26/2/21

"Rick y Morty": un ejemplo de personajes complejos [NO CONTIENE SPOILERS]


La construcción de los personajes es solo un factor más de todos los que determinan la calidad de una obra narrativa. A este respecto, os comentaba recientemente que existen grandes obras cuyos personajes representan estereotipos y no evolucionan en el desarrollo de la trama. Esto sucede sobre todo en la narrativa breve y, especialmente, en los cuentos.

Ahora bien, es evidente que la aparición de personajes con un complejo mundo interior enriquece un relato, una novela, una película o, en el caso del que quiero hablar, una serie.

A Rick y Morty podríamos dedicarle páginas y páginas, y no solo por las numerosas referencias al género de la ciencia ficción, ya sean como homenaje, como crítica o como reinvención del mismo, que se hacen en la serie. Pero hoy nos vamos a centrar en el tratamiento de los personajes.

El carácter de los protagonistas que dan nombre a la serie se ve bien definido desde el primer capítulo, en el cual se hace hincapié precisamente en los rasgos particulares del adolescente Morty y su singular abuelo Rick Sánchez. No es necesario aclarar la intención paródica que hay en la elección de tales nombres.

Importantes obras de la literatura universal tienen como protagonista a una pareja de personajes que se complementan: las formadas por Don Quijote y Sancho Panza o por Sherlock Holmes y el Doctor Watson son los ejemplos más conocidos. Tal cualidad la vemos también en el científico y su nieto. De hecho, en uno de los episodios se menciona precisamente la simbiosis que existe entre ambos, de la cual, como es de esperar, solo es consciente Rick. Esto tiene una explicación científica, pues, según nos cuenta el intrépido anciano, las ondas cerebrales de Morty neutralizan las de Rick y así evita que le detecten. De esta manera, la propia naturaleza neurológica de ambos cumple un cometido dentro de la trama.

Rick se nos presenta como un hombre muy seguro de sí mismo. El hecho de controlar el Universo, las distintas dimensiones y ser capaz de construir los artefactos que necesita en segundos, así como salir airoso de las aventuras en las que se ve metido o que él mismo busca no es baladí. Podríamos decir que Rick es quien parte la pana en el Universo, a causa de su inteligencia colosal. Sin embargo, vemos a lo largo de los distintos capítulos cómo le invaden las dudas. El carácter cómico y transgresor de la serie no eclipsa la tragedia humana: los personajes de la serie son como nosotros y se ven afectados por los mismos temores, incertidumbres y contradicciones internas que siente cualquier persona. A pesar del escenario de ciencia ficción, Justin Roiland y Dan Harmon tienen la clara intención de plasmar esa cualidad universal, lo cual me lleva a recordar el libro que reseñé hace un tiempo, en el que su autor, Yuri Herrera, hace un viaje por distintos planetas en busca de lo que cualquier criatura, sea terrestre o no, comparte.

Pero los creadores de la serie han destacado especialmente la lucha que todos vivimos entre el ego y nuestros sentimientos más puros. No obstante, en ningún momento -al menos de los capítulos que yo he visto- nos dan lecciones de moralidad; ni tampoco hacen una defensa de lo que en nuestra cultura se considera inmoral, aunque parezca lo contrario a causa del constante humor negro. Sencillamente, los personajes se expresan tal como son dentro de un mundo multidimensional, poblado por numerosas formas de existencia, de pensamiento, de comprensión de la realidad.

Hay dos personajes que comparten algunos rasgos con ciertos estereotipos: el de Morty, que parece ser el típico adolescente ninguneado por todos, temeroso, inseguro; y Jerry, el padre, que nos trae a la memoria alprotagonista de American Beauty, es decir, al hombre casado de clase media que tiene un trabajo aburrido y un carácter bastante sumiso, el cual intenta ocultar tras el ansia de dominación de su familia. Jerry vivía en la ilusión de que todo estaba en orden en su hogar hasta que Rick se va a vivir con ellos, poniendo toda su vida patas arriba o, mejor dicho, sacando a la luz los conflictos que ya existían. La oposición entre ambos hombres, que intentan quedarse con el papel de patriarca de la familia, va a modular parte de la trama.

