29/9/20

29-IX-2020

Regresan de manera acompasada, paulatina, los colores. Miro por la ventana: se han esfumado las sombras. No hubo violencia. Como antes, las besé. Se rindieron.

Y busco palabras más allá de azabaches y nombres ausentes. Las busco en el arroyo constante, en la cíclica certeza de las hojas y los frutos, en los rayos dorados del pecho. Y ¿por qué no? en tu sonrisa y en el mar de tu frente, aunque sea a ratos.

Invita el frescor de la lluvia a dejar en la cuna del olvido el martilleo del futuro.

Ya solo quiero nadar en la estela de imágenes que he traído ante mis ojos, bebiendo cada detalle, oliendo cada molécula con los porqués apagados.

Ser luna, sol, tierra y cielo sin pensar, sin sombras, sin cascadas retenidas ni perlas enterradas.

19/9/20

Cuando besé al Minotauro

 

Reivindico una vez más mi concepto del amor, ese que conocí tras atreverme a besar al Minotauro. Un amor que es alquimia, batir de alas y no solo cobijo en el invierno. El coraje de limpiar los ojos de viejas mentiras y dejarse inundar por las verdades que estaban dormidas, esperando en lo alto de la torre.

Un amor que implica tensión entre fuerzas aparentemente opuestas, tormentas que hacen tambalear tu barco, pero que siempre te llevan a algún puerto en el que descansar para después proseguir tu viaje.

El amor está a cada paso que das, en cada uno de los movimientos que realizas. Incluso, cuando te sientes paralizado, está en cada molécula de oxígeno que recorre tu sangre.

Y muchas veces tendremos miedo y la rabia se apoderará de nuestras cuerdas vocales, pero hasta en ese momento la alquimia seguirá actuando en silencio.