20/7/21

La dificultad en la reconstrucción de las relaciones sociales

Resulta llamativo que precisamente las personas que estamos defendiendo la pervivencia de lo humano y que tratamos de vivir una vida basada en valores humanos y, por tanto, opuestos a los fomentados por el sistema y necesarios (obligatoriamente) para tener una posición social y una situación económica medianamente aceptable seamos las que, por lo general, nos encontramos con que, dadas las circunstancias, tenemos un círculo social bastante reducido, al menos en lo que se refiere a las relaciones más cercanas. Obviamente, el número de aquellos que solemos calificar de conocidos es más amplio respecto al mencionado círculo social. Y tampoco estoy hablando de amistades íntimas, de plena confianza, sino de personas con las que compartimos algo más que un buenas tardes (tertulias, diversas aficiones, acciones revolucionarias...).

Me pregunto por qué sucede esto y, en principio, aunque es necesaria una reflexión que abarque aún más, llego a algunas conclusiones. En primer lugar, si bien es cierto que todos partimos de la alienación, en un determinado momento se nos presentó la oportunidad de desprendernos del pseudoyo (Erich Fromm) para comenzar un proceso de autoconstrucción o, si se prefiere, de recuperación del yo original. Cuando nos embarcamos en este proceso, podemos percibir cierto desagrado en parte de nuestro entorno, que, al fin y al cabo, era un reflejo de nuestros sentimientos, pensamientos y deseos impostados (inconscientemente).

Además, algunas de esas personas nos temerán al vernos como una amenaza que expone lo falaz e incongruente de las vidas que llevan y que, en algunos casos, nosotros mismos también llevábamos (es algo que va más allá de la situación económica, pues esta puede ser difícil y que, sin embargo, la persona básicamente aspire a ser un engranaje más del sistema: tener un empleo fijo, una casa, un coche... Estoy hablando sobre todo de motivaciones). Hay un asunto, asimismo, psicológico, que tiene que ver con las proyecciones. La persona que está trabajando por recuperar su autenticidad sirve como espejo a la persona que se ha identificado con el pseudoyo y que se encuentra, de este modo, frente a la verdad de que se está matando a sí misma.

Por otro lado, existe la dificultad de la extrema degradación moral, que enturbia las relaciones sociales. Algunas personas no soportamos ya la hipocresía, el cotilleo, el hablar mal por detrás y tantos otros comportamientos tan extendidos hoy. Tampoco vemos con buenos ojos eso que llaman el sincericidio, ya que se basa en la misma dinámica de dominación que lo imbuye todo y que buscamos erradicar de nuestra estructura mental, de nuestras relaciones y de nuestra forma de vida, pues pienso que a las personas se las puede ver desde distintas ópticas. Casilda Rodrigáñez destaca la importancia de la mirada del otro, que ayuda a disolver la coraza. Sin idealizar a nuestros seres queridos, podemos decidir potenciar, con nuestra mirada y nuestra actitud, su sombra y sus inconsciencias (fruto de los traumas y de la coraza) o sus virtudes. Ejercer la continua crítica destructiva y gratuita a los defectos generados por el trauma, muchas veces a causa de las propias proyecciones, solo sirve para sumir al otro en el desánimo y para degradar su autoimagen. Esto no implica que soportemos comportamientos del otro que nos dañan. Y aquí nos encontramos con un tercer problema: ¿quién sí y quién no? ¿A quién sí le ofrecemos nuestra mirada afable, que es un gran acto de amor y entrega, y de quién nos mantenemos alejados para protegernos? Pienso que no hay una fórmula mágica y, además, me planteo si esto es justo y si no se tratará de una actitud egoísta.

Esa es la tesitura, grosso modo, en la que nos encontramos. Nuestra meta sincera es la reconstrucción de la convivencialidad, la recuperación de las relaciones sociales y afectivas basadas en los valores humanos. Sin embargo, vemos que las relaciones con nuestras amistades del pasado se enfrían, porque ahora tenemos motivaciones diferentes; con que ya no estamos a gusto con la mayoría de las personas, porque no soportamos escuchar cómo critican al que se acaba de ir, cómo mienten, cómo utilizan a los demás para medrar o para reforzar la imagen del pseudoyo. Y, además, tenemos miedo de resultar dañados. Por no hablar de que nuestras ideas revolucionarias (entiéndase, no de postín, sino realmente transformadoras) son una molestia para los demás, duramente criticadas, calificadas de utópicas, de imposibles, de estúpidas...

