28/6/21

El papel de Internet en la manipulación

Hace un año y medio, aproximadamente, me planteé cuál era el grado de influencia de Internet en los problemas de comprensión lectora que percibía que iban en aumento. Pero las conclusiones a las que llegué no coinciden con mi perspectiva actual. La aceleración deliberada de la tecnologización de la sociedad a nivel global en todos los aspectos de la vida ha puesto de manifiesto la trampa que constituye el mundo digital, no solo en cuanto a las dificultades de comprensión lectora o al declive del pensamiento crítico.

Si analizamos cuál ha sido el objetivo principal de la dictadura sanitaria, podemos afirmar claramente que se ha enfocado en la destrucción del tejido social, aunque más bien tendríamos que decir que estamos presenciando su culminación, ya que tal destrucción ha sido en realidad un proceso que viene de lejos.

En la reflexión de hace año y medio ya expuse que una de las consecuencias nefastas de Internet es que la información consumida por el individuo se convierte en una cámara de eco, lo cual, explica Francisco Yus, impide el aprendizaje, que solo puede darse en el encuentro con lo distinto.

<<Como apunta Vaidhyanathan (2011), el aprendizaje es por definición un encuentro con lo que no sabes, con lo que aún no has pensado, con lo que aún no habías concebido, y con lo que nunca entendías o preveías que fuera posible. Es un encuentro con lo distinto. El tipo de filtro que Google interpone entre el usuario y los resultados de la búsqueda aísla al usuario de este tipo de encuentro con lo desconocido>>.[1]

De hecho, gracias a “encuentros con lo distinto”, puedo estar escribiendo estas líneas. Las conversaciones abiertas nos enriquecen, además de contribuir al desarrollo del pensamiento lógico y de las habilidades lingüísticas. En cambio, estas se ven claramente obstaculizadas por el lenguaje al que nos lleva la tendencia tecnológica actual: mensajes breves, inmediatos, sin matices... Desde luego, la concisión y la capacidad de síntesis forman parte de las capacidades lingüísticas, pero el problema viene cuando ya no se es capaz de expresarse mediante un lenguaje más complejo y profundo, y tampoco se es capaz de entenderlo. Lo peor de todo esto es que la enorme dificultad, cada vez más extendida en la población, a la hora de leer y/o expresarse no es un daño colateral del uso de Internet, sino que forma parte de su propia naturaleza y, además, de manera deliberada.[2]

Las redes sociales, por otra parte, nos incitan a fabricar una imagen, así como a consumir imágenes de otras personas, que nada tiene que ver con lo real. Esto obstaculiza el autoconocimiento y el conocimiento profundo de los demás. Esto impide, a su vez, la reflexión pausada, la revisión de las propias creencias (que son reforzadas una y otra vez a causa de la forma en que están diseñados los algoritmos de las redes sociales, los buscadores y las distintas plataformas) y actitudes, que, al no verlas, no podemos tampoco mejorar. Al identificarnos con nuestra imagen virtual, nos despojamos de nuestra esencia y adoptamos el pseudoyo[3]. Aquí entra en juego lo que se ha dado en llamar la tiranía del like, lo que implica el refuerzo de una falsa autoestima en detrimento de la autoestima real, a mi modo de verlo. Recibimos valoración por lo que mostramos, mientras que tememos recibir rechazo por lo que somos. Esta es una tendencia que ya se daba en el mundo real. Ya antes de Internet vivíamos, en gran parte, en la sociedad de las apariencias, pero esta tendencia ha aumentado vertiginosamente con la digitalización. Hemos de entender que las sociedades, desde hace algunos siglos, están diseñadas desde arriba y que la finalidad es tener el control absoluto.

Además, la élite financiera y tecnológica muestra abiertamente sus planes para el futuro de la humanidad, si bien lo envuelven en un halo de buenismo que se reduce a palabrería barata, cuya finalidad es ocultar lo atroz de sus propuestas. Un ejemplo paradigmático es COVID-19: El Gran Reinicio, de Klaws Schwab, director del FEM, y Thierry Malleret. En este libro plantean un reinicio (“macro” y “micro”) en diferentes ámbitos: económico, social, geopolítico, ambiental, tecnológico, industrial e incluso individual. Este último constituye un atentado contra la esencia humana, al redefinir desde afuera cómo tenemos que ser. Este gran reinicio, según los autores, se da como resultado de unas circunstancias fortuitas o azarosas. Resulta deplorable que nos quieran vender la idea de que a causa de que “alguien comió sopa de murciélago” en un lugar recóndito, de repente todo nuestro mundo cambie y se aceleren transformaciones que ya estaban en marcha y que ¡oh, sorpresa! benefician a la misma élite financiera y tecnológica que propone este cambio radical global y que ¡oh, sorpresa! tiene el control de la economía mundial, de los aparatos mediáticos, etc., a través de los distintos estados.

