25/1/20

Lógica


Navego por mis sombras mientras me desespera tu lógica al cuadrado y se me enreda el deseo invisible por tus ojos y tu aliento.

Acallo el intenso susurro y lo transformo en una gélida partitura. Guardo la pluma. Solo un día más. Solo otra eternidad.

¿Qué hago con mis dedos? Pincel sublevado contra el artista. Quiere cortarme las alas. Se quedan quietos. Estancada la sangre. Me aíslo del aire al mismo tiempo que extraño el viejo paraíso.
¿Qué está pasando con las palabras? Este mar no respeta nada. No sopla el viento y aparecen olas con formas imposibles desde múltiples direcciones. Ahora los verbos están huecos, como interfijos que se han tragado hasta la fonética. Ni siquiera es un mundo en espejo: no es que al inhalar expulsen las criaturas el aire y viceversa. No existe la antonimia. No hay reglas. Tampoco es exactamente un agujero negro que quiere regalar su brillo al universo. No es un dios despiadado apagando el sol.

Es un cúmulo de ideas abortadas antes de ser concebidas.

Es lo que sucede cuando estás a mi lado y el Todo y la Nada secuestran y dejan inconsciente a lo que soy.

No tiene ningún sentido y es totalmente fiel a la lógica.

¿Hace Internet que comprendamos peor lo que leemos? (segunda parte)



Uno de los libros que leí para documentarme sobre este tema es Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la lectura, de Maryanne Wolf. Aunque explica con detalle qué sucede en nuestro cerebro cuando leemos, no establece ninguna conclusión sobre los efectos de Internet en el mismo. Lo que sí nos cuenta es, por una parte, que leer no es un acto innato del ser humano, sino que fue necesario crear nuevas conexiones cerebrales para que nuestra especie aprendiese a leer.
<<No nacimos para leer. Los seres humanos inventamos la lectura hace apenas unos milenios. (...) El invento de nuestros antepasados pudo aparecer sólo gracias a la extraordinaria capacidad del cerebro humano para establecer nuevas conexiones entre estructuras preexistentes>>.

Y, por otra parte, Wolf apunta a la necesidad del pensamiento pausado y del silencio (me refiero a un silencio mental) que la sobreestimulación de Internet obstaculiza:

<<En la música, en la poesía y en la vida, el descanso, la pausa, los movimientos lentos son esenciales para comprender el todo. De hecho, en nuestro cerebro existen unas <<neuronas del retraso>>, cuya única función es frenar la transmisión neuronal realizada por otras neuronas durante unas meras milésimas de segundo. Éstas son las inestimables milésimas de segundo que permiten secuenciar y ordenar nuestra aprehensión de la realidad>>.

Uno de los males de nuestra época es precisamente la prisa y la ausencia de silencio, pues no hay tiempo para detenerse a observar un atardecer, a escuchar una canción (sin hacer nada más). Pero incluso los momentos en los que sí tenemos unos minutos (esperando el autobús, en la sala de espera del médico, etc.) los llenamos con esos estímulos a los que nos hemos acostumbrado en lugar de dedicarlos a simplemente estar. No es necesario acudir a prácticas espirituales de nombres rimbombantes, pues meditar no es más que <<Pensar atenta y detenidamente sobre algo>> (DLE). Si eres una persona de tendencia extravertida, te recomiendo dedicar esos momentos de espera a observarte por dentro. Si, como yo, pasas demasiado tiempo en tu interior, puedes aprovecharlos para observar lo que te rodea.

Creo que ya estamos obteniendo parte de la respuesta a la pregunta del inicio: la ausencia de reflexión pausada propia de nuestro tiempo nos lleva a conocer la realidad y a nosotros mismos de una manera superficial.

Ahora bien, habría que matizar algo, ya que no es propiamente la tecnología la que nos lleva a ese estado, sino la forma de vida occidental. Para centrarnos en los efectos de Internet, podemos acudir al doctor en Lingüística y autor de Ciberpragmática. El uso del lenguaje en internet (2001) y Ciberpragmática 2.0. Nuevos usos del lenguaje en Internet (2010).

En su artículo <<En qué difieren los géneros electrónicos de los analógicos>> habla de las consecuencias pragmático-cognitivas de Internet en los usuarios. Aunque te recomiendo leerlo entero (está accesible en la Red y es breve), voy a comentar algunos de los aspectos que trata.