Sin embargo, aunque Morty y Jerry tengan esos rasgos estereotipados, comprobaremos que no poseen en absoluto una personalidad lineal, sino que, al igual que los demás, sufren contradicciones y no siempre reaccionan de la misma manera ante las distintas situaciones. Y no solo eso, sino que, además, tales experiencias van dejando una huella en todos los personajes y veremos cómo su carácter cambia en cierta medida.

Beth, al contrario que su marido Jerry, rompe estereotipos, algo que resulta liberador, ya que tradicionalmente la maternidad se presenta en la cultura (cine, series, novelas...) de una manera muy definida [i]. Quizás solo sea una sensación mía, pero parece que los creadores de la serie buscaban deliberadamente la comprensión por parte del telespectador de Beth y de todas aquellas mujeres a las que representa. Quizás el culmen de la historia de esta madre tan real está en el final de la cuarta temporada[ii]. Pero Beth no es solo madre. Es más, uno de los núcleos del argumento es precisamente la relación de Rick Sánchez con su hija.

Que estemos dejando a Summer para el final no significa que no tenga relevancia, aunque así parezca en los primeros episodios. Summer no es solo la hermana de Morty y la nieta de Rick; no es un personaje de relleno. Su personalidad nos sorprende a lo largo de la serie. Es valiente, ha heredado la inteligencia de su abuelo y su madre y, aunque se ve afectada por los mismos avatares que cualquier adolescente, tiene un carácter único.

Pero ¿por qué no la vemos participar en las aventuras espaciales tanto como a su hermano? Pienso que se debe a lo que tratan de mostrarnos Justin Roiland y Dan Harmon: la sociedad en la que vive la familia es patriarcal. Los creadores de la serie, como he dicho, no se posicionan, sino que se limitan a mostrarnos una realidad, en la que, aun con obstáculos, Beth y Summer lograrán enseñarnos todas sus habilidades sin renunciar a su forma de ser.

Desde luego, en Rick y Morty veremos otros personajes peculiares, pero los principales nos sirven para explicar cómo, efectivamente, la complejidad de los mismos puede enriquecer una obra narrativa, sin ser este el único factor determinante.

 


[i] A este respecto, se pueden consultar los libros de Casilda Rodrigáñez y los artículos de Laura Perales Bermejo (https://www.crianzaautorregulada.com/articulos/)

[ii] Recomiendo ver la serie en orden para conocer la evolución de los distintos personajes. Además, la historia de Beth no se puede comprender enteramente viendo solo la cuarta temporada.

16/2/21

Ramón, el cotilla malhumorado

 


Un salón cualquiera de un hogar español cualquiera, en una tarde cualquiera después de la jornada laboral.

RAMÓN. Estoy cansado de ese estúpido que vive en frente. Se pasea por ahí pasando de todo, como si la cosa no fuera con él. Y lo peor es que va de educado. Que si hola, que si buenas tardes... Pero luego, cuando me ve a mí, se hace el sueco. El otro día le hice un gesto para decirle oye, que hay que cumplir las normas, pero el tío ni cuenta se dio, es que ni me miró. Siguió su camino tan ancho. ¿A ti te parece normal? Es que no hay manera con él.

SILVIA. Siempre estás con lo mismo, Ramón. A lo mejor está exento. ¿No sabes que las normas tienen sus matices? No creo que sea para tanto.

RAMÓN. ¿Te estás poniendo de su parte? Esto no me lo esperaba de ti. ¿No te das cuenta de que las normas las tenemos que cumplir todos? ¿Para qué están entonces? ¿Para que cualquier paleto se las salte?

SILVIA. Ramón, las normas son orientativas. Lo que cuenta es el sentido común y qué quieres que te diga, ese chaval siempre ha dado muestras de tenerlo. Lleva viviendo aquí doce años y, en ese tiempo, nunca ha tenido problemas con nadie.

RAMÓN. ¡¿Que no?! Una vez la señora Remedios le tuvo que pedir que bajara la música.

SILVIA. Sí, hijo mío, y si hablaras directamente con la gente en vez de enterarte de los cotilleos en el bar, sabrías que el muchacho bajó la música enseguida ¡y se disculpó! Lo sé por la propia Remedios. Mira, lo que yo creo es que deberías dejar de darle tanta importancia al asunto. Porque ¿a ti qué más te da lo que haga la gente?

RAMÓN. Mira, Silvia, me parece que le estás hablando de una manera poco adecuada a tu marido.

