El nombre del
protagonista no es baladí, así como el título de cada una de las cuatro novelas (Torquemada en la hoguera, Torquemada en la Cruz, Torquemada en el purgatorio, Torquemada y San Pedro),
que sintetizan la vivencia de Francisco de Torquemada a lo largo de su “auge y
caída”.
El apellido de Torquemada es una referencia explícita al Inquisidor General del siglo XV. Ya
Galdós nos lo presenta así en las primeras líneas de la Torquemada en la hoguera, la novela que abre la tetralogía:
Y en la segunda novela, Torquemada en la Cruz, el propio don Francisco incluye al inquisidor medieval en la lista de sus antepasados, que en realidad es una parodia de la obsesión por la limpieza de sangre (la negrita es mía):<<Voy a contar cómo fue al quemadero el inhumano que tantas vidas infelices consumió en llamas; que a unos les traspasó los hígados con un hierro candente; a otros les puso en cazuela bien mechados, y a los demás los achicharró por partes, a fuego lento, con rebuscada y metódica saña>>.
<<Mira, Crucita -le dijo arrancándose a tutearla con grotesca confianza-, si no quiere venir el caballerete andante de tu hermano, que no venga. Yo no le suplico que venga; ni haré nada por traerle, ¡cuidado!, que mi suposición no es menos que la suya. Yo soy noble: mi abuelo castraba cerdos, que es, digan lo que quieran, una profesión muy bien vista en los... pueblos cultos. Mi tataratío el Inquisidor, tostaba herejes, y tenía un bodegón para vender chuletas de carne de persona. Mi abuela, una tal doña Coscojilla, echaba las cartas y adivinaba todos los secretos. La nombraron bruja universal... Con que ya ves...>>
Pero la referencia
más importante a la que apunta el apellido de Torquemada es al Antiguo Régimen,
pues uno de los asuntos centrales que tratan estas novelas es la transformación
de la sociedad de la segunda mitad del siglo XIX, esto es, la aparición de la
clase burguesa, que va a ser la dominante, frente al ocaso de la aristocracia.
Hay, por tanto, dos sistemas de valores opuestos: los de la nobleza del Antiguo
Régimen, y los de la burguesía,
representados por los hermanos del Águila y de la Torre-Auñón y por Francisco
de Torquemada, respectivamente.
La clase burguesa
triunfa porque es la que tiene la capacidad y las condiciones externas para
crear riqueza, mientras que la aristocracia vive del pasado y la importancia de
la sangre noble se convierte en un
recuerdo sin ninguna validez en la vida real. En esta época, triunfa el poder
del dinero, algo ya criticado antes por el Fray Gerundio decimonónico, el
costumbrista Modesto Lafuente en su Teatro
social de 1846 (la tetralogía de Galdós se publica entre 1889 y 1895);
así como por Rafael,
hermano invidente de la familia del Águila:
<<Mucha influencia tenía sobre él Donoso, el amigo leal antes, y ahora el corruptor de la familia. Contaminose mi padre del mal de la época, de la fiebre de los negocios, y no contento con su cuantioso patrimonio, aspiró a ganar colosales riquezas, como otros muchos...>>
Este personaje me
ha llamado especialmente la atención, pues aunque Galdós nos presenta seres
humanos y no figuras, Rafael nos parece (o al menos me lo ha parecido a mí) el más
virtuoso; y ello a pesar de conservar valores del pasado como los mencionados,
que carecen de importancia real. Da la sensación de que, detrás del concepto de
nobleza se esconden algunas cualidades
dignas de admiración.
Sin embargo, como decía
arriba, no hay lugar para el sistema de valores del Antiguo Régimen en la nueva
sociedad burguesa. La clase aristocrática solo tiene dos opciones: aceptar los
valores capitalistas o perecer.
El contraste entre
ambas perspectivas se ve también en la dicotomía materialismo-espiritualidad.
En este momento triunfa el positivismo y la Iglesia ve cómo pierde su
influencia. Al mismo tiempo, Galdós presenta una espiritualidad escindida entre
la fe como excusa (o espiritualidad fingida), que es la de Gamborena y Cruz del
Águila, y la espiritualidad vivencial, que yo veo en la introspección de Rafael
y del propio Torquemada, que aunque burda, tiene vida interior y llega a creer
que conversa con el hijo de su primer matrimonio. Es importante apuntar aquí
que el autor se limita a presentar lo que cada personaje experimenta en su
mente, pero no muestra escenas sobrenaturales.
Y es que el usurero,
aunque nos lo pinten de manera grotesca como un ser interesado, ambicioso,
despiadado, tacaño, etc., tiene también aspectos que nos hacen sonreír y llega
a expresar pensamientos con los que podemos coincidir plenamente. Por ejemplo,
cuando critica la necesidad de aparentar de la aristocracia mediante títulos:
<<¡oh, qué marqueses somos!... De mucho nos valdría si no tuviéramos con qué poner un puchero, como ciertos y determinados títulos que viven de trampas...>>
Esto es solo un
ejemplo del pragmatismo de Torquemada.
Ahora bien, si
algo nos llama la atención es su lenguaje. Galdós es reconocido y admirado por
su utilización de la lengua en variados registros. En el caso de este personaje,
muestra no solo su simpleza y la pedantería resultante de sus intentos de aparentar
ser culto (sobre todo mediante expresiones de moda); también podemos ver su
progreso lingüístico, que va a la par de su ascenso social. Lo que nos resulta
simpático de Torquemada es su facundia y cómo el narrador imita su forma de
hablar, pues la parodia y la ironía son constantes en las cuatro novelas, interrumpidas
a veces por discursos de tono trágico, como el lamento por la muerte de su hijo
al final de Torquemada en la hoguera.
Falta hablar de
algunos personajes interesantes, como Cruz del Águila, Fidela (la fiel), Donoso y, sobre todo, Gamborena;
y de muchos otros asuntos que plantea Galdós, por ejemplo, el anticlericalismo
(planteado por Clarín en La Regenta
de manera más evidente); pero prefiero que los descubráis vosotros mismos.
Termino con una pregunta,
que es algo que me ha llamado la atención durante la lectura: ¿cuál creéis que
es el interés oculto de Gamborena en Torquemada
y San Pedro, si es que pensáis que hay algún interés?
¡Que tengáis buena
lectura!