Yus comienza explicando una característica cognitiva que tenemos y que consiste en la relación entre el esfuerzo mental y la relevancia de la información obtenida gracias a ese esfuerzo: << La cognición humana muestra una clara tendencia hacia la búsqueda del mínimo esfuerzo o de un esfuerzo que se vea recompensado con un interés adicional que compense el gasto de recursos cognitivos>>; <<si existe una exigencia de esfuerzo adicional, éste debe ser compensado con algún interés adicional>>. El cerebro humano, por tanto, busca en cada actividad un equilibrio adecuado entre el esfuerzo y el interés.

Uno de los problemas que presenta el entorno digital es la multitarea (estamos al mismo tiempo mirando una página web que nos ofrece múltiples posibilidades, escribiendo en el procesador de textos, chateando con un amigo, etc.):

<<el propio “espacio discursivo” donde está teniendo lugar la lectura del texto ofrece innumerables posibilidades de multi-tarea que exigirán, al mismo tiempo, la dedicación de recursos cognitivos para obtener equilibrios parciales de interés y esfuerzo, del mismo modo que ocurre con la propia lectura del texto que el usuario está acometiendo>>.

La cuestión es que nuestro cerebro no está preparado para la multitarea, ya que dispersa los recursos cognitivos. Y no solo eso. Los estudios de David Meyer  (citado en el artículo de Yus) <<muestran que cuando la gente salta de una tarea a otra la capacidad de inferencia de la información va decayendo poco a poco>>. Según Meyer, por lo tanto, la naturaleza de Internet favorecería los problemas de inferencia (comprender adecuadamente un mensaje) que te planteaba en la primera parte de este artículo.

Otro inconveniente del entorno digital es la sobreestimulación. Si bien Internet puede usarse como una herramienta para poner el conocimiento al alcance de todos, también se utiliza por parte de las empresas para vender más. Ahora, debido a la huella que dejamos en Internet, la publicidad que recibimos está personalizada según nuestros gustos. De aquí derivan otros dos problemas.

Por un lado, está el hecho de que los distintos géneros digitales compiten entre sí por la atención del usuario. Recibimos constantes reclamos: notificaciones, sugerencias y recomendaciones de Facebook, Twitter, Youtube, Instagram... Es cierto que el usuario puede desactivar esas notificaciones en su dispositivo, pero al entrar en las diferentes páginas o aplicaciones, va a encontrar invitaciones a clicar en un enlace, a compartir un elemento, etc., y esto incluso sin haber iniciado sesión, debido a <<una monitorización continua de nuestra conducta en Internet>>.

A esto se suma que lo distintos géneros nos ofrecen potentes recompensas cognitivas a cambio de un esfuerzo mínimo:

El segundo problema con el que nos encontramos es que al recibir siempre discursos personalizados, la información que obtenemos es un reflejo de lo que ya pensamos y no nos vemos en la tesitura de enfrentarnos a lo diferente (no en el sentido de lucha, sino de ponernos enfrente de ello), que es lo que para algunos autores nos lleva realmente a crecer y a aprender.

<<Nos adentramos de este modo en un camino vigilado en el que aquello sobre lo que hemos hecho clic determina qué vamos a encontrar más adelante en el camino, una especie de ratonera donde nos regocijamos en la reiteración continua de nuestros intereses>>.
Francisco Yus menciona en varias ocasiones a Nicholas Carr, autor de ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?. Superficiales y otras obras en las que explica la influencia negativa de Internet en el cerebro humano. Es cierto que hay autores como Clive Thompson que opinan lo contrario y señalan los beneficios cognitivos de esta herramienta, así que es trabajo de cada uno investigar más a fondo y llegar a alguna conclusión.

Pero volvamos a Carr y a nuestras dudas sobre la capacidad de inferencia. El escritor norteamericano piensa que la forma de leer ha cambiado y que el uso de la tecnología nos ha llevado a una lectura poco profunda, ya que buscamos << la eficacia de lo instantáneo y la inmediatez del estímulo por encima del sosiego y la reflexión>>. Esto afecta en gran medida a nuestra capacidad de concentración. Y no solo eso. Cuanto más nos acostumbramos a la hipertextualidad, la multimedialidad y la lectura no lineal propias de los géneros digitales, más nos cuesta dedicar nuestra atención a un texto largo y de secuencia lineal. En palabras de Yus, los nativos digitales << reniegan y se quejan cuando la información se les presenta de una forma uni-direccional, en un solo formato y exige concentración únicamente en un único discurso que hay que procesar>>.

Podríamos continuar comentando el artículo de Yus y las ideas de autores como Carr muchos párrafos más, pero mi intención era enfocarlo en la cuestión que me preocupa.