Sumémosle a esto que cada cual arrastra sus propias heridas, los efectos de la coraza. Es cierto que estamos en continuo proceso y que a medida que nos acercamos a nuestra autenticidad, vamos sanando nuestros traumas, pero en cada paso del proceso sigue habiendo una debilidad, una cicatriz.

¿Significa esto que debemos aislarnos del mundo? En absoluto, pues precisamente esa es la meta del sistema: construir individuos despojados de sí mismos, aislados, atomizados, hundidos en la soledad... No, a pesar de las circunstancias desfavorables, más que nunca deberíamos cuidar nuestras amistades y deberíamos esforzarnos en construir una vida social, quizás reducida (o no), pero saludable.

La lástima de esta reflexión es que yo no soy un ejemplo en esto. La esperanza, que no me rindo y sé que lograré mi objetivo.


*Sobra decir que cuando hablo de la reconstrucción de las relaciones sociales, me refiero a relaciones presenciales, pues los poderes fácticos están cumpliendo su plan de digitalizar toda nuestra vida.

13/7/21

No sé hablar de otra cosa que de laberintos

No sé hablar de otra cosa que de laberintos, pero es que tiro del hilo y tardo ovillos y ovillos en llegar al centro. Y busco ahí las palabras que pongan en orden tanta marea. Por un lado me atropellan las olas de un posible futuro, otro más, que me aturde. Ya ni pánico siento, solo resignación, sabiendo que hay sucesos que no dependen de mis pasos. No, no estoy preparada. Tampoco estaba preparada para mi más reciente despedida. ¿Los asesinos de bata blanca, esbirros de esta neodictadura que nadie ve, que nadie confronta? ¿O el destino? Nunca imaginé que diría esto, pero ya no importa. Por otro lado...

Me levanto por las mañanas entre plomo y lodo y tardo vueltas y vueltas de las manecillas en acceder a la sal catártica. Quiero pensar que solo esta vez la vida está de mi parte, que siempre ha sido cierta la melodía interna, brújula de mis temblorosas dudas. Quiero pensar que el aprendizaje no hiere necesariamente, que el jardín está a la vuelta de la esquina, que mis principios no tienen un final a medias, sino que todo lo envuelven, como el eterno vacío que amansa a las estrellas evitando que colisionen en un caos descontrolado.


Quiero pensar que sé distinguir entre soles de cartón y el brillo genuino, discreto entre los obstáculos cotidianos, solo visible para iniciados en el arte de la desnudez.

Sueño con cerezos en flor, sueño con las risas que se atragantan en el pecho roído, sueño que vuelven a fluir los manantiales, sueño con el agua sagrada que pone todo en su lugar, que sumerge en la nada a los destructores (sí, los amos de los batas blancas) y revivifica las cicatrices, devuelve la savia a los sinsabores y adorna con coronas de laureles a los guerreros del corazón.

Sueño y me resigno al mismo tiempo, sin cesar de dar pasos a pesar del plomo, sin dejar de rasgar con ternura y determinación las capas que ocultan lo que soy.

No perderé la esperanza de estar dando los pasos correctos. Y si por el camino se derruyen arcadias... sé que hice las cosas lo mejor que supe y pude. Toda pérdida implica un duelo y sigo teniendo miedo a las ausencias. Nadie dijo que vivir fuera fácil.


10/7/21

¿Hemos de adaptar la divulgación a los "nuevos tiempos"?

Hace ya tiempo me propuse iniciar un proyecto de divulgación centrado en dos objetivos: 1) facilitar a las personas, independientemente de su formación e intereses, conocimientos básicos de lingüística para contrarrestar los efectos negativos de la propaganda difundida incluso en el propio sistema educativo y que sirve a la mentalidad funcional, pero que no tiene ningún tipo de fundamentos y 2) fomentar el pensamiento crítico en una época en la que priman los mensajes excesivamente breves, sesgados, carentes de matices, los cuales llevan al atrincheramiento ideológico, a la búsqueda infinita del sesgo de confirmación, a las etiquetas fáciles y a la incapacidad de aprender algo nuevo.