Considero innecesario decir que, obviamente, el cuento tanto de la sopa de murciélago como de la fuga de un virus del laboratorio de Wuhan es eso, un cuento, con sus distintas versiones, que solo sirve para distraer a la población y mantenerla alejada de una investigación seria.

Pues bien, el libro de Schwab y Malleret nos muestra una verdadera distopía en la que se normaliza la sustitución de lo presencial por lo virtual, como si fuera algo beneficioso y fantástico para nosotros. Claro, es que hay un mortal virus flotando por el aire que “ha venido para quedarse” y debemos evitar el contacto con los demás, no siendo que nos dé por darnos cuenta de la estafa del sistema capitalista y decidamos construir horizontalmente una sociedad justa, libre y humana. A lo largo del libro se nos insiste en que los cambios son permanentes. No se ha llamado a la situación postcovid “nueva normalidad” porque sí. Lo que buscan es que normalicemos algo que a nuestros antepasados les habría resultado atroz. Ya algunos psicólogos han advertido de las terribles consecuencias de esta nueva normalidad, especialmente en la infancia, criada en el sometimiento, el aislamiento, la culpabilidad y el miedo a los otros.

Para los autores de COVID-19: El Gran Reinicio, es totalmente normal que en las empresas no haya contacto entre los empleados, que los dispositivos móviles nos escuchen y geolocalicen <<incluso cuando no se lo pedimos>>, que tengamos contacto con nuestra familia por los grupos de Whatsapp en lugar de presencialmente, pues es <<más seguro, más barato y más ecológico>>. Estas palabras y parecidas forman parte de la verborrea vendehúmos que utilizan constantemente. También les parece un adelanto importantísimo la telemedicina:

<<Lo que hasta hace poco era impensable, de repente se hizo posible, y podemos tener la seguridad de que ni los pacientes que experimentaron lo fácil y conveniente que era la telemedicina ni los reguladores que la hicieron posible querrán que se produzca una marcha atrás. Las nuevas reglamentaciones permanecerán>>.

¿En serio nos quieren hacer creer que los pacientes están encantados con la telemedicina y que no la cambiarían por el trato personal con su médico?[4] Me pregunto si el señor Schwab ha descendido del monte Olimpo para consultarles a las personas de a pie cuál ha sido su grado de satisfacción con la desaparición de la atención médica presencial.

Uno de los elementos clave utilizados por los estados, las instituciones y el poder mediático ha sido la emoción del miedo, que se ha tratado realmente de una psy-op[5]. Pero es que nos advierten claramente de que este es el nuevo panorama en el que quieren que vivamos: 

<<El miedo que nos ha quedado (y que posiblemente permanecerá) a contagiarnos con un virus (el de la Covid-19 u otro) acelerará la inexorable marcha de la automatización>>.

Invito al lector a preguntarse en qué medida han influido Internet y las redes sociales en la expansión del miedo, pero no solo en esto, sino también en la censura, ridiculización y persecución de todas aquellas pruebas (lógicas y empíricas) que desmontan el ya de por sí contradictorio discurso oficial; en la creación deliberada de bulos; en el fenómeno de la disidencia controlada, que tiene el objetivo de culpar a un chivo expiatorio de lo que está ocurriendo para ocultar la verdadera causa, que es el capitalismo, y seguramente también de crear una base social para futuros proyectos políticos; en la estigmatización del que piensa diferente y del que se niega a participar de esta “nueva normalidad”.

Y también puede reflexionar el lector sobre la diferente respuesta que se dio a la falsa pandemia de 2009 y la que se ha dado a la actual, que, como nos han advertido, se queda ya para siempre.

Internet no nos ha ayudado a contrarrestar la propaganda, a unirnos, a resistir los ataques, sino todo lo contrario. Nos ha mantenido anclados al sofá, absorbiendo información, dominada esta por la disidencia controlada, de un sesgo ideológico procapitalista, estatólatra, defensor de la represión policial y militar, de la religión patriótica, etc. Quizás en algunos casos nos ha separado aún más de nuestros vecinos, generando odio y conflictos, pues, si os dais cuenta, quienes insultan por la calle a los que no cumplimos las medidas son una minoría, pero hay un número de personas que no ha cambiado su trato hacia nosotros aunque hayan sido abducidos por la televisión. Nosotros debemos dar ejemplo de cordialidad, de conservación de la esencia humana... No estoy diciendo que tengamos que ser íntimos de nuestros vecinos, pero sí mantener el trato cordial y, si nos insultan o recriminan, defendernos desde el respeto y la lógica y no desde la agresión verbal.

Yo no tengo todas las respuestas sobre el proceso que nos ha llevado hasta la situación actual y en qué medida Internet ha contribuido a ello. Lo que sí vemos claramente, dicho por ellos mismos, es que quieren digitalizarnos en todos los aspectos, incluidas las relaciones sociales. Por eso ya no comparto la misma conclusión de hace año y medio. No, la experiencia nos ha demostrado que la naturaleza de Internet no depende del uso que le demos, sino que el hecho mismo de utilizarlo nos lleva a cumplir los planes de la élite que se enriquece a nuestra costa, a costa de nuestras cualidades humanas, a costa de nuestra vida real.

