qué pasa con mis raíces. Las intento conectar a la red universal que alimenta el viento y enfurece y calma las olas. Y persigo esa misma electricidad en unos ojos, en la brisa de un velero que se acerca a mi puerta como por casualidad. Y no, no sé si acabaré desgajada en húmedas trizas que no apagan la sed, por confundir el susurro de las estrellas con la ronquera de un faro; y titilando lenta en medio de un cielo apagado, bajo un sol bizco, borracho de mentiras. 

Sí sé que mis pasos son vendaval apasionado por el sabor de los precicipios, porque son los únicos que esconden edenes.

O no. O está el paraíso en dulces adanes que me parecen soles de cartón, serenos labios que rozan con ternura mis pétalos, o que escupen cadenas cuando me descuido.