Antes de entrar a explicar las conclusiones a las que he llegado tras todo este tiempo, es preciso hacer una aclaración. Más adelante, quizás, desarrolle la idea que planteo ahora. Se trata de mi visión acerca del enfoque que debemos dar a los saberes y el conocimiento. El que prima actualmente es el ya mencionado de la mentalidad funcional, la cual ha sido impuesta desde la mecánica de la dominación, que implica la utilización de los seres humanos como mercancía de una manera más sofisticada que en el pasado. Desde este enfoque, los conocimientos que el individuo debe adquirir dependen exclusivamente de las necesidades del Estado y del mercado, con lo cual, todos los demás son considerados inútiles. Además, establece una jerarquía irreal según el nivel socioeconómico que se puede alcanzar con cada rama del saber, lo cual es variable, pues está sujeto a las necesidades del mercado en cada momento y a los objetivos del Estado. Si se me permite la expresión, este enfoque lo que hace es prostituir el conocimiento, que es una búsqueda intrínseca del ser humano. Las criaturas humanas, explica Casilda Rodrigáñez, nacen con curiosidad y, en un mundo no dominado por la mentalidad funcional de la explotación, esta nunca se agotaría. Fue esa cualidad innata, la curiosidad, la que llevó a los humanos del pasado a mirar el cielo y elaborar teorías acerca de la mecánica del Universo, y también a mirarse a sí mismos y a los demás y a buscar explicaciones acerca de todo lo concerniente a nuestra vida en este planeta. Pero no solo eso, pues, precisamente, dado que vivimos en este planeta y tenemos unas necesidades que necesitamos cubrir, nuestros antepasados no dejaron de pensar en innovaciones que ayudaran a facilitar esta tarea. Una etapa interesante fue la llamada revolución industrial en la Edad Media[1].

No podemos negar que estamos viviendo un momento de desarrollo tecnológico. Sin embargo, este está siendo llevado a cabo por la élite financiera, en connivencia con los Estados e instituciones transnacionales, y busca sencillamente un mayor control de la población, cuyos miembros, al mismo tiempo, son anulados y aplastados por el sistema educativo, por el ocio hegemónico y, en fin, por la forma de vida impuesta (como dice Félix Rodrigo Mora, la naturaleza del Estado es fundamentalmente militar). A esas personas se dirige mi trabajo de divulgación. Cuando comencé el proyecto, tenía la esperanza de contribuir, al menos un poco, a fomentar el pensamiento crítico, las reflexiones pausadas, el silencio interior, la lectura profunda... Pero se plantea aquí un problema. Y este es: ¿hacia dónde va la divulgación que tiene mayor repercusión? Esta utiliza las mismas formas de comunicación a las que nos ha llevado el desarrollo tecnológico implementado por las mencionadas élites. Para captar la atención de personas cuyas capacidades cognitivas (que no se malinterpreten mis palabras, por favor) han sido deterioradas deliberadamente, que no pueden leer más de unas líneas sin cansarse,  y además su nivel de lectura no pasa del literal, por lo que no pueden comprender los textos en toda su complejidad; a las que se ha acostumbrado a buscar el sesgo de confirmación y a desechar toda aquella idea diferente a través de la etiquetación, esto es, de meter todo lo que suene a... en un mismo saco sin ir más allá, sin buscar los matices, pues creen que al leer algo o escuchar un mensaje estás suscribiendo ese mensaje, cuando, por el contrario, para poder hacer una crítica profunda es imprescindible conocer cuidadosamente ese mensaje y así desmontarlo con argumentos (un ejemplo es lo que hace Juan Carlos Moreno Cabrera con el nacionalismo lingüístico español. ¿Cómo podría él exponer sus falacias sin examinar detenidamente sus premisas y su uso retorcido del lenguaje?)