Pienso que todavía queda mucho por leer e investigar, pero, por el momento, me atrevo a concluir que, efectivamente, Internet afecta a nuestra capacidad para comprender lo que leemos. Pero podemos utilizarlo de una manera responsable y educar nuestra mente para no conformarse con <<fogonazos>> de información y seguir siendo perfectamente capaces de reflexionar de manera pausada y de leer textos de gran profundidad.

Al fin y al cabo, el problema no es tanto la herramienta como lo que el ser humano hace con ella. Sin embargo, estoy de acuerdo con Cassany en que es necesaria una alfabetización digital, no solo para adquirir destrezas a la hora de manejar un dispositivo electrónico, sino también para saber buscar y gestionar correctamente la información que recibimos.

En definitiva, no creo que sobre Internet, creo que falta conocerlo en profundidad para usarlo a nuestro favor y que no sean las empresas las que lo usen para obtener beneficios a costa del usuario.


Espero que te haya gustado este artículo y te animo a compartir tu opinión.

23/1/20

¿Hace Internet que comprendamos peor lo que leemos? (primera parte)


Hace un tiempo me pregunté de dónde vienen los problemas de inferencia que observo en las redes sociales, especialmente en Twitter. Comencé entonces a leer algunos libros y artículos para comprender si mi percepción era real y, en el caso de que lo fuera, cuál sería el origen.

¿A qué me refiero con inferencia? A la interpretación correcta de un mensaje oral o escrito, que va más allá de lo literal. Te pongo un ejemplo que suele usarse en clases de Lingüística:

Tenemos el mensaje <<Son las ocho>>. El significado literal es evidente. Si el mensaje es la respuesta del interlocutor a la pregunta <<¿Qué hora es?>>, no hay nada que interpretar, pues la intención del emisor es simplemente informar de la hora que es.

El significado cambia si el emisor del mensaje <<Son las ocho>> es un padre o una madre y el destinatario, el hijo que todavía no ha terminado de vestirse y tiene que salir de casa a las 8.05 para llegar a clase a tiempo. Entonces, la intención del emisor es que el destinatario se dé prisa.

Otro ejemplo que pone de manifiesto la importancia del contexto en la interpretación del mensaje es este:

La frase <<Os declaro marido y mujer>> no tiene validez si no se dice en el contexto adecuado ni tiene el emisor adecuado. Que yo la diga en medio de un bar a unos amigos no tiene ninguna consecuencia; en cambio, si es un cura quien lo dice en una iglesia, el mensaje tendrá repercusiones.

Lo que quiero mostrar con esto es que todos los elementos que forman parte de la comunicación son esenciales para interpretar adecuadamente el mensaje, incluido el contexto. En este primer artículo que escribí para responder a mi pregunta, te explicaba que el contexto va más allá de <<la información sobre el entorno físico inmediato o (...) los enunciados inmediatamente precedentes>> y que incluye un saber compartido por todos los hablantes o por los hablantes de una determinada cultura. Te recomiendo leerlo para comprender mejor lo que voy a desarrollar aquí.

Después de la lectura de Principios de comunicación persuasiva, me centré más en el aspecto neurolingüístico y en la influencia de Internet en los usuarios. Sobre esto último hay múltiples opiniones que suelen dividirse en dos bloques: la postura de los integrados, que ven sobre todo ventajas en la nueva era tecnológica, y la de los apocalípticos, que advierten en sus textos sobre los peligros de esta.

Debido a la coexistencia de estudios que llegan a conclusiones opuestas, te pido que no tomes mis palabras como determinantes, pues son simplemente el resultado de una reflexión y de mi propia observación.

Creo que para comprender mejor el mundo digital, es básico leer  La alfabetización digital de Daniel Cassany (puedes descargarlo clicando en este enlace: http://www.academia.edu/download/32678549/ALFAL_La_alfabetizacion_digital_DIF.pdf). Según este profesor de Análisis del Discurso, <<las prácticas digitales>> no conllevan una pérdida en las destrezas lingüísticas analógicas, ya que para utilizar Internet, es necesario tener unos conocimientos lingüísticos previos:

<<El uso del lenguaje en la red, además de exigir destrezas y conocimientos nuevos, también presupone los básicos o previos, de manera que el ED supone una extensión o un desarrollo del concepto de escritura o alfabetización>>.


Sin embargo, para otros autores el uso de la tecnología tendría consecuencias negativas en nuestra capacidad de concentración y en el nivel de comprensión.