29/11/17

Perlas suicidas

Ha muerto en mis entrañas
la perla que hasta ayer
ha sido negra estela
y fuego de mis pasos.
Triste ha callado
y se ha ido a vivir
a mi antiguo hogar,
al extraño país
que, sin merecer,
compartí con poetas
del pasado, tan presentes
ellos, tan ausente el tú
que un día fuiste,
que hoy has matado.

Camino por mis calles,
ayer llenas de vacío.
Hoy también a mí me matan:
ni son algo ni son nada.
Todo lo que guardo
y que se funde al mismo tiempo
con el antigrís
anticipa y repite
y muestra las ocultas
imperfectas, deformes esfinges.

Piedras, color neutro, geometría;
pasos que no lo son
porque no van
ni vienen ya.
Los persiguen paisajes tan conocidos,
fragancias ya retratadas.
Y sin querer apaga la sombra
nuevas sonrisas
de corceles blancos,
tan sanchescos.

Cargan los ojos
penas presentes,
eternas, vida
que no quiere ser,
que arrastra
sangre y estruendos,
y la camisa de seda
rasgada.
Y yo no quiero domingos
ni nochebuenas.
Lo que quiero es devolver
a las estrellas pequeñas
que me acompañan
risas, centellas,
pompas de jabón
irrompibles.

Pero, cómo,
si nací rota,
imperfecta,
irracional;
si a mí esa señora
me dio a oscuridad
y no a la luz
que me falta y que no tienen
bombillas ante-rebajas,
sueños que se pagan.

Y siempre el beso,
mi beso,
que mece a la luna,
que moja de diamantes,
que alivia la locura
y habla y susurra
flores al viento.
Y convierte las entrañas
en jardín. Y me recuerda
que un día cogí las ruinas
inabarcables entre mis manos.
Que hoy los pasos
son de nuevo mis pasos;
que siempre he sabido vivir
sin perlas suicidas.

22/11/17

Reventar voces

Hace frío, pero estoy
sudando cristales rotos;
se calla el tiempo, lame
con ansia y sin piedad mis ojos.

Manos, solo ahora, de acero.
Ya sin afilados dientes.
Sin esos escorpiones
que hoy no mata la pureza.

Afilada sí es mi alma;
la vuelve roma mi boca.
Alas tan encendidas
que en este instante no las siento.

Se vuelven Ícaro insensato,
pero bien abastecido.
Dejan, en un segundo, atrás
ríos, países, mundos.

Y se concentra el fuego en el puño,
que busca insaciable paredes,
máscaras. Vestigios de un carnaval cierto
podrían salvarlo, detener
los pedazos de vidrio de los dedos.

Voces que no entienden
de madejas ni costas
que besa a veces el sol.

Voces que quiere, que anhela
reventar el puño encendido,
destrozar el ausente frío.

10/11/17

Adiós

Yo soy la flor que has sepultado bajo tu colección de escombros. Tú eres mis lágrimas, que se elevan de mis ojos y purifican bosques.
Tú has convertido mis recuerdos en arenas movedizas, los has envuelto en azufre. Yo guardo en mi manantial tus catedrales y cementerios, porque me sobra coraje para amar precipicios y edenes.
Sale, o salía de tu rostro una luz que atravesaba el pecho. Pero mi luz dispara sus dardos hacia dentro y hacia fuera, dejándome al descubierto cada lirio y cada ortiga, deshaciendo toda máscara que tenga la tentación de ponerme.
Tú encierras tu noche en un búnker y en mi cielo no hay ni un gramo de acero, ni una valla. Y vive la piel junto al alma. Y la tuya la he perdido.



3/11/17

1-XI-2017

Me está dando tregua el otoño, evitando que se asiente noviembre, con su pipa y su raído paraguas. Y deja que la tierra se seque para que no se me inunde a mí el alma. No quiere que se me enfríen las manos, porque sabe que no aceptaré cualquier hoguera, que aunque hay mucho calor en mi pecho, solo tengo dos brazos, y son ambos tan yo que me producen hastío. ¿Para qué quiero copias de mis paisajes? Mi curiosidad insaciable desea navegar por un cielo ajeno, beber formas y fragancias que nunca encontré en mí.

Pero se cierran las ventanas y no hay alrededor palpitantes montañas que llamen como un imán a mis pies. Estos buscan ligereza, seguir la estela del vencejo disfrazado de cuervo. Imposible. Se ha disipado. Atrapado en negras mareas, ya no sabe retomar el vuelo.

Se eleva un gas tóxico del mar que lo destruye todo, causa ceguera, mata el tacto. Y mis alas indomables, que no temen salpicarse, lo sobrevuelan, como si cabalgaran un desierto de ceniza. Ya no sé si esperan encontrar algo, pero no pueden seguir otro rumbo, guiadas por no sé qué fuego invisible, tan cierto. No temen, no, quedar perdidas en este recurrente laberinto de Teseo, porque, estén donde estén, las envuelve un viento libre, un viento en el que se han rendido el rencor, el ansia de vencer, el miedo a las heridas, la necesidad hueca. Un viento que solo sabe ser.