 

 

 



[1] Francisco Yus: “Géneros analógicos, géneros digitales”.

[2] Para comprenderlo mejor, recomiendo los últimos artículos de este blog https://endefensadelahumanidad.blogspot.com

[3] Erich Fromm explica este mecanismo de pérdida del yo original y sustitución por el pseudoyo en el capítulo V de El miedo a la libertad, específicamente al referirse al tercer mecanismo de evasión: la conformidad automática.

[4] Es cierto que aquí nos adentramos en un asunto turbio y escabroso, que es el del sistema sanitario. Este no busca la salud, sino la venta de medicamentos con el fin de convertir a las personas en enfermos crónicos, dependientes de los mismos. 


19/6/21

Tengo un monstruo

Hay un monstruo que se come las rosas nacientes impidiendo que lleguen a su destino. Será, tal vez, que soy toda bosque, toda silvestre como el diente de león que construye mis células. Hija del sol y de la triste vejez de las montañas en la que juegan solo los rientes. Mi boca es gris como las nubes que acechan tantos días el pecho.

¿Dónde están las rosas? ¿Por qué no puedes amar las flores de mis zarzas? Yo las veo tan hermosas. Algo me dice que el monstruo es una sombra de afuera. Viene y se nutre de la condensación del azabache que me bebí hasta envolverme yo también en roca.

Pero ¿no ves las estrellas que iluminan esta cueva, vetusta como el mar que exhalas? No, tú buscas rosas y yo solo tengo el diente de león, las débiles amapolas, las indomables zarzas, los pequeños pedazos del sol desparramado por la ladera. Yo tengo un monstruo que me acompaña y se come los pétalos del pecho y se traga a galones mis manantiales, evitando que se sacien los dedos.

Y yo te enseño en primavera las flores de mis zarzas y tú pierdes la sonrisa mirando hacia la ausencia de rosas.




10/6/21

Ser

Volver a beberme el sol

y aspirar la primavera,

recorrer este hormigueo

que me lleva, como el velero

empujado por la brisa

hasta tu puerta.

Vencer al plomo y a la grieta,

dejar los dedos libres,

soltarme al calor

del pecho anhelante.

Convertirme en encina

que nunca se troncha,

que liba serena el círculo

y a su tiempo da frutos.

Ser en ti sin dejar de ser yo,

ser por ti olvidándome de mí,

a quien tengo demasiado vista.

Encontrar el justo medio

como quien descubre el mayor tesoro.

Ser para mí

y a la vez para todo.




3/6/21

Amo

Hay días en que se diluye el peso de los pasos y late en mi diafragma la sed de colores. Me empuja la suave brisa que me persigue desde la costa hasta este oculto valle.

Hay días en que me saluda al andar una lluvia de pétalos o un baile de mariposas. Y amo una y otra vez la imponente cima que me protege de mi propia roca sintética, las dulces y punzantes tonalidades de las hojas.

Hay instantes en que dura la respiración de los breves días de asueto en los que mi veneno me da tregua. Y me bebo la primavera desde las raíces hasta la punta de sus ondeantes cabellos.

Y amo una y otra vez. Amo la vida, amo los pasos que hoy no pesan, amo mis órganos sensoriales que me permiten abarcarlo todo y derramarme en todo. Amo la canción de los sueños. Amo cuando me olvido de mí y solo soy.



2/6/21

La cadena que ataba el reloj a las horas

Demasiados años perdida en el fondo del armario, descosida hasta los pies la sombra verdadera. Tuvo que llegar una roca lunar a deslumbrarme con mi propio reflejo y, después, la noche infinita en la que fui cielo estrellado.

La nueva música, viejamente olvidada, picó segundo tras segundo en la mina escondida tras mi piel hasta sacar a la luz el azabache.

Pero no pude detener el tiempo y huyó para siempre el eco de la acogedora intemperie que me vio renacer.

No supe qué hacer con las notas. Mientras el plomo me mecía en una gélida cuna, algo azul dentro de mí las perseguía para que me golpearan como las olas al acantilado y volver así a escuchar al pecho incluso entre sus purulentas ruinas.

Me obligué a sobrevivir, atrapada en la cueva sin murciélagos ni estalactitas. Caminé como un desorientado fantasma. Nunca volvieron los cuervos.

No pude detener el tiempo en el fuego hipnótico ni en la magnética orilla. Se fue el lento silbido del sol por entre las hojas.

Ahora busco y no encuentro. Me rodea la belleza, a la que persigo insaciable en algunos edenes, pero los empaño con este gris que no me abandona.

Me visitan pacientes momentos para que recuerde y me sumerja en lo primario. Se quedan a mi lado profundos pedazos de tierra, a veces tan fríos, a veces conteniendo el Universo entero, esperando a que despierte y entienda.

Esperando a que entienda que no es posible detener lo que no existe, que mi pecho por dentro y por fuera es un cúmulo de instantes.