Así, me encuentro con el obstáculo de que para que mis mensajes lleguen tengo que adaptarlos hasta un extremo absurdo, prácticamente tendría que mutilarlos y ceñirme todo lo posible a los siguientes criterios:

1º) Es preferible el formato vídeo al escrito

2º) El vídeo tiene que ser dinámico, captando la atención del espectador con expresiones (verbales o gestuales) cómicas, partiendo de un tema de interés, a poder ser de moda (una serie de la que hable todo el mundo, por ejemplo).

3º) El título y la miniatura, que normalmente incluye una breve frase, deben ser una síntesis de todo el contenido del vídeo.

4º) Este, el contenido, debe ser simple, acompañado de imágenes y animaciones.

5º) La duración debe ser corta. No más de diez minutos, si es posible.

Y podríamos añadir más. Sobre el 5º punto es relevador observar la tendencia de las redes sociales, en las cuales lo que más se fomenta son las stories (Instagram), estados (WhatsApp), shorts (Youtube), etc. Y ya de paso podríamos mencionar la terrible tiranía del like y los efectos que produce, cognitivos y espirituales. Porque sí, también es imprescindible hablar de espiritualidad, la cual no se reduce a fantasmas, seres de otro mundo, experiencias paranormales, etc. De hecho, es totalmente compatible tener una vida espiritual y ser ateo. ¿Qué significa “espiritualidad”? Podríamos definirla como una dimensión del ser humano que se centra en el lado inmaterial de la vida. Pero es que la esperanza es inmaterial, así como el amor, los pensamientos y sentimientos, y muchos otros conceptos abstractos (libertad, coraje, justicia, perseverancia...), y estos no tienen nada que ver con lo paranormal.

En cuanto a los perjuicios cognitivos, diría que el más notable es la ruptura del equilibrio entre esfuerzo y recompensa[2]: las recompensas son abrumadoras y el esfuerzo es mínimo. Esto es lo que sucede cuando te hacen la síntesis de un mensaje en el título y la miniatura de un vídeo en lugar de que tú te molestes en prestar atención, comprenderlo y ser capaz de sintetizarlo, reflexionar sobre él, contraargumentarlo, etc. Y es que la contraargumentación y la crítica profunda se han sustituido por reacciones emocionales (dislikes y comentarios brevísimos guiados por prejuicios y una lectura -o escucha, me refiero a textos hablados o escritos- literal). Sería tema de otra reflexión los mecanismos que hay detrás de esas reacciones emocionales. Los perjuicios espirituales, por su parte, tienen que ver con el desarrollo del sujeto, que ya no se conoce a sí mismo, porque no tiene el “espacio” mental suficiente, ya que su propia mente se ha convertido en una especie de memoria USB que acumula datos, muchas veces irrelevantes (me refiero a las numerosas publicaciones que ve cada día) y que son rápidamente sustituidos por otros nuevos. No estoy hablando de la memoria como tal, que nos sirve para aprender las tablas de multiplicar, el alfabeto, etc. y que sigue otros procesos, sino del mero consumo de información instantánea, obtenida con un simple clic o deslizando un dedo. El like, por su parte, sirve para alimentar el ego, es decir, una falsa imagen que hemos creado de nosotros mismos, y conseguir una falsa sensación de autoestima. No podemos olvidar tampoco la dimensión social, pues, por mucho que se llamen redes sociales, lo que hacen es aislar al sujeto y destruir los lazos, y este es uno de los objetivos de la crisis actual, tomando el término que emplea Esteban Vidal -se refiere a otras causas y no en concreto a las redes sociales, pero la consecuencia es la misma- “laminar el tejido social”[3].

Hay otro factor que influye en la difusión de los mensajes y es la competitividad, pues los medios digitales están diseñados de tal manera que son millones de mensajes los que compiten por captar la atención del usuario. Creo que no es necesario que mencione los criterios que hay que cumplir para lograr tener visibilidad, porque estos consisten simplemente en amoldarse a las exigencias del mercado (y los intereses de los poderes fácticos, pues van de la mano), las cuales son cambiantes en su forma y métodos, pero no en su finalidad principal: la concentración de riqueza en pocas manos (Facebook compra WhatsApp, Amazon compra Twitch, Bayer compra Monsanto; desaparecen los agricultores y ganaderos locales mientras Mercadona y otras cadenas de supermercados se enriquecen; echan el cierre definitivo pequeños negocios a la vez que empresas como la ya mencionada Amazon ven aumentar desmesuradamente sus cifras...).

