29/1/14

No lloro, no canto.

No sale una lágrima, no una melodía.
En cárcel confortable
mi pecho amarrado.
Un sutil susurro.
Un grito ahogado.

Aquí no escucho,
aquí no siento.
Aquí imágenes de humo
que no calientan
ni asfixian.

Aquí un poema
que no sabe ser hecho,
que sólo necesita
sonar y no puede.

No se oyen los pasos,
ya no hay una puerta.
Cuerpo no habitado.
No es alma desierta.
Es alma que vuela,
en cielo inexistente,
o en cielo que sí está,
pero en él no estoy presente.

Sólo cantan las lágrimas
en el húmedo frío de invierno y
en el acogedor verano.

Mi cárcel, mi cárcel,
confortables paredes
que pateo y no salgo.

26/1/14

Buscando (encontrando) los colores de mi alma

Te veo en ese cielo, ondas arco iris, verde brisa proyectada desde el pozo de mi alma que creí vacío. Antes te quería alcanzar, aún hoy a ratos, porque durante años no he sabido acceder a ti. Y quisiera ser sólo tú, el aire que late en mis células; el agua que me hace desaparecer de lo irreal, y por tanto me convierte en pura realidad; estas estrellas y paisajes que buscaba incesantemente en los libros, devorando páginas, surcando el infinito y saciándome jamás. Póstumas lágrimas, viendo desde la fría piedra lo que pareció eterna infelicidad, reprochándome no haber volado, pero cómo...

No estoy en la lápida, no aún. Y yo me preguntaba cómo... Ellos decían: haz esto, haz aquello, no te reprimas, pero ahí no encontraba los colores de mi alma, la ardiente pero suave felicidad. La hallaba fluyendo por entre vírgenes senderos, siendo testigo de los refulgentes guiños de la noche, y sin embargo se desvanecían en la fingida solidez que empareda mis más profundos deseos. Me perdía en la desesperación de la limitada vida de ese sublime estado.

Pero hoy sé que es cierto, la veo ahí reflejada, sé que sale de mí. Siempre encuentro la manera. No consiguieron que me rindiera ante un falso dios y aprendí a extender mis brazos para ser los hilos de esta danza universal, formando campos de constelaciones. 

Respiro esta sublime mezcla de notas y encamino mis pasos para convertir mi vida en la melodía surgida de este instrumento que es mi ser. Me afino día tras día con la estela del vacío -el vacío cósmico, no la ausencia de vacío en el corazón humano- y los encuentros cara a cara con la susurrante felicidad, se hacen dada vez más duraderos. Y al fin comprendo que no soy yo quien va hasta mi arco iris, sino que me alejo del ruido para ser sólo los colores, el pleno vacío de mi alma.


Escrito mientras escuchaba a Estas Tonné

14/1/14

Espacios en blanco

Espacios vacíos,

cuerpo desconectado, 

viviendo ajeno.


Espacios en blanco,

grueso muro, no puedo acceder

a los espacios en blanco.


Mi alma pinta y pinta,

pinta dentro de mí,

se choca contra el muro.

No puede rellenar

los espacios en blanco.


Empiezo a criar moho.

Detesto mis palabras,

quemo estos esbozos.


Y sigo sin pintar,

y mi cuerpo vive ajeno,

cansado, casi inerte.


No me enseñes a pintar

si no puedo acceder

a los espacios en blanco.


¿Será el ladrón experto

mi única solución?

¿Podrá abrir un butrón

en este desconchado cuerpo?

Pásame, si lo tienes,

su teléfono.

7/1/14

Improvisando

Cuando reviso mi blog me gusta encontrarme textos elegantes y bien cuidados, pero muchas veces encuentro frases soltadas tal cual, fruto del remolino de emociones que parece que tienen más energía que yo. Pero no tengo que demostrar nada. Yo no soy León Tolstói ni Miguel de Unamuno. Claro que una a veces sueña que se convierte en un escritora de reconocimiento mundial, sobre todo cuando era niña, pero para eso tengo los ratos que dedico a mis relatos y otros proyectos (hay literatura más allá de este blog). Entonces, ¿por qué no relajarse por un momento y dar salida a este torbellino, que de otro modo se convertiría en maremoto, perjudicando mi serenidad?
Pues por eso aquí estamos, el papel virtual y yo. ¿Que cómo estamos? El papel medio en blanco y yo... bueno, claro que me gustaría llegar a ser una gran escritora. Y sé que en el pasado mi ambiente no ha sido favorecedor. Tenía tanto por superar. Digamos que he sacrificado mi desarrollo profesional por el personal, y no me arrepiento, ya que realmente era necesario. Pienso que no se puede ser un buen profesional sin haber logrado una integridad, y en estos tiempos es tan complicado debido a la deshumanización a la que se ve sometida la sociedad. Por supuesto que tenemos el poder de "revertir el proceso". Como digo, a ello me he estado dedicando. Ha sido una carrera a contrarreloj en la que, debido a mi intensa forma de sentir, he vivido de todo: tristeza, asombro, ilusión, esperanza, ira, desesperación... Y sobre todo aprendí que el amor no es un sentimiento, sino la aceptación de uno mismo en cada uno de estos estados.
Ahora ya puedo dedicarme a ponerle conocimiento a mi vocación, porque entiendo que para llegar lejos se necesita tener un don especial, por supuesto (que todos tenemos, aunque la mayoría no ha descubierto), pero también dedicarle tiempo y empeño.

¿Qué mas podría deciros? No soy más que una humanita en medio de este gran Universo, menos que una mota de polvo, y poco a poco aprendo a ser feliz, porque aunque seamos insignificantes comparadas con la inmensidad del espacio, creo firmemente que nuestra felicidad sí importa, y nadie puede elegir por nosotros cómo vivir esa felicidad. ¿Qué es lo que te hace feliz? Hazlo, no importa lo que digan los demás, ni siquiera las personas que te importan. 

1/1/14

El motor de su vida

No lo veía como una opción de futuro, sino que lo sentía como un color que impregnaba cada átomo de su cuerpo y, aunque en muchas ocasiones había intentado despegárselo incluso provocando lesiones, al final sólo necesitaba descubrir que había pasado a ser el motor de su vida.
Por supuesto que le echaba de menos, pero no era un sentimiento de ausencia, como en anteriores ocasiones. Era una sutil melancolía que le daba fuerzas para luchar por sus sueños, que nutría sus más nobles deseos y avivaba aquella parte tan olvidada de su interior, la que tenía en cuenta los sentimientos de los demás y ofrecía sinceras sonrisas.
Era también la sal que le faltaba a su océano demasiado quieto. El rugido de su corazón se transformó en tempestad generadora de olas que reían y cantaban, aunque la sal a veces escuece, y en esos momentos, alzaba los brazos al cielo, que la arropaba en su manto de lluvia. Y después volvían las risas y un sentimiento de inmensidad que se puede escuchar siempre de fondo al mirarla a los ojos.
Algunos lo confunden con tristeza y amargura, pero yo he podido percibir la canción que emana de su pecho y sé que es felicidad lo que late silencioso en sus entrañas.