SILVIA. ¿Yo? ¿Y por qué te estoy hablando yo mal? ¡Será posible! ¿Sabes lo que te digo? Que hoy soy yo la que se va al bar, y que si quieres la cena, te la haces tú solito.

Se oye un portazo y, después, el silencio más absoluto.

RAMÓN. (Con cara de tonto) Qué carácter tiene esta mujer.

15/2/21

Nadie sabe

Siempre sobró ese jardín de flores marchitas que me acompaña hasta hoy y que, tal vez, sea la única decoración tras mi escueto adiós.

Recuerdo también aquel somier endeble al que acabaron poniéndole un colchón. Me sentaba a descubrir nuevas canciones en la radio y grababa mis favoritas en una cinta de cassette. Muchos años después me enteraría de que casi todos los muchachos de la época teníamos esa costumbre.

Algunas tardes de verano prefería escuchar un disco mientras miraba por la ventana. Me hipnotizaba tanto la vista como la palabra -circunvalación- que rumiaba, junto con otras, en mis caminatas y trayectos en autobús.

Podía pasar horas apoyada en el alféizar, con la mirada atrapada por el ir y venir de los coches y los largos camiones. Más allá de la carretera, extensas y leves ondulaciones, retales producidos en masa, demasiado familiares, que, sin embargo, en aquel momento no me provocaban el desagrado actual. El sol se iba poniendo al compás de la música y, en el intervalo de una canción y otra, el horizonte se transformaba en el apoteósico final de un concierto, con miles de pequeñas luces llenando la oscuridad.

Podría haberme limitado a mirar y escuchar, que se supone que es lo que debemos hacer, pero mi cabecita, y más en aquel ocaso de la infancia, siempre ha sido un buen nido para criaturas imposibles y cuervos decimonónicos; o, en ese caso, para juegos y nombres perdidos. Desde entonces, se ha quedado retumbando un porqué que se mezcló con el ruido del despertador y del cajero automático.

La incoherencia de esos payasos tristes que juegan a infravivir no ha logrado estropear las páginas del bestiario de mi cabeza ni ha apagado las luces de los conciertos que me monto cuando miro más allá.

A veces los miro y me pregunto cómo tienen esa capacidad de integrarse en el espectáculo sin darse cuenta de que interpretan un papel. A ratos, solo a ratos, quisiera cambiar mi jardín de flores marchitas por su césped artificial con barbacoa y muchas voces absurdas. Pero sé que, para ello, tendría que sacrificar a mis mantícoras, mis fénix y mis cuervos.

No me queda más que seguir buscando, quizás sin éxito, esa agua sagrada que convierta en rico bosque mis tristes flores.


13/2/21

Un ángel extraño

Buscadora insaciable de esencias y sombras que mecen océanos, solo me he parado algunas tardes tristes a exhalar torbellinos para hacer como que beso la savia que soy o creo ser. 

Y en ese sucederse los pasos, con una mano apuñalo torpe al reloj y, con la otra, me despojo de la seda y los harapos que roban mi alfabeto. 

En esa suma de tropiezos, me he encontrado con algún que otro duende que ayudaba a identificar los falsos nombres mientras agujereaba el verdadero. 

He sangrado tinta, me he hecho amiga de las piedras, de mi propia impotencia; para qué caer de bruces si puedes limitarte a reptar en algunos tramos. 

Acariciada por el limo y el diamante, me topo en la esquina con un ángel extraño. Aunque grito a su rocosa mirada, algún rincón de apariencia inaccesible emana susurrantes cascadas, dulce tálamo para mi alma negra y mis histriónicas fatigas.

Me convierto en un barco cuya deriva es el compás formado por el anhelo de su halo y el hiriente chirriar omnipotente, omnipresente, devorador de estrellas.

Breves quizás sugieren si no habré quedado atrapada por el imán de la brújula, estancada en un descerebrado y descorazonado norte.

La única respuesta es seguir pateando laberintos, riendo locuras y llorando carbón.

11/2/21

La extrema importancia de lo "inútil"

A menudo, escucho quejas acerca de lo mal que está el sistema educativo. Y no seré yo quien diga lo contrario, pues, al fin y al cabo se trata de un aparato adoctrinador más del Estado, que, en ningún momento se contrapone, aunque así lo quieran hacer parecer, a la enseñanza privada. El Estado sustenta al gran capital y la enseñanza privada es, asimismo, un instrumento del gran capital, por lo que no hay un enfrentamiento real.