Además de todo lo expuesto, en última instancia, la obtención del saber y el desarrollo de las capacidades cognitivas, entre ellas el pensamiento crítico, dependen del propio sujeto, debido a que existe el libre albedrío. ¿Significa esto que debemos dejar de divulgar y de compartir nuestras reflexiones? En absoluto. Sigo considerando necesario que los mecanismos de la “comunicación persuasiva”[4] sean expuestos, que las nociones de lingüística estén al alcance de todos, pero no sacrificando el mensaje, porque, de alguna manera, ceñirse a los criterios impuestos por la visión funcional del mundo, no solo modifica la forma del mensaje, sino que mutila su contenido, al simplificarlo en exceso. El conocimiento (todo tipo de conocimiento, también el del ámbito artesanal[5], pues ya hemos dicho que la jerarquía impuesta es irreal) debe estar disponible para todo el mundo, pero es la persona la que tiene que poner su esfuerzo en ir hacia él. Por ejemplo, hay bibliotecas públicas llenas de libros, pero hay que ir hasta allí y, sobre todo, leerlos y entender lo que se lee. Del mismo modo, los conocimientos que yo (y muchas más personas) divulgo están accesibles, insisto, no solo en mis blogs, sino también en libros, conferencias o en el propio objeto de estudio, que son las lenguas naturales (y para acceder a ellas no es necesario permanecer en una biblioteca, sino escuchar a la gente, sobre todo del rural, gracias a la cual se conservan las lenguas estigmatizadas por el poder a través de sus falacias). Del mismo modo, aunque no estoy en absoluto en contra de la adquisición de conocimientos teóricos, para aprender sobre los animales, las plantas, los ríos, etc. qué mejor que observarlos. Tales perspectivas, teórica y experiencial son totalmente compatibles, pero la teórica sin la experiencial está incompleta.

A modo de conclusión, me reafirmo en mi decisión de no adaptar mi mensaje a los “nuevos tiempos”, estando en todas las redes sociales, haciendo pequeños vídeos y stories, tomando como hilo conductor un tema de moda, etc., ya que el efecto sería contrario al que busco. Frente a la forma de comunicación impuesta por el poder, hemos de reivindicar una comunicación que nos permita desarrollarnos como individuos y como seres sociales. En el primer caso, a través de la dimensión cognitiva y espiritual (reflexión, silencio interior, observación...) y, en el segundo, practicando la escucha, la empatía, la disolución del ego., etc., que son actividades opuestas a las ofrecidas por las redes sociales.



[1] Dos libros acerca de este asunto:

  • Balboa de Paz, José Antonio (1992). Ferrerías bercianas, CDN Ciencias de la Dirección.
  • Gimpel, Jean (1995). La Revolucion Industrial En La Edad Media, Taurus.

[2] Yus, Francisco. “Géneros analógicos, géneros digitales”.

[3] Vidal Pérez, Esteban (2021). Informe coronavirus. La biopolítica de la pandemia. Potlach Ediciones.

[4] De Santiago Guervós, Javier (2005). Principios de comunicación persuasiva. Arco Libros.

[5] Una de las personas que realizan esa labor es Eugenio Monesma: https://www.youtube.com/user/EugenioMonesma

8/7/21

Aprendiz de alquimista

Voy desentrañando, muy poco a poco, los átomos de este alfabeto extraño siempre cambiante. A veces consigo mover los pies encallados y siento entonces la sal en las cicatrices. Se mezclan lexemas que aparentemente no tienen nada que ver y el cielo no sabe si llover o acariciarme con el rocío. Y es que se encuentra con una losa encerrando el pecho que, de tanto ocultarse, ahora ya se cree muerto. Pero cómo no entenderle, si entre las sombras fantasmales que fabrica el vecino de arriba y las que vienen de afuera está exhausto... él, que solo quería convertir el plomo en ese oro ignorado por los de traje y ningún escrúpulo.

6/7/21

La huida

Tal vez mi destino sea un eterno laberinto

vacío ya de seres de los mitos

al haber aprendido a besarlos sin miedo.

 

Tal vez hay una cárcel más difusa

que aquella de la que hui con pasos firmes

al sentir la espantosa bruma al acecho.

 

¿Y si mis ojos limitados me encierran

en la jaula de las formas conocidas

por temer al mar y su profundo abismo?

 

¿Y si al ignorar el lienzo que sostiene

imperturbable a las infinitas estrellas,

de la salida de la cárcel pierdo el hilo?

 

Pierdo el hilo

y los soles

que abrasan

y las aguas

que refrescan.

 

Pierdo los besos

y los pasos

que vuelan

y las risas

que amansan

a esta fiera

que me atrapa

en la cárcel

que soy yo,

que son mis ojos,

que es mi temor.


Y es que es un falso abismo

y es que no hay laberinto.

Es que veo a través de un velo

enrevesado, loco, siniestro.

Es que no veo

porque huyo del hilo.

Es que no vivo

porque espero sentada

mientras las olas

pacientes me llaman.

 

Es que yo soy el laberinto.

Y cuando deje de serlo

empezaré a vivir.

4/7/21

La ausencia

Nuestra naturaleza nos hace comprender que la ausencia es una parte esencial de la vida. Algunos afirman que somos seres insignificantes en medio de este infinito mar de luciérnagas, y tienen mucha razón. Sin embargo, el breve periodo que dura nuestro aliento lo vivimos como si fuera más inmenso que las montañas. ¿Y si hubiera algo de cierto en esa sensación?

Volvamos a la ausencia. Recuerdo el hueco temprano que sentí en el nido. El espantoso silencio nocturno. No lograba emitir las risas necesarias como para llenar la casa igual que antaño. Solo el (ya no tan) pequeño duende tornaba un poco más risueño mi corazón de naturaleza sombría. Sin él, volvía a perderme en mis grises laberintos.

Pero no los eludí. Decidí enfrentarme, una vez más, al Minotauro y, una vez más, descubrí que la cabeza de toro era solo una ilusión y que su verdadero rostro era el de un anciano de barbas blancas que no lograban ocultar su serena sonrisa.

El anciano antes disfrazado de monstruo me contó algunos secretos. Aprendí que en las noches sin luna, nuestro satélite sigue existiendo, solo que está situado entre el Sol y nuestro hogar. Cualquiera sabe esto, claro, me explicó, pero no todos comprenden lo que realmente significa.

Unos meses después de esta conversación con el Minotauro-Anciano, sobrevino otra pérdida, también temprana, pero esta era de las que son definitivas. El hombre que me dio la vida dejó la suya a medias por crueles avatares del destino (por no decir por asesinos de bata blanca que se dejan corromper a cambio de unos billetes). Durante un tiempo me distraje buscando huir del vacío. Pero, cuando llegó el momento adecuado, volví a mirar de frente al abismo y me sorprendió ver que estaba lleno de flores. Tras un parpadeo, el paisaje desapareció. No obstante, a ratos me perseguía su fragancia. Lo extraño era que esos ratos no eran solo ratos, sino una especie de pedazos de no-tiempo.

Por lo visto, las luciérnagas viven unos dos meses, mientras que las estrellas tienen una vida de varios millones de años. ¿Cuánto dura, sin embargo, la impresión que dejan unas u otras en nuestra alma? ¿Cuánto dura el sentimiento de felicidad que nos produjo aquella sonrisa de nuestro padre, aquel abrazo de nuestra madre, aquella carcajada de nuestro hijo, aquel chiste de nuestro hermano, aquella mirada de un antiguo o presente amor?

Ahora estoy sola, escribiendo estas líneas. Mi gato y mi perra duermen, mis seres queridos más cercanos están a más de setenta kilómetros de distancia. Mi padre está más allá de las nubes o más allá del núcleo terrestre o más allá de... quién sabe. Pero los trocitos de no-tiempo están aquí, en este mismo instante, aunque suene paradójico, igual que las montañas que me rodean y que no veo a través del edificio de en frente, igual que la luz de la luciérnaga que se esconde de mis pasos, igual que el Sol mientras dura la noche.

Echar de menos es humano, pero ¿qué es la ausencia: un vacío o una luz que se escapa de entre nuestros dedos temporales y se va a vivir a un sitio más cercano de lo que creemos?