El problema de esas quejas es que muchas de ellas se basan en un argumento que refuerza esos mismos intereses que buscan quienes están detrás de la enseñanza estatal y privada. Tanto adolescentes como adultos afirman con vehemencia que la mayor parte de lo que se aprende en la escuela no sirve para nada.

Pero precisamente para salir de esa visión utilitarista del mundo hacen falta los saberes más desprestigiados, los menos "prácticos": la filosofía, la música, el arte, la literatura... Las personas que plantean tales cuestionamientos simplistas son, a sabiendas o no, conformistas con el sistema que se nos ha impuesto y solo les preocupa que sus hijos, el día de mañana, ganen un sueldo decente y puedan desenvolverse en su vida cotidiana sin excesivas dificultades. Algunos de ellos proponen que a los chicos y chicas se les enseñe a efectuar trámites administrativos, a abrirse una cuenta en el banco, etc.

Recuerdo que, cuando estaba en el instituto, existía una asignatura optativa llamada "Transición a la vida adulta" en la que se ofrecía la formación que proponen esos padres y madres. Os dejo aquí un enlace que muestra la programación didáctica de la asignatura: http://www.materialestic.es/servicios-transicion_programacion.html

La lejanía temporal me impide conocer qué optativa escogí en lugar de esta, probablemente fue Cultura Clásica con un profesor de esos que no abundan, de esos que te embelesan contándote historias de dioses y héroes, o de cómo era la educación en Roma, de la tragedia y la comedia griega..., todo ello en un cuadernillo mecanografiado por él mismo.

No digo que aprender economía del hogar o cómo elaborar un currículum no sea importante, pero ¿por qué damos por sentado que es más necesario que conocer el pensamiento de Heráclito o de Séneca, o que saber qué diferencia hay desde el punto de vista musical entre Los Conciertos de Brandenburgo y el último éxito de Bad Bunny?

Respecto a este asunto del éxito, tanto en música como en arte y literatura, he oído en ocasiones afirmar con rotundidad que lo que les sucede a quienes alertan sobre el peligro de la hegemonía de ciertas tendencias en la industria musical, editorial, etc. es que tienen envidia de esos personajes que han alcanzado la cumbre. Esa es una de las razones por las que es necesario tener una educación completa y diversa, en la que las disciplinas humanísticas reciban la misma consideración que las matemáticas o la física. Es cierto que, desde el punto de vista del significado, son las matemáticas las que nos explican por qué dos más dos son cuatro; pero gracias al lenguaje y la filosofía sabemos que a los conceptos "dos" y "cuatro" corresponden unos significantes concretos cuyo origen es arbitrario y que difiere según la lengua: "cuatro", "lau" y "quatre" son distintos significantes que, sin embargo, se refieren al mismo concepto. Y, además, nuestra capacidad de observación nos lleva a darnos cuenta de que los significantes "cuatro" y "quatre" se parecen bastante, en cambio, "lau" es muy diferente. Y esto desemboca en la encrucijada en la que se basa todo el saber: ¿por qué?

El actual sistema trata de destruir justamente esta encrucijada, ofreciéndonos una vía única: la de la mera supervivencia física, que nos vende envuelta en purpurina. Podríamos hablar largo y tendido sobre la falacia del ascenso social, pero en esta ocasión os invito a reflexionar individualmente sobre ello.

Nos hemos equivocado, pues, en la perspectiva desde la que contemplamos el problema educativo de la era tecnológica. No es la supuesta inutilidad de determinados saberes, sino la forma de dárselos a conocer a los alumnos y alumnas, a través de la memorización rápida que anula el proceso de aprendizaje.

El fin de este debe ser la integración en el complejo mundo interior para la paulatina construcción del ser. El pensamiento crítico, la comprensión lectora, la sensibilidad artística y musical, el desarrollo de la sana curiosidad son los pilares fundamentales del individuo. Sin ellos, solo nos queda un sujeto cuyo objetivo principal en la vida es satisfacer sus necesidades fisiológicas.

Tras leer estas líneas, surge un nuevo porqué: ¿por qué al sistema le interesa que solo nos preocupemos por sobrevivir y consumir?